Colaboración de Paco Pérez
¿QUÉ ERA Y QUÉ DEBE SER?
Jesús viajó a Jerusalén por Pascua cumpliendo las normas del judaísmo. En el Templo encontró a los vendedores, los golpeó por comerciar con la religión y para enseñarles que aquel modelo de religión no era correcto pues el TEMPLO era la casa de Dios y a él sólo debían acudir para orar, pedirle perdón por sus errores y agradecerle lo que recibían de Él. Actuó así al observar que con aquel formato hacían lo contrario, es decir, chantajear a Dios con regalos para que les ayudara.
Los comerciantes recibieron los golpes físicos pero no eran los culpables ni los únicos
destinatarios del mensaje sino los colaboradores
necesarios de quienes tenían la responsabilidad de enseñar el
verdadero camino del Reino. Con esa acción corrigió las prácticas incorrectas del modelo religioso que
les había implantado.
Han pasado algunos años desde entonces y, como estamos
en Cuaresma, opino que no fueron suficientes pues el ejemplo de Jesús sigue sin ser
comprendido y practicado de manera correcta. Yo sé que tendré que responder de
mis actos ante Dios pero también percibo que éstos son el fruto de la formación cristiana inapropiada
que se imparte en las familias y en las parroquias, mucha “tradición” y poco compromiso con Jesús. No pretendo generalizar, sólo mostrar la realidad que percibo.
Si Jesús se diera una vuelta en Semana Santa… ¿Qué haría?
Por estas manifestaciones me suelo preguntar en
estas fechas…
¿Está
vigente ÉXODO 20, 2-6?
Lo
hago porque no comprendo cómo es posible que lo interpretemos de manera que se impulsen
estos cumplimientos religiosos, cada vez más, siendo contrarios a lo que se nos
pide en él que hagamos. Este culto a las
imágenes denota que tenemos una fe necesitada de prácticas tangibles cuando
en el “Decálogo” Dios indicó qué se debía hacer y qué no
para que las relaciones de las personas
entre si y con Él fueran correctas.
Pablo nos muestra las posturas de las personas ante el mensaje de Jesús pues, a veces, teniendo delante
las respuestas que buscamos no las vemos porque, al forjarnos con anterioridad
una ilusión, ésta nos genera una imagen ideal y, al no coincidir ambas,
nos obcecamos tanto que ya no vemos la VERDAD.
Ocurrió a los judíos con el anuncio
del Mesías, esperaban a un guerrero
y vino Jesús que era todo lo
contrario, no lo reconocieron y lo mataron. Los griegos tampoco lo reconocieron porque, al ser un pueblo culto, esperaban que fuera una persona de condiciones
superiores y, cuando se presentó lleno de bondad, sencillez y amor a los
desfavorecidos no supieron valorar en Él
la realidad de su grandeza.
Jesús nos invita a
abandonar los viejos rituales del Templo
para que así podamos centrarnos en el nuevo modelo que Él nos propone para relacionarnos entre
nosotros y con Dios, el que enseñó en sus predicaciones.
Si
viajáramos en el tiempo hasta aquellos días comprenderíamos mejor qué ocurrió y
no preguntaríamos… ¿Qué buscamos hoy en los templos encendiendo velas en
las “misas de funeral”, a las “imágenes”…?
Tan
difícil es practicar lo que en Mateo 7,
7 se nos dice:
[Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá.].
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