Colaboración de Paco Pérez
ENEMISTAD Y RECHAZO
Moisés, cuyo
nacimiento lo fijan entre 1592 y 1392 a. C., aconsejaba a quienes estaban
desterrados en Egipto que escucharan
al Señor. Cuando les mostró la Ley les dijo: “Para cumplirla no había que
viajar ni al cielo ni más allá de los mares, bastaría con amar al Señor y escucharlo, guardar sus preceptos y mandatos y convertirse de verdad”. Pasaron muchos años desde que les
habló así, otros tantos hasta que Jesús comenzó a predicar y, después de
su muerte y resurrección, el CAMINO ya quedó acabado y sólo faltaba transitarlo
según las indicaciones que Él nos enseñó… ¿Lo estamos recorriendo
acertadamente o nos salimos de él con frecuencia?
Si no leemos la Biblia no podemos conocer los fundamentos de nuestra creencia pero si lo hacemos entonces conoceremos mejor al Señor, lo amaremos y nos resultará más fácil cumplir sus preceptos.
Para
comprender el evangelio deberemos saber que Palestina, territorialmente,
estaba organizada en tres zonas: Judea,
Samaría y Galilea. Al estar Samaría
en la parte central las personas de los otros lugares, cuando viajaban de una a
otra, tenían que pasar por ella. También que, setecientos años antes de Jesús, los asirios invadieron ese territorio,
deportaron a gran parte de sus habitantes y después trajeron colonos de Asiria para repoblar el lugar. Esto
hizo que se mezclaran los habitantes de Samaría
con los colonos y los nacidos fueron
una raza mestiza que, además, tenía una gran variedad de creencias religiosas.
Estas dos realidades les hicieron sufrir el rechazo de sus vecinos, una actitud
injusta, y comenzaron a llamarles “samaritanos”,
palabra que para los galileos y judíos
significaba bastardos, de ahí
la tirantez tan grande que se manifestaban en sus relaciones. Los “samaritanos”, empujados por estas
actitudes hostiles, construyeron un templo en el monte Garizim y rivalizó con el de Jerusalén
en el culto a Dios. Antes de que
naciera Jesús, la situación se agravó cuando el rey de Judea- Juan Hircano-
destruyó el templo de Garizim. Esta
acción aumentó la tensión entre sus habitantes, hubo disputas y, a veces,
acabaron cruentamente.
Cuando
Jesús tenía unos nueve años los “samaritanos” devolvieron a los judíos
la mala acción que ellos habían recibido porque, los que subieron a Jerusalén
en las “Fiestas de Pascua”, profanaron el Templo echando huesos de difunto en él.
Esta acción no la perdonaron los judíos
y desde entonces las disputas fueron
a más, la hospitalidad se perdió, no se saludaban y no acogían en sus casas a quienes eran considerados sus enemigos. Los
discípulos de Jesús también rechazaban a los “samaritanos”
pero Él les enseñaba el verdadero
camino visitándolos y quedándose durante algunos días entre
ellos.
¿Por
qué es bueno recordar estas realidades históricas?
Porque
nos ayudan a comprender que Jesús actuaba
de manera contraria a quienes lo rodeaban. Ellos practicaban el odio y
realizaban actos incorrectos contra sus enemigos pero Él no se cansaba de predicarles lo
contrario, el perdón y el amor a los demás. Así es como les
recordaba Jesús que conocer lo que Dios nos pide no es suficiente pues lo importante es que actuemos correctamente y no que hagamos cosas que van contra su ley.
Nadie tiene que decirnos cada día qué debemos hacer
y qué no pues sabemos muy bien cuales son nuestras obligaciones con Dios y el prójimo pero, como somos egoístas, las incumplimos y después nos preocupamos de silenciar la conciencia para que nos deje dormir.
Con la figura del “jurista” se nos muestra una realidad, las personas deben trabajar cada día
cumpliendo en el trabajo, la familia, las relaciones sociales, las obligaciones
con el Estado, la iglesia, el prójimo… ¿Qué
hacemos?
Los incumplimientos humanos son hechos tangibles y, como
sabemos que es difícil aprobar esos exámenes, preferimos hablar de lo que no es tangible, es
decir, del “más allá” (la preocupación del “jurista”) porque si hablamos del “prójimo”, una realidad tangible, no podemos negar que practicamos una religión
de “imágenes”, “procesiones”, “misas” y “rezos personales egoístas” pero con poca o nula preocupación por los necesitados.
Jesús buscó con sus respuestas y preguntas hacía él que, al ser un hombre culto,
comprendiera la verdad, cambiara y abandonara su comportamiento “teórico” para ser un hombre “práctico”.
¿Por qué le pedía el “jurista” aclaraciones?
Leemos Lucas 10, 29: [Pero el otro, queriendo
justificarse, preguntó a Jesús:
- Y ¿quién es mi prójimo?].
Porque formaba parte de las etnias que había entonces
en el pueblo judío y también se planteaba cuestiones que lo llevaba a rechazar a quienes no
fueran de la suya -lo que hacían con los “samaritanos”-
y por eso se preguntaba si los otros
pertenecían o no al pueblo de
Dios. Como el deseo de Dios
es que no tenemos que hacer acepción de personas pues Jesús le planteó,
en la parábola del “Buen Samaritano”,
la escena del hombre apaleado, robado, abandonado y atendido para enseñarle
quién tuvo un comportamiento correcto con él, al tratarlo como
prójimo, y quienes no. También lo hizo para enseñar a las personas
de todos los tiempos y ahora lo que nos hace falta es dejar a un lado el teatro
y pasar a ser prácticos.
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