Colaboración de “El Gran Serafín”
Saqué
el alma de mi cuerpo para poderla limpiar y, moviendo de sitio cosas que tenía
guardás, se me quedaron las marcas y no las pude borrar.
La
zona más misteriosa no la pude ni tocar, amenazaba ruinas y estaba deshabitá,
intenté rehabilitarla para poderla habitar, piqué todas las paredes y las volví
a repellar y, a los cuatro o cinco meses, las manchas volvieron a estar.
Abrí
ventana a mi vida para poder respirar y me dormí tan profundo que al otro día, al
despertar, me besaron la mejilla y no me enteré de na.
Salí
fuera de mí mismo y, mirando al lugar donde había dejado el alma, ya no la pude
encontrar. Busqué a quien se la llevó pero nadie sabía na y, una niña que lo
vio, me dijo:
-
No llores más, que el alma que tú has dejado yo la tengo aquí guardá, porque al
ver que no venías también se puso a llorar y tanta pena me dio que la tuve que
consolar de aquella pena de amor que tú le hiciste pasar.
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