Colaboración de Paco Pérez
LO MÁS IMPORTANTE, COMPARTIR
Jesús fue preparando
a los discípulos durante la convivencia diaria que tenían para que, llegado el
momento, ellos pudieran ir a otros lugares a evangelizar hablándoles del
Reino de Dios.
Así
comenzó la Iglesia a predicar en salida, cuando regresaron se reunieron
con Él y les propuso alejarse a un lugar tranquilo para comentar juntos las
vivencias que habían tenido pero no pudieron hacerlo porque la multitud los
estaba esperando… ¿Qué hizo Jesús?
Primero les habló, después se preocupó de dar respuesta a sus problemas y, finalmente, les dio de comer. Al ayudar a quienes lo necesitaban enseñó a los discípulos que lo hecho era lo que siempre les había dicho que hicieran con los necesitados. Esta respuesta es la que siempre da Dios a su pueblo y lo podemos comprobar recordando que en tiempos de Moisés el Padre también ayudó al pueblo que caminaba errante por el desierto dándoles cada día de comer, recordemos el “maná” y las “codornices”.
Si
leemos el texto del evangelio, todo el capítulo, comprobaremos que los
discípulos, a pesar de haber estado evangelizando, la experiencia que tuvieron no
debió ser muy provechosa porque ante la multitud que los esperaba no respondieron
acertadamente para dar solución al problema que tenían ante ellos: Era
tarde, estaban en un lugar alejado y en descampado, necesitaban comer y tenían
que buscar un lugar para alojarse. Ante esa realidad ellos le propusieron a
Jesús que los despidiera y se apañaran como pudieran.
Analizando
este comportamiento me pregunto… ¿Habían predicado correctamente, siguiendo
la línea que Jesús les había enseñado, durante su viaje evangelizador?
Jesús hacía milagros
para ayudar y enseñar a las personas de todos los tiempos que lo más importante
que intentaba realizar con sus acciones era conseguir la transformación de
nuestros sentimientos hacia los demás para que así podamos ayudar
a quienes tengan necesidades.
Los
hombres que creen en Dios tienen un comportamiento correcto al cumplir
con sus leyes y las de los hombres y, como siempre son justos, el Padre
los protege ante los peligros que siempre acechan. Hoy encontramos el ejemplo positivo
de Melquisedec pues acogió a Abrahán y a sus soldados, les dio
comida y bebida.
La
carta que Pablo escribió a los corintios cobra hoy una actualidad grande
si reflexionamos sobre cómo se celebraba entonces la “Cena del Señor”,
cómo se hace hoy y cómo fue la de Jesús con los discípulos. Les recordó
lo sucedido en la “última cena” para que, reflexionando sobre lo que
estaban haciendo ellos, pusieran fin a las celebraciones equivocadas que
estaban practicando en recuerdo de aquel momento de la historia del
cristianismo… ¿Qué hacían para que se lo reprochara?
Al
principio, se reunían para recordar la “Cena del
Señor” y compartían alimentos pero un tiempo después la convirtieron en
un acto equivocado porque dejaron de compartir para manifestar en esa reunión las
diferencias que había entre sus miembros pues quienes tenían una buena
posición económica despreciaban a quienes eran pobres, no compartían
y así los humillaban, es decir, la habían convertido justamente en lo
contrario que Jesús había enseñado. Con estas prácticas aberrantes lo
que estaban haciendo era acabar con el verdadero sentido que Él dio a la
“Última Cena”.
En
nuestros días, los laicos… ¿Estamos dando a esta celebración el
sentido correcto o también nos estamos equivocando? ¿Necesitamos que otra
persona nos recuerde el verdadero sentido de la Eucaristía para que
comprendamos si nuestra práctica es la correcta o sólo vamos a Misa?
No
estaría mal que el clero también revisara
lo que hace, se planteara interrogantes y, después de examinarse, decidiera
seguir haciendo lo mismo o cambiar el formato y abrazar la
práctica de Jesús.
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