Colaboración de Paco Pérez
NOS CREAMOS IMÁGENES FALSAS
En
tiempos de Jesús ocurría igual que
en nuestros días, quienes vivían en los núcleos de población grandes llamaban a
las personas de las aldeas “gentes del
campo” al considerarlas brutas e incultas y hacerlo con la mala intención de
desprestigiarlas. Con esa actitud, como nada ocurre por casualidad, cuando Jesús comenzó a predicar y a realizar
acciones extraordinarias quienes pensaban así se oponían a Él e intentaban desprestigiarlo proponiéndole
a la sociedad una pregunta, está en Juan
1,46:
-
¿De Nazaret puede salir algo bueno?
Dicen
que: [Lo
poco espanta, y lo mucho amansa.].
Por
esa verdad, quienes entonces vivían en la opulencia, unos pocos, se escandalizaban cuando
alguien mal vestido, muchos, se le
acercaba para pedirles ayuda y ellos lo rechazaban porque lo culpaban de ser el
causante de su indigencia pero la realidad era otra, estaba así porque había
sido maltratado por el sistema.
En
cambio, quienes viven a diario junto a los que no pueden vivir por sí mismos, los
muchos, no los rechazan sino que les
ayudan trabajando junto a ellos en la búsqueda de soluciones y esa acción los fortalece.
Jesús es el que mejor
comprendió esta realidad pues vivió inmerso en ese ambiente y por eso les hablaba
en parábolas, ejemplos tomados de sus
vivencias familiares, rurales y
comunitarias.
En
aquellas familias se tenía en alta estima dos cosas, el “honor” y el “poder comer
cada día”, razones por las que todos sus miembros cooperaban en las labores
que a diario tenían que realizar en la casa y en el campo para que después de
pagar los elevados impuestos del año no les faltara lo imprescindible, debemos
pensar que también dependían de las lluvias y de la cantidad y calidad de las
cosechas. Por todas estas razones vestían y calzaban humildemente, las dietas
que ingerían eran muy escasas, sus órganos vitales no recibían los aportes energéticos
que necesitaban y eso les hacía morir a una temprana edad.
¡Con qué facilidad despreciamos a quienes
van sucios, despeinados, mal vestidos o descalzos! ¿Conocemos por qué van así o cómo son por dentro?
No,
sólo nos fijamos en las apariencias externas y por eso siempre se cumple el
refranero: [Según te veo el ato, así te
trato.].
Si
algún día las circunstancias de la vida nos hicieran caminar por la acera de
enfrente… ¿Nos gustaría que nos trataran
con desprecio o que no nos ayudaran?
La
justicia tiene dos caras: La humana y la del Reino de Dios.
La
primera es como una hucha, registra y
guarda con frialdad lo que hemos aportado para después devolver a cada persona
lo que le corresponde, guiada por sus méritos y las aportaciones que hizo al
colectivo donde vive.
La
segunda se guía por el principio de
“dar a cada persona según sus
necesidades”, el camino mostrado por Jesús
en el evangelio. Él muestra ahí que le
preocupaban las personas que no tenían trabajo y por eso les habló de un modelo en el
que el empleador, empujado por su bondad
y amor hacía los necesitados, practicó la justicia y, a pesar de ello, fue
recriminado.
¿Comprendieron los primeros trabajadores al
dueño solidario con el necesitado por desear ayudarle?
No, se sintieron ofendidos porque los
últimos trabajaron menos y les pagaron igual que a ellos… ¿Comprendieron que lo
hizo para darles de comer sin que fuera una limosna y que ésta los empujara a
sentirse agradecidos?
La realidad es que hagamos lo que hagamos siempre habrá alguien que
discrepará de nosotros y la mejor respuesta es hacer, lo mejor que podamos, lo
que nos enseñó Jesús.
Comprender
la “justicia del Reino” y aplicarla es
la transformación que el mundo necesita porque si practicando la “justicia de los hombres” correctamente,
a veces, se cometen injusticias… ¿Qué no
ocurrirá cuando se aplique de manera torcida?
La
comunidad de Filipos tenía problemas
y Pablo les escribió desde la cárcel para intentar aclararles qué es lo
esencial de la vida en los momentos difíciles. Los cristianos que vivían allí
tenían problemas porque al ser colonia romana debían elegir entre dar culto al Señor o al emperador y esa realidad les ponía sus vidas en peligro. Como él
también estaba en una situación delicada pues les habló del valor de la vida así: Las personas son glorificadas según sus acciones en la
vida o al morir y por eso, para
él, siendo la muerte una bendición que nos llevará a
disfrutar de la compañía del Señor pero,
por otro lado, también consideraba que permanecer
en esta vida es una necesidad que nos permitirá ayudar a quienes lo
necesitan.
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