Colaboración de Paco Pérez
SAL Y LUZ PARA EL CRISTIANO
Isaías conocía
el mal comportamiento de las personas con los necesitados pues cuando ayunaban
le ofrecían el sacrificio a Dios y luego lo acusaban de no ayudarles. Él les reprochó
ese comportamiento diciéndoles (Isaías 58, 7): [Parte tu pan
con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y
no te cierres a tu propia carne.].
¿Qué podía pensar Dios sobre el ayuno de unos días, ahora en Cuaresma, si el resto del año se ignora las necesidades del prójimo?
Conocemos nuestras
obligaciones con él y no las practicamos pero Dios nos permite que sigamos tomando decisiones en libertad,
aunque estemos equivocados y creamos que no nos escucha. Si cambiamos y ayudamos
a los necesitados es posible que algún día estemos en apuros y entonces,
por mediación de alguien, nos ayude Dios.
Él, como buen Padre, siempre ayuda
a sus hijos pero los problemas personales empujan a éstos a no percibirlo así, esa
realidad hace que las enseñanzas de Jesús
aún no sean recibidas de la misma manera por todas las personas y eso me hace preguntarme…
¿Necesitamos conocerlo mejor o preferimos juzgarlo?
Juzgarlo
sin conocerlo es un error y lo mejor será comprender cómo actúa porque así cambiaremos nuestras formas equivocadas
de pensar y actuaremos con energía empujados por la verdad y la justicia
pero no como los fariseos.
Los
judíos se enfrentaron a Roma y
fueron castigados, el Templo lo
destruyeron y acabaron con la clase
sacerdotal y el culto. Estos hechos hicieron tambalearse al judaísmo pues surgieron varias
tendencias y los dirigentes, para
limar las diferencias y fijar unos puntos comunes, se reunieron. Apoyaron los
planteamientos judeo-fariseos y los judeo-cristianos de Mateo fueron rechazados.
Después,
el judaísmo tradicional cambió la
fachada de la creencia pero la esencia no, continuaron sin aceptar a Jesús. El judaísmo-cristiano de Mateo
sí cambió y evangelizaba a los gentiles con el modelo que Jesús enseñó. Les recordó sus palabras (Mateo 5, 13-14): [Vosotros sois
la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo…].
Lo hizo porque las comunidades vivían momentos de
incertidumbre y tenía que animarlos a seguir firmes con esas palabras que eran
una comparativa con elementos reales, la “sal” y la “luz”. Debían comportarse como la “sal”, dando un mensaje con buen sabor y que actuara como conservante para que, una vez recibido, permaneciera en las personas. Como la “luz”, ayudándoles a ver mejor el camino pues, si Jesús fue “luz” con su ejemplo de vida, ellos también lo serían y harían la Palabra más entendible.
Les
aconsejó (Mateo 5,
20): [Porque os digo que, si vuestra
justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de
Dios.]. Es decir, si el modelo judío rechazó injustamente a Jesús
ellos debían continuar comunicando y practicando las enseñanzas de
las “Bienaventuranzas”, conociendo los peligros que acechaban a quienes
lo seguían.
Pablo les relató cómo
fueron sus comienzos predicando a Jesús, una persona sin preparación
que, con la ayuda del Espíritu, intentaba
transmitir sus enseñanzas a pesar de ser tímido,
tembloroso y poco locuaz pero con fe total en la
sabiduría de Dios y nula en la de
los hombres; que su fuerza le venía de la enseñanza que recibió de la Cruz, es decir reconociendo que la
grandeza de Jesús estaba en aceptar el martirio, perdonarnos y salvarnos y en saber
valorar que Dios utilizaba la ignorancia y la debilidad del mundo para vencer
a la cultura y la fuerza de la injusticia.
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