Colaboración de José Martínez Ramírez
Este poema está inspirado en un hecho puntual que ocurrió hace
treinta años y, como no puede haber nada oculto, la verdad de unos hechos
delictivos ha quedado al descubierto.
Dedicado
a mi queridísimo, y amado, Domingo Moral Calles.
Ahora,
que sigo sin saber
de
qué tengo hecho el corazón,
las
cicatrices que van a morder
los
inquietos gorriones, boca de piñón,
de
labios que van a tejer
lo
que no tiene perdón.
Ahora
ya sé quién fue el que, sin toser,
se
comía la morcilla y el jamón
debajo
de la cama y, al morder,
el
chorizo que envolvió,
Pepe
“Paquiro”, sin saber,
que
era Domingo… ¡El muy tragón!
Se
lo iba a hincar con placer.
Vicente
“Peluca” también envió
a
su amado hijo Juan, de beber,
buen
vino en un furgón,
junto
con chorizo por doquier,
así
como un inmenso salchichón.
Y,
cómo olvidar que para roer
pastelillos,
a Manolo “El herrador”
su
padre le envió su primer
mantecado
en forma de alcanfor.
Quién
suscribe iba a arder
cuando
una mañana se enteró,
de
que Domingo se jaló un amanecer,
de
pata negra… ¡Medio kilo de jamón!
Domingo
estás condenadísimo a correr,
mal
bombazo te caiga, julandrón.
Ahora,
treinta años después,
confieso
que fuiste un cabrón.
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