Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VIII
En el capítulo
VI, comenté algunas cosillas del panorama histórico-político local y en él
aparecí involucrado con Avelino como
actor, hoy voy a rematarlo desde la posición de oyente y él como comentador de
unos hechos. Entonces, los personajes aparecían protagonizando unos hechos
aislados que, aparentemente, no tenían conexión pero hoy, cuando ya han
transcurrido bastantes años podremos comprobar que hubo algunas cosillas subterráneas
que aclararán y confirmarán el porqué de ciertas actitudes y de algunos
comportamientos humanos.
Un día, estuvimos los dos solos en la liguera y en
el transcurso de la misma comentamos diversos temas, uno de ellos giró sobre
las negociaciones que sucedieron en los días previos a la primera investidura
de Sebastián López como alcalde. En aquellas
elecciones municipales el ganador fue Miguel
Bergillos y quien gobernó fue Sebastián.
Me comentó Avelino
que, unos días antes del “Pleno de
Investidura”, Pascual Angulo, al
estar muy cabreado con Sebastián y
el PSOE, comunicó a Miguel que su candidatura le apoyaría y
que gobernaría con su ayuda. La derecha se sintió muy feliz por esa propuesta
porque les permitiría gobernar por primera vez en Villargordo, moralmente les
correspondía porque habían ganado.
Unos días antes Pascual
les comentó que deseaba hablarles y, aquella noche, se reúnen en una nave
agrícola que estaba ubicada en el “Cerro
Jaén”. Una vez allí les comenta que no puede apoyarlos porque se tendría
que ir del pueblo en compañía de su familia y que por esa razón le era
imposible cumplir con el compromiso que había adquirido de manera voluntaria
con ellos, se justifica diciéndoles que había recibido muchas presiones de toda
la izquierda local.
Le dieron todo tipo de razones para que continuara
adelante con lo acordado y él siempre les contestaba con los mismos argumentos.
Cuando comprendieron que era inútil seguir hablando del tema se zanjó el asunto
dando por concluidas las negociaciones. El encuentro acabó de manera
desilusionante para la derecha y penosamente para Pascual. De pronto, un componente de la candidatura de derechas
perdió los nervios y arremetió de manera violenta contra él. Los allí presentes
se interpusieron entre ambos y, cuando se apaciguaron los ánimos, se marcharon
a sus domicilios.
Un tiempo después se jugó una partida de tute reñido, en la cafetería “Zona-3”, con Pascual y Avelino de
intervinientes. En unos de los juegos de ella, Pascual defendía con lógica sus
intereses y Avelino le interpretó su
proceder como una acción mala contra él y se la recriminó. Pascual le dio sus razones para jugar así, Avelino no lo entendió igual y le lanzó su típica frase:
- ¡¡¡Eres más
malo que los mixtos de escopeta!!!
Un tiempo después, hablando con un amigo surgieron
estos temas, fuimos uniendo los hilos y llegamos a la conclusión de que nada de
lo que hacemos y hablamos, en la mayoría de las veces, es por casualidad.
Llegamos a la conclusión de que tras los
huesos de las aceitunas y los mixtos
de escopeta se escondía la frustración que una persona había padecido por
culpa de una alcaldía perdida, debido
a una mala ley electoral y a un incumplidor político, Pascual.
Era verano, jugaban al tute perrillero en la puerta del “Tropezón” Avelino, Segundo “El sereno” y dos más. Alrededor de los jugadores estábamos los
mirones de turno y, como siempre, metíamos la correspondiente baza habladora de
la que se derivaba un espectáculo muy gracioso. Entre los muchos mirones
también estaba un señor ya fallecido, Francisco
“El cuco”, casado con Mariquilla “La potra”, la que todavía vive. Avelino era muy gracioso pero Francisco
no le desmerecía en nada, aunque de otro estilo. Estaba sentado entre Avelino y Segundo, guardaba silencio, escuchaba y observaba. Hubo un momento
en el que ambos jugadores empezaron a discutir:
- Estamos en paz y en gracia de Dios – dijo Segundo al señor Tirado.
- ¿Qué has dicho? – preguntó sorprendido Avelino.
- Lo que acabas de escuchar – le respondió.
- De eso nada, me debes un duro y no se hable más
del asunto.
Se pasaron un buen rato discutiendo con la misma
discrepancia y de pronto intervino Francisco:
- Sois una par de sinvergüenzas, estáis discutiendo
por un duro y no os agacháis ninguno de los dos a coger esos cinco duros que se
os han caído al suelo.
Las palabras de Francisco
fueron como un resorte para sus lenguas y ambos exclamaron a la vez, mientras
se agachaban para cogerlos del suelo:
- ¡¡¡Mííííos!!!
El siguiente paso fue hacer el intento de cogerlos
y, como estaban tan cerca, estuvieron muy cerca de chocar con sus cabezotas.
La gran sorpresa les vino cuando no encontraron nada
en el suelo y entonces comprendieron que Francisco,
ayudado de su sagacidad y humor les había gastado una broma aprovechando de
ellos una de sus armas favoritas, el gran interés que mostraban por el dinero al
jugar. Cuando todos los que estábamos alrededor nos percatamos de la broma
soltamos al unísono una carcajada tan grande que se escuchó en Churriana.
El señor Francisco
demostró su ingenio en repetidas ocasiones y,
en los años de la posguerra, cuando las dificultades
para comer estaban presentes a diario en las casas, iba a trabajar con otros
paisanos a la finca conocida como “La
Vega”, situada en el término municipal de Mengíbar, y por esa razón se
mezclaban trabajadores de ambos pueblos.
En aquellos tiempos la diversión se conseguía con acciones
de brutalidad acompañadas de dicharachos, con ellas se pretendía rivalizar con
los habitantes del pueblo vecino, los mengibeños decían de nosotros que éramos
muy brutícimos.
En una ocasión, “El cuco” les dijo que el día anterior había pillado una liebre y
que, como le dio lástima, la soltó. Los de Mengíbar le contestaron diciéndole:
- Eso es imposible, hay mucha hambre y no es creíble
la historia.
Al día siguiente, en plena faena laboral, Francisco observó que había una liebre
encamada y se tiró sobre ella, atrapándola. Cuando la tuvo en sus manos la
cogió de las orejas, voceó a los otros trabajadores para reclamarles su
atención, les levantó la liebre para que la vieran y les dijo:
- ¡¡¡La veis
bien!!!
A continuación le dio un par de azotes en los cachetes
y la soltó mientras le decía:
- ¡¡¡Muchacha,
ahora corre y búscate la vida como
puedas!!!
Se comenta que hubo un mengibeño que, al comprobar
con sus ojos lo que hizo, se puso las manos en la cabeza y exclamó una de las
típicas frases de ellos:
- ¡¡¡Ozúúú,
Dioz mííío, qué tío más borriiico!!!
En otra ocasión estaban arando con varios pares de
mulos a la vez, el otoño estaba bien avanzado y hacía una mañana bastante fría.
Francisco era el mulero que iba abriendo
la besana y los mengibeños lo hacían detrás de él. Empezó a darle vueltas al
coco para cabrearlos y por fin encontró la respuesta: se quitó los calzones, quedándose
con los cataplines al aire y así una vuelta y otra. De vez en cuando, cuentan, para
que no se aburrieran los que iban detrás, se asomaba por debajo de las entrepiernas
y les preguntaba:
- ¿Cómo los
tengo, negros o blancos?
Daba otras cuantas vueltas y repetía el proceso,
pero cambiándoles la pregunta:
- ¿Cómo son,
grandes o chicos?
Con comportamientos de este tipo los del pueblo
vecino tuvieron que rendirse ante la evidencia y entonces ya sólo les quedaba
el recurso de proclamar bien alto:
- ¡¡¡Los
villargordeños zon unoz tioz muy brutííícimos!!!
CONTINUARÁ…
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