Colaboración de Paco Pérez
CONFUNDIR TRADICIÓN CON
LEY, UN ERROR
Dios nos creó libres
y nos regaló lo que tenemos, lo hizo así para que fuéramos felices y
supiéramos elegir nuestro camino y así, más adelante, podríamos saber que las
cosas malas que nos ocurrieran no fueron un castigo de Dios sino la
consecuencia de los actos que realizamos empujados por la responsabilidad
y la libertad que recibimos de Él.
Pasaron
los años, los fallos cometidos quedaron patentes y Jesús tuvo que
reconducirlos. En Mateo 5, 17 se nos orienta sobre esa realidad: [No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas:
no he venido a abolir, sino a dar plenitud.].
¿Por qué?
Porque
el judaísmo interpretaba mal la Ley del Sinaí y les proponía
una práctica nacida de las inadecuadas interpretaciones que hacían
de ella. Jesús los respetaba pero no practicaba las que no servían a Dios
y les aconsejaba que corrigieran sus errores. Aplicaban la justicia
desde una perspectiva equivocada pues sólo tenían en cuenta la parte externa
del delito, lo haces y lo pagas, pero no otros aspectos que
pudieran ayudar a practicar el perdón y la reconciliación, los elementos
claves de su predicación.
En
aquellos tiempos matar era difícil entenderlo más allá de una muerte
física pero Él les hablaba de que también matamos cuando no
respetamos la verdad, la justicia, la intimidad, el honor… Realidades que hacen
caer a las personas en la ruina espiritual.
El
matrimonio lo interpretaron mal, ahora también, pero la postura de Dios
es inamovible: La unión del hombre y la mujer sólo se rompe con la
muerte. A pesar de ello, siempre hubo, y hay, personas que por razones
diversas no cumplen esa norma. El judaísmo
autorizaba la ruptura del matrimonio cuando la mujer cometía alguna
contemplada en la ley pero ésta sí favorecía al hombre porque quedaba
impune cometiendo el mismo delito, ella sí era condenada a sufrir
el rechazo social y el desamparo total: Sola, sin casa, sin trabajo, sin
ingresos… Jesús denunció lo injustos que eran dando cartas de repudio
a las esposas cometiendo adulterio al relacionarse con personas
separadas y la debilidad que mostraban al no lograr vencer tentaciones
para convertirlas en el origen de esos problemas.
También
les habló de la necesidad que tenían de no jurar por nada ni por nadie pues
haciéndolo no convencerían a quienes les mostraran su desconfianza al pedirlo. Dar
una respuesta sincera que vaya acompañada sólo de “sí” o “no”
es el camino.
También
les aconsejó limar las asperezas que tuvieran con sus vecinos o familiares antes
de acercarse a Dios para pedirle su perdón.
¿Lo
hacemos o silenciamos la conciencia con prácticas que son tradiciones humanas no
deseadas por Dios?
Pablo nos presenta la
sabiduría divina como una realidad difícil de entender para las personas
porque es misteriosa, escondida y predestinada por Dios para gloria de
las personas sencillas pues aquellos que ostentaban el poder en tiempos de Jesús,
de conocerlo bien, no lo hubieran matado en la cruz. A pesar de ello nos regaló
morir crucificado para salvarnos, una realidad que se ha convertido
ahora en la única opción que tenemos para imaginarnos cómo es su grandeza.
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