Colaboración de Francisco Pérez López
SERVIR,
NOS ENALTECE
Isaías nos habla de un
misterioso personaje al que no señala como el Mesías pero sí lo rodea de
un conjunto de responsabilidades que le harían sufrir, adversidades que debería
padecer y con el dolor que le ocasionaran podría expiar las faltas de todas las
personas pues con ese sufrimiento serían perdonados por el Padre y
alcanzarían la salvación.
Cuando Jesús comenzó su ministerio quienes iban con Él lo hacían sin entender aún sus mensajes… ¿Por qué?
Porque
esperaban la venida de un caudillo poderoso que lucharía al lado de su pueblo para
aplastar a los poderes que en aquellos tiempos los oprimían y creían
que, cuando ese deseo se convirtiera en realidad, ellos ocuparían a su lado los
puestos de privilegio.
Cuando
les anunció lo que sufriría, no lo entendieron, continuaron reivindicándole
posiciones de privilegio y después, cuando se cumplió su anunció, uno lo
entregó, otro lo negó y la mayoría lo abandonaron. En todos los tiempos y en
todos los grupos humanos querer ocupar los primeros puestos es una realidad y
entre los discípulos ese egoísmo personal también se manifestó, Juan y
Santiago fueron los primeros y su acción despertó entre los otros un
legítimo malestar. La petición de los hermanos sirvió a Jesús para
exponerles los sacrificios que tendrían que hacer y los sufrimientos que deberían
padecer, ellos aceptaron las consecuencias y Él les confirmó que sufrirían
al padecer esas experiencias pero les aseguró que concederles o negarles esos
privilegios correspondía al Padre.
Después
los previno sobre el comportamiento de quienes ocupan el poder pues sólo buscan
servirse de los demás mientras que quienes buscan el Reino deben saber
que lo más importante está en servir a los necesitados.
Las
comunidades que después formaron los seguidores de Jesús seguían el
espíritu que les enseñó, es decir, quienes estaban al frente de esos grupos cristianos
no eran servidos, no oprimían a nadie, no esclavizaban y sí eran quienes más servían.
Ese es el camino sobre el que debemos profundizar para después enseñarlo y
practicarlo, no hay otra forma de dar testimonio del Reino de Dios.
En
Hebreos se nos presenta a un Jesús totalmente humanizado,
menos en el pecado, y por ser hombre debemos acercarnos a Él con
confianza pues esa realidad le hizo experimentar el acoso de las debilidades
humanas, las venció, no cayó en las redes del pecado pero como vivió nuestros
problemas a fondo los conoce y esa experiencia le permitió saber cómo resolver
nuestros problemas. Por esta vivencia nadie está tan capacitado como Jesús
para comprender los problemas ajenos, poder perdonar y acoger
a quienes sufren y también porque nadie como Él podrá llevar ante el Padre
una petición de solución para nuestras necesidades.
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