Colaboración de Paco Pérez
¿CÓMO ORABA JESÚS?
Decimos que ORAR
es HABLAR con Dios y por eso me pregunto… ¿Con quienes
hablamos a diario? ¿Cómo lo hacemos?
Con la familia, las personas
conocidas y sin reglas
preestablecidas pero si es con quienes
no conocemos ya no lo hacemos igual sino de manera casual, con brevedad o nunca.
Partiendo de estas realidades lo sensato es conocer
a Dios muy
bien para que nuestra oración cumpla la premisa que la haga viable. A las
personas de nuestros días sólo nos queda un camino para conocerlo, leer la Biblia… ¿Por qué?
Porque si nos preocupamos de conocer a Jesús comprobaremos que Él también oraba… ¿Cómo?
Respetaba las formas y tradiciones del judaísmo
cuando acudía al templo o la sinagoga. Lo hacía en el campo o en cualquier otro
lugar, en soledad, al levantarse, antes de acostarse… Para Él, este era el camino
y no las formas que la tradición había acuñado y el pueblo cumplía de manera rutinaria. Cuando Él oraba le hablaba al Padre con naturalidad, como lo hacen las personas que se conocen, es decir, dejando
que broten las palabras y los temas como el agua en un manantial.
Quienes profundizan en su conocimiento y deciden seguir su
ejemplo, además, hablan con Dios mostrándose humildes y reconociendo
los errores que han cometido pero quienes no lo hacen así le presentan en una relación
sus buenas obras pues dan por sentado que ellas pesan más que las malas y que Él,
ante esa evidencia, no tendrá otra opción que acogerlos en el Reino. Actúan
así quienes, cuando están en público, escenifican un comportamiento repleto de
acciones con las que puedan confundir a la sociedad para que las vean como buenas
y respetables pero… ¿También logran confundir a Dios?
Lo
intentan porque conocen poco a Dios y por eso sólo se preocupan de justificarse
ante Él cuando oran. Lo hacen hablándole de sus buenas obras,
según ellos, y también de las malas que hacen otros, aquellos que la
sociedad ha encasillado, subjetivamente, como indeseables o pecadores.
Quienes le muestran esos modelos de comportamiento en una comparativa lo
que hacen es justificar sus obras ante Dios para que no tenga dudas y les
abra las puertas.
Los
que la sociedad margina sin fundamento, cuando hablan con Dios, oran
de manera diferente, no buscan los lugares primeros y le piden su perdón
pero los que van por la vida de buenos le piden el premio gordo.
La
postura de Jesús, ante los dos modelos de orantes que suelen presentarse
en la vida, queda reflejada en Lucas 18,
14: [Os digo que éste bajó a su casa
justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el
que se humilla será enaltecido.].
Quienes
confían en la misericordia de Dios se comportan con honestidad
siempre y se presentan a Él transparentes.
Un
ejemplo claro lo encontramos en Pablo cuando, estando en prisión, le comunicó
a Timoteo que estaba próximo el momento de su ejecución y el encuentro
con el Padre. A pesar de esa realidad él se mostró tranquilo porque confiaba
en poder superar el examen, lo hizo apoyado en que se mantuvo firme en la fe
cuando predicaba el Reino aunque al hacerlo cosechara la incomprensión
y el abandono. Él justificó su confianza en el Señor afirmando
que nunca lo abandonó sino que le dio fuerzas para que continuara en su labor
evangelizadora.
Desde
el comienzo de los tiempos la postura de Dios con las personas siempre fue
la misma, escuchar a quienes le piden su ayuda y mostrarles su misericordia
ayudándoles en sus necesidades, sin ocultar la gran debilidad que tenía por los
más desfavorecidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario