Colaboración de Paco Pérez
LAS PEÑAS VILLARGORDEÑAS Y SUS PERSONAJES
Capítulo I
[El pueblo que
no conoce su historia está condenado a repetirla]. Se desconoce
quién fue su autor pero lo cierto es que, al escribirla o comunicarla, se
anticipó a los acontecimientos futuros y con ella nos demostró que conocía la
insensatez de las personas muy bien.
Camille Sée también escribió
en esa línea: [Dicen
que la historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan.].
Planteo
este comienzo porque en España está
de moda olvidar estos mensajes que fueron avisos a los navegantes y todo porque
a nuestros políticos progresistas les
ocurre como a los habitantes de esos pueblos que todavía viven guiados por sus costumbres
ancestrales en medio de cualquier selva, yo no he estado allí para comprobarlo
pero algo sí he leído algo de lo que está publicado, ellos no conservan las
vivencias del día a día y por esta realidad son incapaces de progresar a otra
situación diferente y mejor, es decir, mantienen un “comportamiento infantil”… ¿Por qué?
Porque
a los “encargado” de orientar la
vida colectiva de las “tribus” les
ocurre como a nuestros dirigentes políticos, sólo están pendientes de cambiar la
realidad de la historia, o los hechos de cada día, para así anestesiar a la
militancia con las versiones distorsionadas que en cada momento más favorecen a
quienes mandan sus destinos, en este caso los de España o las periferias
separatistas… ¡Y así nos va de bien
con ellos, eeea!
Siguiendo
esta filosofía inculta y rastrera enaltecen por intereses personales a ciertos
personajes de su cuerda ideológica
cuando los únicos méritos que presentan en su “Currículum vitae” son aquellos que guardan relación con la extorsión, el robo, el secuestro, el asesinato, el “golpe de Estado” para la ruptura de la “UNIDAD NACIONAL”, el no arrepentimiento… Estos hechos fueron investigados en su día por los Cuerpos de Seguridad del Estado y después
juzgados, condenados y encarcelados por sus delitos pero ahora están siendo
tratados como héroes pues reciben beneficios penitenciaros y homenajes
populares. No contentos con lo concedido piden más y las autoridades se olvidan de las víctimas de sus
atentados mediante el arrinconamiento y
la humillación… ¡Vivir para ver cómo este dichoso mundo camina
al revés!
Por
todos estos desmanes manifiesto que es una barbaridad lo que nos están haciendo
y por eso digo… ¡Basta ya de mentiras y
comportamientos interesados que sólo están sirviendo para destruir la unidad nacional
y dañando los sentimientos de las personas honestas y sensatas!
Empujado
por estas injusticias me sentí feliz de haber nacido en Villargordo, de haber convivido con personas de distintas
ideologías pero todas muy sencillas y buenas y, ante estas realidades me dije:
-
Si se hacen homenajes a estos personajes que tienen una historia que sólo merece
ser enterrada y olvidada… ¿Por qué no recordamos más en cada pueblo a los
personajes locales que, con sus debilidades
y ocurrencias, alegraron la
convivencia?
Dedicado
a quienes, de manera sencilla, consiguieron que en nuestro pueblo ésta fuera
sana… ¡Va por todos, los ausentes y los que
aún viven!
Aquí,
como en todos los pueblos y ciudades, es normal que las personas se reúnan con
otras en algún lugar de manera ocasional o frecuente empujadas por esa
tendencia natural que tenemos a la socialización y, cómo no, porque es una
necesidad. Quienes actúan así, después de un tiempo, lo que empieza sin
compromiso acaba con atadura y entonces nacen los grupos humanos… ¿Por qué
suele ocurrir?
Hay
razones naturales que los originan: La edad, la afición o la práctica de un
deporte, vivir en el mismo barrio, la profesión… Podríamos seguir escudriñando
y entonces encontraríamos en cualquier lugar que, además, hay otros factores
que también nos llevan a formar esas piñas humanas.
Haciendo
esa labor de investigación comprobamos que en el pasado, durante muchos años, la
“liguera” del mediodía o de la noche
fue el elemento de cohesión más determinante que hubo para formar esos colectivos
pues los mayores, al acabarse la jornada laboral, tenían pocas oportunidades
para pasar el tiempo con agrado y por eso se reunían, según donde vivían, en
las esquinas de “Teléfonos”, “El Ratón” y “Jiménez” o en “El Paseo”.
Comenzaban charlando y acababan reunidos alrededor de una mesa para compartir
una botella de vino, normalmente bebían blanco. En ese rato, poco a poco y
después de unos lengüetazos al vaso, iba apareciendo el ingenio de los
reunidos, el espíritu se relajaba con las bromas que se daban y las risas se
escuchaban desde lejos.
Con
características de distinta índole se formaron muchas peñas pero todas no
fueron “bautizadas” por los paisanos
y por esa razón sólo recordaré a las que sí lo fueron. En esa línea, aunque con
estilos particulares y en épocas distintas, recordaremos a:
1.-
“Los camioneros”.
Integrada
por dos inseparables amigos, Lorenzo
Jiménez “El del Estanco” y Santiago Martos “Santiagorro”, estos señores cumplían cada día con este principio: [A las doce, el
que no ha probado el vino, el diablo se lo lleva.]. Lorenzo era prudente, poco hablador y
silencioso mientras que Santiago era
ocurrente, dicharachero, muy exagerado, hablador y gracioso.
Un
día visité el Bar “Recreo” con José Mateos García “El Ciego”,
ellos ya estaban sentados haciendo la liguera y los saludamos. Santiago llamó a José:
-
Pepe, ven un momento.
José se acercó hasta
ellos y entonces comprobó que deseaba invitarlo a tomar un trago, aceptó y regresó
con una risa contenida, le pregunté qué había ocurrido y me dijo que después
del vino le había dado, de tapa, un trozo de pimiento verde crudo y una uva.
Un
rato después Santiago le repitió la
llamada y José le dijo en tono
socarrón:
-
Santiaaago… ¡No quiero tomar más tapas de verdííín, que me vas a escagarruzaaar!
Nos
reímos mucho con la expresión de José y
Santiago le prometió darle otra tapa diferente, él se fio de sus palabras,
acudió y en esta ocasión ya le dio un trozo de chorizo casero.
Los
ocurrentes Lorenzo y Santiago se marchaban a casa en cuanto
acababan con la botella y las tapas pues tomaban, además de las del
bar, las que llevaban ellos de casa y éstas eran sumamente originales:
Pimientos verdes crudos, cebolletas, rábanos, uvas, tocino más blanco que las camisetas
del Real Madrid o tan amarillo por rancio, como las del Villarreal, chorizo
casero...
En
una ocasión pregunté por el origen de
ese apodo y alguien me dijo que se debía al hecho de ser dos los conductores que siempre iban en los
camiones que hacían recorridos largos para así poder relevarse al volante.
Muchos
años después se bautizó oficialmente otra peña
vinatera, ésta era mucho más numerosa pero no mantenía en la plantilla la
misma estabilidad que la anterior debido a que algunos de sus componentes no acudían
a diario al encuentro del “botellón”.
Lo que sí mantenía ésta con esmero era el cumplir fielmente con el principio
básico de destapar la botella a las doce para llenar los vasos y saborear el
primer trago pero, como eran más jóvenes, les gustaba comenzar aclarando la
garganta con una fresca cerveza.
Los
componentes tenían algo muy bueno y poco común, nunca alargaban la “liguera” para tomarse en la barra la
espuela, ellos salían por la puerta del lugar de reunión a las 14:00 horas en
punto. Esta realidad hacía que, al salir yo del trabajo a la misma hora, muchos
días coincidiéramos y nos bajáramos charlando hasta la “esquina de Jiménez” y allí cada mochuelo se iba para su nido. Un
día reparé en la coincidencia horaria de nuestras salidas y les dije esta
ocurrencia espontánea:
-
¡Madre mía, sois más puntuales que “El
tren de las dos”!
Así
fue como quedó bautizada esta numerosa peña y ahora ya no es lo que era entonces
pues los fallecimientos, la edad y la salud los ha dispersado… ¡Sólo quedan vivos TRES miembros!
En
cambio, el vino no tuvo nada que ver en la formación de las peñas “El cartón”, “El Ruedo” o
“El Sombrero” pero eso no quiere
decir que sus componentes no lo probaran.
A
la primera, el nombre le viene porque la edad de sus componentes era, y es, muy
avanzada, el punto de reunión lo tienen en los bancos metálicos de “El Paseo” y sus miembros, para evitar en
invierno el frío o en el verano el calor que éstos regalan, antes de llegar a
él se paran en el contenedor del papel y ya van a la reunión con el “cartón” en la mano. En este grupo, el
elemento aglutinador es “salir de casa
y pasar la mañana distraídos con quienes
se acercan hasta ellos al pasar por el lugar o recordando anécdotas del pasado”.
La
segunda se formó porque se reunían en
cualquiera de nuestros bares o cafeterías atraídos por su gran afición a los toros, ahí veían juntos las corridas que televisaban y comentaban las incidencias”,
a ellos no los reunía un torero determinado sino el duende del arte que en
ellas se vive.
En
nuestro pueblo siempre hubo mucha afición a los toros pero la aparición de “El Cordobés” consiguió que fuera
enorme, implicando a los jóvenes y a los mayores. Viviendo en ese fervor torero,
una calurosa noche de verano, Pedro
“El cojo de la Ladera” (tío de Miguelito “El de los huertos”), Antonio
“Botana” y otros cuantos más hablaron
de toros y, un poco piñones, decidieron caminar hasta los cercados de toros que
había en el cortijo de “La Vega”
para probar de maletillas. Antes de salir la cuadrilla quedó organizada así: Pedro, el mayor del grupo, actuaría de
apoderado, Botana de maestro y los
otros serían los peones.
Recorrieron
a pie los kilómetros que había de distancia hasta el cortijo y, una vez allí,
comenzaron a observar los animales para que el apoderado decidiera qué toro era
el que mejor se acomodaba al maestro Botana.
Una vez decidido, saltó la cuadrilla la empalizada, Pedro observaba desde fuera y, unos momentos después, ya comprobaba
que los valientes que decían ser en la “liguera”
ahora no eran capaces de alejarse dos pasos de la cerca, él los animaba y les daba
instrucciones pero, cuando observó que el maestro Botana estaba más asustado
que los peones y viceversa, exclamó con coraje y le dijo:
-
¡Botanaaa, no seas tan maricóóón, acércate
al toro y arrímate a él si quieres tener fama algún día!
Se
pasó un buen rato dándoles voces y, cuando comprobó que daban más pasos para atrás
que para adelante, les dijo:
-
¡Vámonos que se pasa la noche y mañana
hay que trabajar! ¿Así queréis ser
toreros?
La
última peña es la más reciente y el único elemento común que tienen es el gusto o la necesidad de vestir en invierno
o verano con un “sombrero” para proteger
la cabeza de los rigores extremos que padecemos durante esas estaciones. Ésta
es la última que ha recibido el agua del Guadalbullón
antes de ser inscrita en el libro de “Peñas
Locales”.
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