Colaboración de Paco Pérez
LA EVOLUCIÓN DE LA LITURGIA
El pueblo siempre ofreció a Dios sacrificios, le habló de sus necesidades, se mostró
arrepentido de sus pecados, le pidió el perdón y le agradeció lo que había
recibido de Él. Si nos fijamos en
los modelos litúrgicos que se nos presentan hoy comprobaremos que hay evolución
y unas diferencias.
Moisés estuvo en el Sinaí
y recibió de Dios la Ley, bajó y se reunió con el pueblo, les
contó lo que el Señor quería de ellos, se comprometieron a cumplir su
deseo y él escribió las normas recibidas.
Al día siguiente se levantó temprano para edificar
un altar, escribió en piedras los nombres de las doce tribus y las colocó en
lugar visible. Cuando comenzó el acto les mandó que sacrificaran unos animales
y que recogieran la sangre, la mitad la derramó sobre el altar y la otra mitad la
guardó en vasijas, les leyó las normas contenidas en el Decálogo y ellos
prometieron cumplirlas. En Éxodo 24, 8 leemos lo que Moisés les
dijo:
[Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:
- Ésta
es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos
mandatos.].
Una parte de los animales fue ofrecida en holocausto
en el altar, sus cenizas esparcidas sobre el pueblo y la otra parte la comieron
en comunión, así comenzó el ritual de los actos comunitarios organizados
para dar gracias a Dios por la Alianza que les había regalado.
Con el paso de los años el pueblo judío estableció
algunas fiestas y hoy, en el evangelio se nos habla de dos, la de Pascua
y los Ázimos. Al principio, se celebraban por separado y cada una tenía
su significado. La de Pascua era celebrada por los pastores en las
tiendas o por las familias en las casas pero no iban al templo, sacrificaban
el cordero para que la fecundidad de sus animales fuera buena y para
ello untaban con sangre los palos de las tiendas, después también
lo hicieron con las jambas de las puertas para la protección de
sus ocupantes, comenzó en Egipto para evitar que el exterminador matara a sus
primogénitos. El pan ázimo recordaba al que tuvieron que hacer con prisas
y sin levadura al salir de allí corriendo. Más adelante el templo
comenzó a tener protagonismo cuando los sacrificios se hacían en él pero en
casa la carne se cenaba asada y se acompañaba con panes ázimos. También
se instituyeron las peregrinaciones al Templo. Más adelante se unificaron
ambas celebraciones y
pasó a ser la “Fiesta de acción de gracias al Dios de la Alianza por la
liberación de la esclavitud de Egipto”.
El hecho religioso cambió de manera definitiva con
la manifestación pública de Jesús y alcanzó su punto culminante cuando unos
años después dio por concluida su etapa terrenal porque Él fue el templo, no se sacrificaron animales, sólo Él, no se derramó la sangre de ellos,
sólo la suya, y antes de Él se
repetían los sacrificios cruentos pero después de su muerte ya no hubo
necesidad de más sacrificios de esas características porque con él quedaron perdonados
los pecados de los hombres de todos los tiempos al regalarnos la salvación, por el amor que el Padre nos tiene.
En esos pasos finales nos mostró el fundamento de su
mensaje, el porqué de los sucesos que se desencadenarían después y el ritual
de la “Nueva Alianza”. En este punto encaja la celebración de la Última
Cena, un acto organizado por Jesús para celebrar el fin de su etapa
terrenal y la despedida de quienes habían sido sus discípulos pero ellos sólo
veían la tradicional celebración de la fiesta de “Pascua-Ázimos”. En
ella nos enseñó Él que es necesario reunirse alrededor de la mesa cuando
hay motivos y ese día los había porque iban a tomar caminos diferentes, que es
bueno compartir la comida, las alegrías, el sufrimiento y los proyectos
personales para el futuro, de ahí que les comunicara que iba a entregar su vida
cruentamente para el perdón de los pecados de las personas de todos los
tiempos.
En
aquellos momentos no lo entendieron los discípulos pero después, cuando se desencadenaron
los acontecimientos dolorosos y se fueron cumpliendo las palabras que los anunció
entonces recordaron sus enseñanzas de aquellos años, se las comunicaban a los seguidores
y todos se reunían para cumplir su encargo… “Haced esto en memoria mía”.
Cuando
se reunían recordaban sus palabras, éstas eran un buen alimento espiritual para
su creencia, la fe los mantenía unidos y los actos ejemplares que hacían sin
miedo eran el fruto de la vida ejemplar que Él llevó y ellos asimilaron.
Después, aquella celebración conocida como “Última Cena” continuó teniendo
vigencia en la comunidad cristiana pero fue cambiando de formato hasta quedar
con el actual para hacerla más entendible pero si este cambio consiste en
llamarle Misa o Eucaristía, asistir el sábado o el
domingo a ella como floreros durante la celebración o escuchando las
homilías, comulgar de manera masificada porque ahora nadie confiesa aunque se
recomiende y después marcharnos a casa sin comprender lo que realmente enseñó Jesús... ¿Salimos satisfechos? Para aproximarnos algo al modelo que nos propuso será necesario que haya un
cambio radical desde la cúspide de la pirámide hasta los fieles, la base, y todos
tendremos que tener la intención de cambiar nuestro comportamiento cristiano
cómodo hasta alcanzar una práctica que esté más próxima a la realidad del
mensaje y de nuestros tiempos.
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