Colaboración de Paco Pérez
LAS PERSONAS LA INDIVIDUALIDAD
La
incomprensión de las personas a la acción benefactora de Dios
queda patente, en sus diferentes manifestaciones, a lo largo de los años.
El pueblo liberado de la esclavitud caminaba libre por el desierto pero se olvidó del dolor y comenzó a añorar los alimentos de Egipto, protestó a Moisés, el Señor los perdonó, los escuchó y les prometió que comerían carne y que formarían un consejo de ancianos de setenta personas rectas y justas para que los orientara, estas cualidades serían necesarias para poder pertenecer a él pero la edad no.
Cuando
Moisés se reunió con ellos en la tienda, el Señor les regaló a todos
parte del espíritu de Moisés y comenzaron a profetizar, incluso a
los dos que no habían acudido y se habían quedado en el campamento. Este gesto
despertó quejas y empujó a Josué a pedirle a Moisés que no les
permitiera hacerlo pero la respuesta que le dio sirvió para corregirle su error
y enseñarle que nos cuesta mucho trabajo comprender las acciones del Señor
pues si para Él todo es sumamente fácil para nosotros la misma acción se
convierte en un problema. En este caso Josué no comprendió que los setenta
estaban protegidos por el Espíritu, que éste los guiaría cuando tuvieran
que tomar decisiones que orientaran al pueblo y que todo aquel que hace el bien
agrada a Dios.
Esta
institución fue en las primeras comunidades cristianas la responsable de
ayudar a los apóstoles y al pueblo hasta que fueron sustituidos por los obispos
con el paso del tiempo.
Pasaron
los años y la incultura casi generalizada seguía presente en el pueblo y hacía
creer a las personas que las enfermedades se las causaban los demonios y,
por esa creencia, quienes las tenían eran catalogados de endemoniados. Cuando
se planteaban estas situaciones la sociedad las justificaba hablando de lo puro
o lo impuro, lo bueno o lo malo… La pureza era asociada con lo religioso,
la bondad o la justicia y la impureza era acusada de ser
la causante de la injusticia y del mal.
Cuando
Jesús comenzó a predicar se cargó las costumbres ancestrales que el
judaísmo imponía a las personas con la barrera insalvable de la “ley
de pureza”. Él derribó esos planteamientos cuando les dijo que la pureza
no estaba en el cuerpo sino en los sentimientos y en los
comportamientos que manifestamos cuando tratamos a las personas de
nuestro entorno.
Jesús les proponía
que tuvieran libertad para decidir sobre la verdad y que, al
hacerlo, no escucharan esas presiones injustas que intentan ejercer los poderes
religiosos o políticos sobre las personas. Él les enseñó el camino
curándolos en sábado, defendiendo a sus discípulos cuando
los acusaban de comer sin lavarse, mezclándose con las personas acusadas
de impuras, oponiéndose a que usaran el nombre de Dios para
defender aquellas ideas nacionalistas radicales que rechazaban a los
opresores invasores pues Él lo que les proponía era otra cosa muy diferente,
que actuaran con libertad y radicalismo para defender los
planteamientos que buscaban el bien para todas las personas.
También
se nos recuerda la situación real de la comunidad en la que vivimos,
unos no pueden cubrir las necesidades mínimas de sus familias mientras que otros
viven en la abundancia y derrochando. Esta realidad recuerda a quienes viven
acumulando riquezas a lo largo del tiempo con injusticia, que es un error hacerlo
y que de él tendrán que dar cuentas cuando se presenten ante el Señor.
El
problema que se plantea, la actuación de quienes curaban en nombre de Jesús
sin pertenecer al grupo, no está en las personas que son acusadas sino en quienes
actúan de acusadores porque aún no han comprendido la realidad del mensaje de Cristo.
Es evidente que Jesús enseñaba el camino pero ni los discípulos comprendieron
sus palabras y con el paso de los años, la mayor parte de nosotros, tampoco.
Los dos ancianos tenían fe de verdad y profetizaban pero, en nuestros días… ¿Tenemos
realmente fe para acercarnos hasta Jesús y pedirle que intervenga ayudando a alguien
que tiene un problema?
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