viernes, 4 de octubre de 2013

LA SAGA DE LOS “PARATRENES-CHOCOLATES”

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VIII
En el capítulo VI, comenté algunas cosillas del panorama histórico-político local y en él aparecí involucrado con Avelino como actor, hoy voy a rematarlo desde la posición de oyente y él como comentador de unos hechos. Entonces, los personajes aparecían protagonizando unos hechos aislados que, aparentemente, no tenían conexión pero hoy, cuando ya han transcurrido bastantes años podremos comprobar que hubo algunas cosillas subterráneas que aclararán y confirmarán el porqué de ciertas actitudes y de algunos comportamientos humanos.
Un día, estuvimos los dos solos en la liguera y en el transcurso de la misma comentamos diversos temas, uno de ellos giró sobre las negociaciones que sucedieron en los días previos a la primera investidura de Sebastián López como alcalde. En aquellas elecciones municipales el ganador fue Miguel Bergillos y quien gobernó fue Sebastián.
Me comentó Avelino que, unos días antes del “Pleno de Investidura”, Pascual Angulo, al estar muy cabreado con Sebastián y el PSOE, comunicó a Miguel que su candidatura le apoyaría y que gobernaría con su ayuda. La derecha se sintió muy feliz por esa propuesta porque les permitiría gobernar por primera vez en Villargordo, moralmente les correspondía porque habían ganado.
Unos días antes Pascual les comentó que deseaba hablarles y, aquella noche, se reúnen en una nave agrícola que estaba ubicada en el “Cerro Jaén”. Una vez allí les comenta que no puede apoyarlos porque se tendría que ir del pueblo en compañía de su familia y que por esa razón le era imposible cumplir con el compromiso que había adquirido de manera voluntaria con ellos, se justifica diciéndoles que había recibido muchas presiones de toda la izquierda local.
Le dieron todo tipo de razones para que continuara adelante con lo acordado y él siempre les contestaba con los mismos argumentos. Cuando comprendieron que era inútil seguir hablando del tema se zanjó el asunto dando por concluidas las negociaciones. El encuentro acabó de manera desilusionante para la derecha y penosamente para Pascual. De pronto, un componente de la candidatura de derechas perdió los nervios y arremetió de manera violenta contra él. Los allí presentes se interpusieron entre ambos y, cuando se apaciguaron los ánimos, se marcharon a sus domicilios.
Un tiempo después se jugó una partida de tute reñido, en la cafetería “Zona-3”, con Pascual y Avelino de intervinientes. En unos de los juegos de ella, Pascual  defendía con lógica sus intereses y Avelino le interpretó su proceder como una acción mala contra él y se la recriminó. Pascual le dio sus razones para jugar así, Avelino no lo entendió igual y le lanzó su típica frase:
- ¡¡¡Eres más malo que los mixtos de escopeta!!!
Un tiempo después, hablando con un amigo surgieron estos temas, fuimos uniendo los hilos y llegamos a la conclusión de que nada de lo que hacemos y hablamos, en la mayoría de las veces, es por casualidad. Llegamos a la conclusión de que tras los huesos de las aceitunas y los mixtos de escopeta se escondía la frustración que una persona había padecido por culpa de una alcaldía perdida, debido a una mala ley electoral y a un incumplidor político, Pascual.
Era verano, jugaban al tute perrillero en la puerta del “TropezónAvelino, Segundo El sereno” y dos más. Alrededor de los jugadores estábamos los mirones de turno y, como siempre, metíamos la correspondiente baza habladora de la que se derivaba un espectáculo muy gracioso. Entre los muchos mirones también estaba un señor ya fallecido, FranciscoEl cuco”, casado con MariquillaLa potra”, la que todavía vive. Avelino era muy gracioso pero Francisco no le desmerecía en nada, aunque de otro estilo. Estaba sentado entre Avelino y Segundo, guardaba silencio, escuchaba y observaba. Hubo un momento en el que ambos jugadores empezaron a discutir:
- Estamos en paz y en gracia de Dios – dijo Segundo al señor Tirado.
- ¿Qué has dicho? – preguntó sorprendido Avelino.
- Lo que acabas de escuchar – le respondió.  
- De eso nada, me debes un duro y no se hable más del asunto.
Se pasaron un buen rato discutiendo con la misma discrepancia y de pronto intervino Francisco:
- Sois una par de sinvergüenzas, estáis discutiendo por un duro y no os agacháis ninguno de los dos a coger esos cinco duros que se os han caído al suelo.
Las palabras de Francisco fueron como un resorte para sus lenguas y ambos exclamaron a la vez, mientras se agachaban para cogerlos del suelo:
- ¡¡¡Mííííos!!!
El siguiente paso fue hacer el intento de cogerlos y, como estaban tan cerca, estuvieron muy cerca de chocar con sus cabezotas.
La gran sorpresa les vino cuando no encontraron nada en el suelo y entonces comprendieron que Francisco, ayudado de su sagacidad y humor les había gastado una broma aprovechando de ellos una de sus armas favoritas, el gran interés que mostraban por el dinero al jugar. Cuando todos los que estábamos alrededor nos percatamos de la broma soltamos al unísono una carcajada tan grande que se escuchó en Churriana.
El señor Francisco demostró su ingenio en repetidas ocasiones y,  
en los años de la posguerra, cuando las dificultades para comer estaban presentes a diario en las casas, iba a trabajar con otros paisanos a la finca conocida como “La Vega”, situada en el término municipal de Mengíbar, y por esa razón se mezclaban trabajadores de ambos pueblos.
En aquellos tiempos la diversión se conseguía con acciones de brutalidad acompañadas de dicharachos, con ellas se pretendía rivalizar con los habitantes del pueblo vecino, los mengibeños decían de nosotros que éramos muy brutícimos.
En una ocasión, “El cuco” les dijo que el día anterior había pillado una liebre y que, como le dio lástima, la soltó. Los de Mengíbar le contestaron diciéndole:
- Eso es imposible, hay mucha hambre y no es creíble la historia.
Al día siguiente, en plena faena laboral, Francisco observó que había una liebre encamada y se tiró sobre ella, atrapándola. Cuando la tuvo en sus manos la cogió de las orejas, voceó a los otros trabajadores para reclamarles su atención, les levantó la liebre para que la vieran y les dijo:
- ¡¡¡La veis bien!!!
A continuación le dio un par de azotes en los cachetes y la soltó mientras le decía:
- ¡¡¡Muchacha, ahora corre y búscate la vida como puedas!!!
Se comenta que hubo un mengibeño que, al comprobar con sus ojos lo que hizo, se puso las manos en la cabeza y exclamó una de las típicas frases de ellos:
- ¡¡¡Ozúúú, Dioz mííío, qué tío más borriiico!!!
En otra ocasión estaban arando con varios pares de mulos a la vez, el otoño estaba bien avanzado y hacía una mañana bastante fría. Francisco era el mulero que iba abriendo la besana y los mengibeños lo hacían detrás de él. Empezó a darle vueltas al coco para cabrearlos y por fin encontró la respuesta: se quitó los calzones, quedándose con los cataplines al aire y así una vuelta y otra. De vez en cuando, cuentan, para que no se aburrieran los que iban detrás, se asomaba por debajo de las entrepiernas y les preguntaba:
- ¿Cómo los tengo, negros o blancos?
Daba otras cuantas vueltas y repetía el proceso, pero cambiándoles la pregunta:
- ¿Cómo son, grandes o chicos?
Con comportamientos de este tipo los del pueblo vecino tuvieron que rendirse ante la evidencia y entonces ya sólo les quedaba el recurso de proclamar bien alto:
- ¡¡¡Los villargordeños zon unoz tioz muy brutííícimos!!!
CONTINUARÁ…

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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