Colaboración de Paco Pérez
¿QUÉ IMPLICA?
Cuando Jerusalén fue arrasada sus habitantes fueron deportados
a Babilonia, Dios no los abandonó y el profeta los animaba y fortalecía con noticias de esperanza para que
confiaran en Él.
Pasaron
los años, se cumplieron sus mensajes y la religiosidad entró en la fase
definitiva… ¡Seguir a Jesús!
Hacerlo,
fue y sigue siendo, trabajar por el Reino
de Dios, una decisión personal que empuja, a quienes lo hacen, a abandonar
todo aquello que da seguridad en la vida.
Vino Jesús y, cuando consideró que la fase preparatoria había concluido, les propuso comenzar la evangelización y los envió de dos en dos.
Les
proponía defender siempre la verdad, dar testimonio con hechos, realizar curaciones y llevarles la paz. También les aconsejaba sobre qué
debían hacer y qué no.
Al
regresar de la misión le comunicaban sus experiencias pero Él les recomendaba que
fueran prudentes porque lo que realmente cuenta es que nuestras obras las ve y
anota el Padre.
La
evangelización nunca fue, ni es, responsabilidad de unos pocos sino de todos
los que se sienten sus seguidores, escuchan su llamada y responden con su entregan a esa labor silenciosa sabiendo que nunca tendrán lo que la sociedad desea:
Comida, calzado, dinero, vivienda… Así, liberados
de esas ataduras, lo harán porque confían en que serán bien recibidos por el Padre aunque también saben
que si evangelizar puede regalar solidaridad
y apoyo también puede ocasionar
rechazo y persecución.
Los
discípulos de Jesús saludaban proclamando la “paz” en su verdadera dimensión:
Compartiendo, curando a los enfermos, liberando a las personas de sus tormentos
y transmitiendo la buena noticia… ¡La venida del “Reino de Dios” está próxima!
Pablo,
como evangelizador, viajó sin descanso formando comunidades cristianas y orientándolos,
lo
hacía con radicalidad porque rechazaba la actitud de quienes buscaban el
encumbramiento personal y les argumentaba que el único premio que debían buscar
es el que se nos regaló con la entrega de Jesús en la cruz. También les proponía
no perder el tiempo organizando su vida religiosa con preceptos que les hacían
cumplir con lo que no es religión y pasar de largo ante lo que sí es esencial, cambiar de actitud y comportamiento… ¿Reflexionamos
sobre los cumplimientos que en nuestros tiempos hacemos, siendo sólo tradiciones,
y que pisoteamos los que Jesús sí enseñó?
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