Colaboración de Ramiro Aguilera Tejero
Hace
unos días, visitando el BLOGS “Historia
con minúscula”, leí un breve relato sobre este rey y, la verdad, me gustó tanto
que pensé publicarla aquí para que CONOZCAMOS
esta maravillosa lección histórica y para que aprendamos todos de ella:
Cuenta
la leyenda que el Rey Canuto (995-1035 d.C) era señor de Inglaterra, Dinamarca,
Noruega y Escocia. Cuentan también que fue un monarca sabio, inteligente y muy
apreciado, sobre todo, por sus consejos y buen hacer en el gobierno. Se le
conocía como el nuevo Salomón, tanto que incluso los bardos no paraban de aclamarle en sus canciones:
Gran
rey Canuto que gobierna nuestra tierra y a quien el sol, la luna y las
estrellas obedecen.
Un
buen día, el rey Canuto se sintió harto de que lo ensalzaran tanto y de que los
más pelotas de la corte le dijeran todo el rato que el poder del rey era
ilimitado que mandó llamar a sus más allegados y los congregó en la playa, a
los pies de su castillo. Le dijo a un criado que también trajera el trono y que
lo situara en la orilla.
Los
cortesanos pensaron que el rey se había vuelto loco pero éste, imperturbable,
alzó una mano y dirigiéndose con voz alta al océano le dijo:
-
Eres parte de mi dominio y has de saber que el suelo en que se encuentra mi
trono me pertenece y que todavía no se ha oído hablar de nadie que haya
desobedecido mis órdenes impunemente. Por ello te ordeno que no crezcas, ni
invadas mi tierra y ni mucho menos oses humedecer las ropas o el cuerpo de tu
señor.
Está
claro que las aguas no le hicieron caso y solamente, cuando casi le llegaban a
las rodillas, el monarca sí se retiró ya.
Con sus vestimentas todavía mojadas, ante el asombro de todos y con gran
serenidad en el rostro, Canuto se volvió y les habló de la siguiente manera:
-
Que todos los habitantes de este mundo sepan que vano y trivial es el poder de
los reyes y que nadie merece el título de rey; salvo aquel a cuyas órdenes el
cielo, la tierra y el mar obedecen por leyes eternas.
El
rey se dirigió a su castillo y, delante de todos, se quitó la corona para a
continuación mandar que la colocaran en
la imagen de un Cristo crucificado como alabanza a Dios.
Colaboración de Paco Pérez
La
historia de este rey ocurrió hace algo más de un milenio y, a pesar de ello,
creo que es de suma actualidad.
Me
ha calado hondo porque me ha permitido comprobar que los hombres pueden pasar a
la posteridad tanto por la magnitud de sus logros como por la sencillez de sus
gestos. Estamos acostumbrados a lo primero pero poco se habla de lo segundo, el
que hizo el Rey Canuto.
Con
este relato todos debemos reflexionar y, de hacerlo, entonces es posible que
podamos tomar conciencia de que hay que empezar a saber valorar qué dirigentes
se guían por la sensatez cuando nos gobiernan, como hacía el Rey Canuto, y
quienes no. Si logramos descubrir quienes proceden como hombres que se
preocupan de verdad por los problemas de los ciudadanos entonces sabremos que éstos
serán los que merecerán en el futuro nuestro apoyo y a los que nos vendan humo
para confundirnos y alcanzar de manera popular el poder tendremos que
rechazarlos de plano.
Sería
maravilloso que la clase política española reconsiderara el comportamiento tan
malo que ha tenido hasta nuestros días y que gobernar un municipio, una comunidad
o la nación no se puede hacer desde
unos planteamientos que sólo sirven para favorecer a los intereses de una casta
corrupta en gran parte o a los de un partido y que tendrán que hacerlo, en el
futuro, con unas miras más elevadas y puras allá donde reciban nuestra
confianza.
¡¡¡Por un
Villargordo, una Andalucía y una España sin gobernantes corruptos!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario