Colaboración de José Martínez Ramírez
Dedicado a mi
profesora, Dª Mari Paz, como muestra de respeto y cariño.
Con
su traje verde y sus dedos blancos de tiza
-las
tibias flores de almendro la regresan-
la
profesora, entre la tristeza y la alegría,
cargada,
por un puñado de rosas, de entereza,
Dibujaba
la estela de un viaje a Sevilla.
Estatua
bella de mi recuerdo, pupila
celeste,
paz del duende, que la vida alfombre,
palabras
que ya nunca han de decir su nombre.
Guadalquivir
abajo, ataduras del pasado.
Tiernos
abrazos a mil metros de profundidad,
laureados
de versos secretos, velados,
de
niños y risas y llantos que gritan… ¡Amad!
Recuerdos
vagos de infancia, perlados,
por
un encanto de mujer para siempre jamás.
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