Colaboración de Paco Pérez
SÓLO NECESITABAN TENER FE EN ÉL
Jesús, una vez más,
nos muestra su grandeza comportándose con las personas de manera diferente a las
costumbres ancestrales de aquella sociedad.
¿Dónde estaba la diferencia?
Cuando
les hablaba lo hacía con parábolas porque era un lenguaje que
todos entendían y, como conocía el estado de abandono y de exclusión social en
que vivían, se compadecía de ellos, curaba a los enfermos, expulsaba los
demonios y así era como se preocupaba de formar una sociedad en la que hubiera un
comportamiento fraterno para que el Reino de Dios iniciara su andadura
terrenal. Así intentaba que todo cambiara a mejor pero sin modificarles su
manera de entender la religión sino liberarlos de las influencias que el
mal ejercía en ellos y entonces pudieran vivir mejor y en libertad.
Aquellas
personas estaban
educadas en el judaísmo y no entendían la
enfermedad como algo natural que nos afecta por diversas razones, ellos creían que
Dios los había abandonado por sus malos actos y los había castigado. Guiados por esa
creencia arrinconaban a quienes tenían ciertas enfermedades, la mujer hemorroisa
que se acercó hasta Jesús y lo tocó
entraba en ese grupo de rechazados. Esa circunstancia les hizo sorprenderse
cuando Él no le reprochó que le
tocara sino que actuó interesándose por ella, tratándola de manera cariñosa
cuando se identificó y comunicándole que su FE la había curado.
Entonces,
los enfermos eran cuidados por la familia, los compañeros del trabajo o
los vecinos… ¿Cómo?
Les aconsejaban que
reconocieran ante Dios su pecado y que le pidieran perdón por sus
errores, los afectados lo hacían, y también les buscaban la ayuda de algún
curandero de su entorno.
Jesús, por las curaciones que
hacía, alcanzó mucha fama y, después de su muerte, algunos magos o exorcistas
que no eran cristianos usaban su nombre cuando realizaban su trabajo. Los
procedimientos empleados eran diferentes pues ellos primero reconocían al
enfermo y después le diagnosticaban pero Él no tenía necesidad de hacer eso,
tampoco usaba instrumental alguno ni les prescribía potingues para su mal. A Él,
además del problema físico, también le preocupaba la estabilidad emocional de quienes
no eran respetados por el conjunto social de su entorno.
Lo más importante de Jesús
no era lo que hacía sino la fuerza curadora que tenía y el fin
que perseguía… La transformación de aquella sociedad para lograr un mundo
nuevo, el que Dios quiere para todos.
El
evangelio nos muestra dos milagros, de la hemorroisa y el de la hija
de Jairo. En ambos se comprueba la condición divina de Jesús y el
enorme valor que tiene la fe en la resolución de los problemas que la
vida presenta a las personas, con ella se resuelve todo y sin ella
quedamos indefensos ante el mal, la enfermedad o la muerte. También comprobamos
cómo la fe no está en quienes dicen ser creyentes sino en quienes de
verdad comprenden quién es Jesús.
Dios no es el autor de la muerte
pero sí lo es de la vida y por eso siempre quiso que gozáramos de buena salud,
razón por la que dotó a las personas de ella. A pesar de sus deseos la
muerte entró en nosotros por culpa del odio del demonio y de quienes lo
siguen.
Un
tiempo después, Pablo se dirigió a los corintios enumerándoles
sus buenas cualidades y animándolos a practicar la generosidad con los
demás y lo hizo tomando como modelo a Jesús pues Él, siendo rico
en todo, se hizo pobre por la humanidad para enriquecernos con su
ejemplo de vida.
El
apóstol decía que la generosidad no consiste en desprendernos de lo que
tenemos para pasar estrecheces después sino en compartir lo que tenemos con los
que no tienen nada y así, en otro momento, nosotros podremos ser correspondidos
por otros.
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