Colaboración de José Martínez Ramírez
Para Rosario García
Te
miré y supe que serías para siempre,
esa
luz fue la vida que necesitaba,
un
huracán de miel hasta la muerte.
Tus
labios rojos ausentes de palabras.
La
pupila noble y enigmática
límite
indeciso del frío ausente.
Nocturna
y fugaz la mano araña
entre
guirnaldas, en tu piel muere.
Yace
resignada y sombría el alma
del
bosque que invente de espiga verde,
la
mar de cenizas en tu voz delgada.
Cae
en mí como pálidos ruiseñores,
manantial
de hermosura tu mirada
hija
de la mar y madre de las flores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario