Colaboración de Paco Pérez
Capítulo XVI
RECUERDOS DEL CINE “GODOY”
Capítulo XVI
RECUERDOS DEL CINE “GODOY”
D. Juan Godoy
“El Boticario” fue
un señor que se vio zarandeado por las consecuencias de la Tercera Guerra Carlista, hecho que le obligó a optar por cambiar su
residencia habitual y, siendo natural del
Norte de España, se trasladó hasta nuestra provincia para comenzar su nueva
andadura en estas tierras. Al llegar aquí, en los pueblos de Ibros y Rus, invirtió su dinero en propiedades agrícolas aunque su
profesión era otra bien diferente.
De
manera casual Paco e Irene Moreno Godoy, hijos de D. Juan, vinieron por Villargordo y las circunstancias
hicieron que un tiempo después ambos formalizaran relaciones con Enrique Moral “Letras” y Asunción García Ciprián,
hija de “Zamorita” y hermana de Elena (madre de Tomás Lendínez) y de Tomás
(padre de Tomás y Pepe Luís). Enrique e Irene tuvieron
a Ana, Antonio, Juan y Pepa mientras que Paco y Asunción sólo
tuvieron a Juanito.
Las
circunstancias reseñadas hicieron que D.
Juan construyera en nuestro pueblo dos casas adosadas, la que destinó a
residencia habitual (con planta baja y dos más, hoy de la familia “Tropezón”, Manolo y Luisito) y una adyacente
en la que Paco regentó una farmacia (con planta baja y una más, hoy
de la familia “Pancho”, Antonio “Botana” y herederos de Juanito).
A
pesar de que Paco tuvo el negocio de
la farmacia, según me comentaron Tomás
Lendínez y Tomás García,
sobrinos de su esposa, sólo estudió 1 ó 2 años de dicha carrera pero no la
acabó aunque él afirmara que sí.
En
aquellos tiempos se podía abrir un negocio de farmacia si se contrataba a una persona
que tuviera el título de farmacéutico pues ese señor sí podía prestar esos
servicios al público. El último empleado que tuvo era hermano de Carmencita, aquella señora que
trabajaba en casa de la familia Agudo como
empleada de hogar pero un tiempo después se deterioraron las relaciones
laborales que mantenían porque el farmacéutico le pidió una subida salarial, Paco se la negó, el trabajador se
marchó y la “Farmacia” cerró sus
puertas. Desde ese momento vivió de las propiedades agrícolas heredadas de su
padre, don Juan “El Boticario”, y de su suegro, “Zamorita”.
El
señor Paco habitaba la vivienda
señorial que heredó de su padre, la que fue construida por el maestro albañil Antonio José Guijarro “El Chato” y la levantó en un lugar que
en aquellos años estaba aislada de las otras viviendas del pueblo, hoy está en
el centro.
Ambas
construcciones tenían un patio delantero con jardinería y quedaban aisladas del
exterior por una verja metálica de hierro forjado que estaba asentada sobre una
base de obra encalada y cuya parte superior se remataba con la colocación de
unas piedras rectangulares. A las viviendas se accedía por unas puertas de
madera y al patio delantero por dos metálicas, ambas estaban fijadas a unos
pilares de obra y encalados.
En
la parte trasera de ambos edificios había un patio de grandes dimensiones que
era de uso común para ambas casas y, cuando el edificio de la “Farmacia” fue adquirido por el señor Blas Castellano López “Pancho”, se le adjuntó un trozo pequeño
de patio. En este local inauguró el señor Blas
su negocio de “Bar- Cafetería”.
Un
tiempo después Paco enviudó y
decidió inaugurar un cine de verano al que comercialmente bautizó como “Cine Godoy”. El local que habilitó fue
el patio trasero de su casa, sobre ese terreno está edificado hoy el “Salón de bodas” de “El Tropezón”, y a él se accedía por la
calle que entonces era conocida como Carretera
de la Infantas, frente a la farmacia de D. Andrés Padilla Bolívar.
Tenía
dos puertas, una para el “patio de sillas”, y la otra para quienes
optaban por presenciar la película sentados en los duros escalones de la grada
conocida popularmente como “general o
gallinero”, ambas partes estaban separadas por una barandilla construida
con ladrillos, y dos ventanillas situadas
junto a la puerta primera, en ellas se realizaba la venta de las entradas.
En
la parte interior del cine, junto a las taquillas, había habilitados dos
habitáculos pequeños que eran utilizados como servicios por quienes necesitaban
hacer uso de ellos en una emergencia.
La
clientela de la zona de sillas se correspondía con los matrimonios e hijos,
personas mayores que asistían solas y las parejas de novios.
Hablando
de este cine con un buen amigo que reside en Abarán (Murcia) me
comentó que tenía de este cine un recuerdo imborrable, me intrigó su afirmación
y le dije:
-
¿Qué hecho tan especial te dejó esa impresión?
Tomó
de nuevo la palabra, se le notaba emocionado, y me dijo:
-
Tú sabes bien, aunque seas algo menor que yo, que en aquellos años salir con
las novias solos era muy complicado pues los padres miraban mucho las formas y
a las mujeres le ponían en las casas muchas condiciones hasta para salir a la
puerta de la calle. Por esas razones el hecho que me dejó esa clase de recuerdo
fue que, estando novio, nos permitieron ir solos a ver una película por primera
vez.
La
película que se proyectó se titulaba “El perro de Baskerville”, no se me ha
olvidado aún.
El
recinto no tenía forma uniforme pues se estrechaba en su arte final, en la que construyó
la escalinata del “gallinero”, en su
parte más alta estaba la cabina con la máquina y en ella trabajaba el señor Arturo López, el operador.
Yo
era muy niño cuando acudía con la familia a ver las películas pero recuerdo el
alboroto que se metía en el gallinero cuando se aproximaba la hora de empezar la
proyección de la película y el señor Arturo
se retrasaba porque le costaba trabajo abandonar el vaso de vino en el bar.
Cuando esto ocurría comenzaban a cantar:
-
Que empiece ya
o el público se
va…
Este
era el mensaje que se repetía una y otra vez hasta que él aparecía por la
puerta próxima a la escalinata y entonces los espectadores abandonaban ese
cántico y gritaban de manera atronadora:
-
¡¡¡Bieeen!!!
Después
se hacía el silencio en el ambiente y unos minutos después comenzaba el NO-DO, espacio informativo de los acontecimientos de España.
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