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lunes, 22 de febrero de 2021

HISTORIAS RECORDADAS MIENTRAS SABOREÁBAMOS UN CAFÉ

                                 Colaboración de Paco Pérez

LAS COSAS DE DOÑA PAQUITA “LA PELÁ”

Capítulo I

En aquellos añorados tiempos, no muy lejanos, en los que las personas vivíamos en unos niveles de felicidad razonables porque estábamos acostumbrados a funcionar cada día acompañados de los problemas habituales que cada uno teníamos en la familia y, además, haciéndolo sin quejas y lamentaciones. Por esa realidad, cuando por la mañana llegaba la hora habitual, salíamos por la puerta para realizar el ritual de cada día, en nuestro caso: Caminar, comprar, saludar a quienes nos encontrábamos y visitar la cafetería para tomar un reparador café antes de retornar al hogar.
Con estas cosas tan simples éramos muy felices pues nos conformábamos con poco porque quienes tienen poco menos necesitan, es decir, tomando un café con los amigos recordábamos historietas graciosas, reíamos con gana y así pasábamos un rato muy divertido.
Hablo de esas vivencias con añoranza y no exentas de dolor porque hoy, 22 de febrero, se nos ha recordado en los medios que hace un año, en España, aún hacíamos una vida normal mientras que en Italia, ese día, las autoridades confinaban ONCE poblaciones por Covid-19 siendo la razón esgrimida para realizar esa acción que DOS personas habían muerto por COVID-19 mientras que aquí seguíamos viviendo con nuestro modelo de vida habitual, como si el virus no estuviera por aquí dando vueltas en esas fechas. La desinformación oficial nos hizo no tener miedo a la hora de salir a la calle y a ser invadidos por el dichoso virus, es decir, hacíamos las cosas propias de quienes llevan una vida sin sobresaltos.
En nuestro caso salíamos de casa temprano para caminar y reconozco que, a veces, lo hacíamos sin desearlo pero no decíamos nada porque sabíamos que era una obligación para ambos si queríamos mantener muy bien los niveles que con la edad se le deterioran a quienes ya tenemos unos cuántos años de más. Una hora después de salir, al acabar el recorrido programado, nos dirigíamos a la cafetería para tomarnos la “dosis diaria” y leer la prensa, a veces, teníamos allí encuentros no programados con conocidos o amigos.
Solíamos coincidir mucho, cumpliendo con el ritual, con nuestros buenos amigos Ana María MateosLa Pelá” y Ramón Albao Carmona, pasábamos el tiempo intercambiando temas y al finalizarlos nos marchábamos para casa. En alguna ocasión se nos unió la señora Paquita, hermana de Ana María y, como es costumbre en ella, siempre se mostraba muy generosa utilizando al hablar algunos de sus “palabros” típicos y, la verdad, lo pasábamos muy bien.
Una mañana, estando charlando los cuatro, Ana María recordó algunas de las ocurrencias de su hermana y, en ese ambiente de recuerdos y risas, Ramón se comprometió a escribir en casa lo que ambos fueran recordando. Lo cumplió y un tiempo después me dio escritos unos folios con dichos recuerdos familiares. Hoy, después de estar un tiempo guardados en una carpeta, los he mecanografiado para que con su lectura revivamos los momentos felices de aquel pasado reciente, llevemos mejor el dichoso confinamiento y, con las risas que nos proporcione su lectura, carguemos las pilas de la felicidad hasta que recibamos la vacuna que nos permita volver a nuestras añoradas costumbres.
EL TELEGRAMA
Colaboración de Ana María y Ramón
Una mañana, como otras muchas, mi esposa cogió el carro de la compra antes de salir de casa y nos lo llevamos para traer en él lo que fuéramos adquiriendo después de tomar el café.
Íbamos de regreso y, sin esperarlo, sentimos a nuestras espaldas unas voces inconfundibles… ¡Era Paquita, la hermana de Ana María!

Nos paramos para esperarla y cuando estuvo más cerca de nosotros nos dijo:
- ¡Oyeeeeee! ¿A dónde vais con tanta prisa?
Nosotros llevábamos una marcha normal, nos sorprendimos con sus palabras y Ana María le contestó:
- Vamos a comprar a la tienda de CapillaLa Retrepá”.
Entonces tomó de nuevo la palabra y nos soltó una salida de las suyas:
- ¡Mííííralos, a comprar a “La Retrepá” y van más deprisa que un telegrama!
Entonces, Ana María, le preguntó:
- ¿Y tú, adónde vas por este barrio tan lejos de tu casa?
– Voy a la tienda de Ramona – le contestó.
- Muy urgente tiene que ser la compra para que vengas tan lejos y no esperes al “mercadillo” – afirmó sorprendida Ana María.
Esta respuesta normal y lógica nos hizo descubrir, sin esperarlo, la verdadera razón por la que iba a visitar a Ramona:
- Voy a comprar calzoncillos y calcetines para el Nono y ya no voy a ir más al “mercadillo”.
- ¿Qué te ha pasado allí para que digas eso? – le preguntó preocupada su hermana.
– Que los calcetines que venden allí no sabes dónde están los dedos o el talón.
Como es lógico con esta inesperada respuesta nos reímos mucho, ella también, y cuando nos serenamos continuó con esta otra ocurrencia:
- Hermana, tú sabes bien que aquí – se daba golpes con la palma de la mano en el pecho mientras hablaba-… ¡Hay categoría!
Cuando creíamos que ya había acabado nos sorprendió con otra salida genial:
- Además, tú sabes bien que me has dicho muchas veces… ¡Eres más delicada que laBicheja Vieja”!

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