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martes, 20 de enero de 2015

CANUTO Y LAS OLAS

Colaboración de Ramiro Aguilera Tejero
Hace unos días, visitando el BLOGS “Historia con minúscula”, leí un breve relato sobre este rey y, la verdad, me gustó tanto que pensé publicarla aquí para que CONOZCAMOS esta maravillosa lección histórica y para que aprendamos todos de ella:

Cuenta la leyenda que el Rey Canuto (995-1035 d.C) era señor de Inglaterra, Dinamarca, Noruega y Escocia. Cuentan también que fue un monarca sabio, inteligente y muy apreciado, sobre todo, por sus consejos y buen hacer en el gobierno. Se le conocía como el nuevo Salomón, tanto que incluso los bardos no paraban de aclamarle en sus canciones:
Gran rey Canuto que gobierna nuestra tierra y a quien el sol, la luna y las estrellas obedecen.
Un buen día, el rey Canuto se sintió harto de que lo ensalzaran tanto y de que los más pelotas de la corte le dijeran todo el rato que el poder del rey era ilimitado que mandó llamar a sus más allegados y los congregó en la playa, a los pies de su castillo. Le dijo a un criado que también trajera el trono y que lo situara en la orilla.
Los cortesanos pensaron que el rey se había vuelto loco pero éste, imperturbable, alzó una mano y dirigiéndose con voz alta al océano le dijo:
- Eres parte de mi dominio y has de saber que el suelo en que se encuentra mi trono me pertenece y que todavía no se ha oído hablar de nadie que haya desobedecido mis órdenes impunemente. Por ello te ordeno que no crezcas, ni invadas mi tierra y ni mucho menos oses humedecer las ropas o el cuerpo de tu señor.
Está claro que las aguas no le hicieron caso y solamente, cuando casi le llegaban a las rodillas,  el monarca sí se retiró ya. Con sus vestimentas todavía mojadas, ante el asombro de todos y con gran serenidad en el rostro, Canuto se volvió y les habló de la siguiente manera:
- Que todos los habitantes de este mundo sepan que vano y trivial es el poder de los reyes y que nadie merece el título de rey; salvo aquel a cuyas órdenes el cielo, la tierra y el mar obedecen por leyes eternas.
El rey se dirigió a su castillo y, delante de todos, se quitó la corona para a continuación  mandar que la colocaran en la imagen de un Cristo crucificado como alabanza a Dios.
Colaboración de Paco Pérez
La historia de este rey ocurrió hace algo más de un milenio y, a pesar de ello, creo que es de suma actualidad.
Me ha calado hondo porque me ha permitido comprobar que los hombres pueden pasar a la posteridad tanto por la magnitud de sus logros como por la sencillez de sus gestos. Estamos acostumbrados a lo primero pero poco se habla de lo segundo, el que hizo el Rey Canuto.
Con este relato todos debemos reflexionar y, de hacerlo, entonces es posible que podamos tomar conciencia de que hay que empezar a saber valorar qué dirigentes se guían por la sensatez cuando nos gobiernan, como hacía el Rey Canuto, y quienes no. Si logramos descubrir quienes proceden como hombres que se preocupan de verdad por los problemas de los ciudadanos entonces sabremos que éstos serán los que merecerán en el futuro nuestro apoyo y a los que nos vendan humo para confundirnos y alcanzar de manera popular el poder tendremos que rechazarlos de plano.
Sería maravilloso que la clase política española reconsiderara el comportamiento tan malo que ha tenido hasta nuestros días y que  gobernar un municipio, una comunidad o la nación no se puede hacer desde unos planteamientos que sólo sirven para favorecer a los intereses de una casta corrupta en gran parte o a los de un partido y que tendrán que hacerlo, en el futuro, con unas miras más elevadas y puras allá donde reciban nuestra confianza.
¡¡¡Por un Villargordo, una Andalucía y una España sin gobernantes corruptos!!!


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