Colaboración de Paco Pérez
VIAJANDO A JAÉN PARA LLEVAR Y TRAER LAS PELÍCULAS
Capítulo XVIII
Juantri
ha
recordado con gran precisión sus vivencias sobre lo que fue este original cine
y no hay mejor fuente para relatar los hechos que quienes lo viven mientras
ocurren.
Al leer en sus escritos los múltiples usos que el tito Juan daba a la furgoneta Mercedes de color blanco viajé al pasado para revivir las escenas cómicas que tuve la suerte de presenciar mientras las protagonizaba, unas veces estando solos y otras en compañía de otras personas, viajando a Madrid para ver algún partido de nuestro querido Real Madrid o para gestionar con el club la inauguración de la Peña, cuando lo llevaba a Mengíbar algunos domingos por la mañana para que viajara en la Sepulvedana a ver el partido de aquella tarde, conviviendo en la Peña o tomando en el bar unas cervezas. Siguiendo su ejemplo voy a relatar algunos de los muchos hechos que protagonizó y que presencié.
El
recuerdo de la furgoneta Mercedes de color blanco me hizo viajar
hasta una mañana de verano, iba con mi esposa hacia la parada del autocar para
viajar a Jaén y nos encontramos con Juan en la esquina de “Los Mateos”,
nos saludamos y, al vernos arreglados, nos preguntó:
-
¿Vais a Jaén?
Le
contestamos afirmativamente y nos propuso que viajáramos con él en la furgoneta
pues iba a llevar unas cintas de las películas y a recoger otras.
En
aquellas fechas la carretera de Las Infantas estaba cortada por reformas
y había que ir por otras rutas alternativas, él optó por la más corta y tomó la
que iba por el camino Lucena, unos kilómetros después se desvió por un
carril malísimo y finalmente retornó al tramo de la carretera que se reformaba
y que estaba abierto al tráfico, lo hizo muy cerca de la “Casilla de Justo”.
Aunque
era temprano ya hacía calor, en aquellos tiempos los vehículos no solían tener
refrigeración y como al conductor le importaba un comino que el polvo entrara
en el vehículo pues viajamos con los cristales bajados, la polvareda que se levantaba
al circular fue nuestra inseparable compañera de cola y no nos abandonó hasta
que de nuevo pisamos el asfalto.
Al
llegar a Jaén condujo el vehículo hasta la plaza Coca de la Piñera,
aparcó frente a la cafetería de la Estación de Autobuses, nos preguntó
sobre cuándo pensábamos regresar y le dijimos que regresaríamos en el autocar de
las once treinta porque acabaríamos pronto. Entonces nos dijo que iba a
desayunar y que nos esperaba una hora, acordamos que si no regresábamos a
tiempo que se marchara y nos despedimos.
Cuando
nos bajamos del vehículo descubrimos que las vestimentas estaban cubiertas de
polvo, tanto que estaban casi tan blancas que nos recordaron a las sardinas
cuando se preparan para echarlas a la sartén.
Realizamos
la gestión que motivaba nuestro viaje y regresamos pronto, él nos estaba
esperando y, cuando estuvimos subidos de nuevo en la furgoneta, nos dijo:
-
Ahora vamos a ir a la nueva Estación de Autobuses para gestionar mi
asunto, yo acabo más rápido que vosotros.
En
aquellas fechas la vieja Estación estaba también de reformas y la parada
provisional de los autocares estaba junto al viejo Campo de Fútbol del Real
Jaén. Al llegar a ese entorno comprobamos que aparcar en aquella zona era
un caos, él lo necesitaba, miraba en todas direcciones pero no encontraba dónde
hacerlo y, sin esperarlo, le dio un brusco volantazo al vehículo sin activar la
intermitente de giro, aparcó encima de una acera muy amplia que vio libre de personas
y… ¡Menudo pitorreo le metieron los conductores que iban detrás!
Él
no se inmutó ni se preocupó, comenzó a hablar solo y, antes de bajarse, soltó
una frase de las suyas mientras abría las puertas traseras de la furgoneta para
coger las sacas de las cintas, la que aún no he olvidado:
-
¡Coooño, tendré que resolver yo mis asuntos!
Cogió
las cintas, fue a facturarlas, recogió las nuevas, regresamos al pueblo con una nueva capa de
polvo en la ropa y al llegar a casa las vestimentas fueron a pedir cita a la
lavadora.
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