Colaboración de Paco Pérez
¿SOMOS MIEMBROS DE VERDAD?
Vivir
en comunidad es complicado y por esa razón el Señor siempre se preocupó de orientar al pueblo de Israel aunque estuviera en el
cautiverio porque comenzaron a impacientarse cuando no les llegaba la
liberación prometida. Ezequiel también
estaba cautivo en Babilonia y,
empujado por Él, les comunicó lo que
el Señor deseaba de ellos: Cada persona se debía preocupar de aconsejar bien a
quienes vivieran a su lado para que no continuaran caminando de manera torcida pues
si encontraban a alguien en esas condiciones y no trataban de enderezarlo el
reo se perdería por sus malas acciones pero Él pediría responsabilidades a quienes no hubieran intentado
cambiarlo. En cambio, si lo intentaban y fracasaban, la responsabilidad sería
sólo de aquellos que no le escucharon y quienes intentaron ayudarles se
salvarían.
Cuando
Jesús comenzó su vida pública se
rodeó de personas que lo seguían, predicaba a quienes acudían, les ayudaba cada
día eran más y, por último, fundó la Iglesia
y la dejó organizada.
Formar
parte de la comunidad cristiana que
fundó Jesús para seguirle y
practicar sus enseñanzas puede ser muy gratificante pero no será fácil integrarse
plenamente en ella si antes no nos preocupamos de conocerla para que, con la
ayuda de sus enseñanzas prácticas, nos convenzamos de que estamos en el buen
camino. Superado ese proceso podremos continuar si logramos despojarnos de las
miserias que nos esclavizan para que así se opere en nosotros la transformación
interior que necesitamos y después el Espíritu
Santo nos empuje, sin esta fuerza interior invisible el intento será
imposible… ¿Por qué?
Porque
con la ayudad de Dios podremos
vencer al egoísmo, aprenderemos a amar a los demás y seremos solidarios. Logrado el objetivo irradiaremos en nuestro
entorno alegría y paz, seremos sencillos, tolerantes, agradables, generosos, justos
y controlaremos nuestros impulsos malos en todo momento. Con estas acciones conseguiremos
que nuestra comunidad sea reconocida
en la sociedad por los actos positivos de sus miembros.
En
la comunidad cristiana no puede haber puestos de privilegio, todos serán
iguales y no podrá haber ni primeros ni últimos. El grupo trabajará para llevar
la Palabra a todos, hacerlo
convencidos de lo que enseñan y enarbolar la bandera de la paz, la verdad y la justicia. Si, además, mostramos una
gran preocupación por la solución de los problemas ajenos el apoyo social
estará garantizado.
Esta
lectura está inspirada en los hechos que solían ocurrir entonces en algunas
comunidades cristianas después de Jesús
y de ahí que tratara el evangelista de reconducir los malos comportamientos de
algunos y por eso les recordaba cómo debían comportarse.
Por
último, Pablo nos regala la esencia
del deber de todo miembro de una comunidad y lo hizo aconsejando “no deber nada a los demás” y, si acaso
sólo “amor” porque “amar a los demás” hace que quienes lo practican
estén cumpliendo con la Ley de Dios
pues todos los demás preceptos o mandamientos religiosos se resumen en “amar a Dios y al prójimo”.
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