Colaboración de Paco Pérez
DECIR Y HACER,
EL CAMINO
Siguen
al Señor quienes escuchan su mensaje, trabajan para que llegue a la sociedad,
no temen a las posibles consecuencias que les puedan venir de quienes no lo
acepten y no responden a las ofensas que reciben.
Isaías
lo enseñó y lo practicó muchos años antes que Jesús confirmara con su ejemplo
que ese es el camino.
Él
deseaba que quienes escuchaban y presenciaban sus ejemplos de vida lo
comprendieran, que cambiaran y ayudaran a otros. Como hombre, necesitó evaluar
el fruto de su predicación y, por lógica, comenzó por los discípulos porque lo
habían presenciado y escuchado todo, por eso les preguntó:
[¿Quién dice la gente que soy yo?].
Las
respuestas lo desmoralizaron porque comprobó que sus enseñanzas no habían sido
asimiladas y entonces empezó con ellos una nueva fase educativa, anticiparles
qué le harían un tiempo después, ellos quedaron impresionados y Pedro se lo
reprochó porque aún no había comprendido la dimensión real de su misión… Él lo
veía como el Mesías anunciado por los profetas pero lo hizo en un plano
guerrero, es decir, como el liberador de la opresión romana y no como el
Salvador que liberaría a las personas de las miserias que las atan a lo
terrenal para llevarlas con el Padre.
Pasó
el tiempo, hablamos mucho de Jesús pero cuando lo mostramos a otros lo hacemos
rutinariamente… ¿Por qué?
Porque
no profundizamos en lo que realmente hizo durante su vida como hijo, hombre y
misionero.
Santiago
enseñó la importancia de la fe partiendo de la respuesta que deben dar quienes dicen
confiar en el Señor y sabiendo que Él ayudaba siempre a quienes trabajan por el
Reino convencidos.
Lo
lamentable es que las personas hablen de la fe como si fuera un producto que se
compra o vende en el supermercado en términos cuantificables. Quienes lo hacen
así afirman que tienen mucha pero lo correcto no es vocearlo sino vivirla en un
perfil alto y no vulgar.
Debemos
ser agricultores de ella porque el Señor nos la regaló cuando esparció esa
semilla en el campo de nuestras conciencias. Después, la responsabilidad de
cuidarla bien cada día es nuestra pues al final deberemos presentarle el fruto
cosechado.
Limitarnos
a proclamar que tenemos no es el camino pues Santiago dijo: [Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu
fe sin obras, y yo, por las obras, te probare mi fe.].
Hay
personas que participan anualmente en los actos religiosos tradicionales y,
cuando acaban, se despiden hasta el año siguiente, una religiosidad que sólo
las compromete a participar en ellas una vez cada año.
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