Colaboración de José Martínez Ramírez
Acaba de llegar a las filas de mis musas intangibles
María Jesús Zapata.
Llegó
a
las aguas de la charca,
las
lavó con su cara
una tarde cerca del rincón.
Compró
una
rosa Ingrid Bergman,
que
al tocar su piel morena
de madrugada, tembló.
Amó
a
Málaga la bella,
y
a la sombra de su sierra
su color la embriagó.
Entregó
a
un mendigo en la Caleta
uno
de cinco en su cartera,
su único billete le dio.
Vio
anunciado
en el cartel
a
José Tomas el matador,
y
la rosa le lanzo
con la sangre a flor de piel.
Cogió
arena
del albero,
la
besó con sentimiento
y al viento la brindó.
Rezó
a
la Esperanza Macarena
con
mantilla y peineta,
y
en Triana se cruzó,
devolviéndole
la rosa
el insigne matador.
Adiós
dijo
con la mano abierta.
La
rosa en su melena
dibujaba
un corazón.
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