Colaboración de Paco Pérez
El
pasado 3 de junio mi querido y admirado José
Martínez Ramírez nos regaló un poema dedicado al espacio local que él tanto
adora y que lo empuja, cada vez que viene al pueblo, a conducir el coche hasta
allí para visitarlo antes de marcharse, “EL
PILAR REDONDO” es su debilidad. El contenido del mismo, inspirado en una de
esas visitas, fue:
Sus aguas cristalinas miran,
son reflejos de sueños rotos.
Sacian al sediento y giran,
y conducen sus rostros,
aquellos que anhelan y admiran,
los que ya no están en la foto.
Por el mar y su conjunto suspiran
espuma de almendros, como
el cielo de estrellas que inspira
un enjambre de abejas, devoto.
El
6 de junio, Juana Melguizo publicó
un comentario y en él exponía sus vivencias y recuerdos del “Pilar”, lo hacía en una línea cargada
de emotividad, y nos pedía que lo cuidáramos.
Cuando
lo leí lamenté haberle causado una desagradable impresión porque la realidad
era otra diferente. Lo era porque aquella imagen la había tomado en unas fechas
en las que el recinto estaba en la fase de remodelación que le hacía tener ese desagradable
aspecto y que después lo ha llevado hasta su situación actual. El día que leí
su comentario me propuse ofrecerle a Juana
otra imagen diferente de la que tenía en aquellas fechas.
Sra. Juana, hoy le pago
la deuda sentimental que tengo contraída con usted porque nosotros pertenecemos
a una generación que está acostumbrada a dar la mano o empeñar una palabra, en
mi caso el sentimiento no manifestado hasta hoy de haberle dañado el recuerdo,
para que se cumpla el compromiso adquirido. Espero que sus temores queden
disipados con las imágenes de hoy… ¡¡¡Tal
vez ya esté usted en el pueblo y lo haya comprobado!!!
EN MI RECUERDO
Las
personas que tenemos ya algunos años más de los deseados hemos conocido los
pilares en unos tiempos en los que no había fuentes públicas y, cuando
jugábamos en sus alrededores, pues no teníamos otra solución para hidratarnos
que abuzarnos en aquellos chorros abundantísimos e inagotables que salían de
sus caños las veinticuatro horas del día, hoy ya han perdido esa abundancia.
Los
recuerdos de los pilares se forjaron
en los dos recintos, el “alargado” y
el “redondo”, tengo vivencias de los dos pero están más
presentes las del “redondo”.
El
“Pilar alargado”, cuando hablo de él
con alguien siempre me aparece asociado a aquel edificio destartalado y muy
parecido a un cobertizo, las “Pilas”.
Aquella inolvidable edificación que estaba a continuación de ese pilar, en dirección Norte; al Oeste
había una entrada consistente en un hueco en la pared y, al entrar, había unos
peldaños de piedra para acceder pues el interior estaba más bajo que la calle; tenía
cuatro ventanales al Este, sólo el hueco, y cumplían la función de iluminar y
ventilar a las personas que las usaban y en el interior, al Norte, una pileta y
una pared encalada, donde parece ser que tendían las mujeres la ropa ya lavada
para que se fuera secando. Para orientarse, el Norte está en la Ermita.
Las
aguas sobrantes de este pilar estaban canalizadas hasta la nave mencionada, el
chorro caía en una pileta central y las mujeres que acudían a lavar su ropa tomaban
de ella el agua con la cuba que habían utilizado para llevar la ropa y así la echaban
en la pila de piedra que estaban usando.
Mirando
al pasado recuerdo: Era ya el atardecer, regresábamos de jugar, caminábamos en
grupo hacia el barrio y, delante de nosotros, caminaban juntas unas siluetas de
mujeres al contraluz por lo que se veían muy oscurecidas. Subían a paso lento por
la cuesta de la “Laera”, promontorio
sobre el que estaban construidas las casas de Manolillo “El de Visitación”, Pedro
“El cojo la Laera” y José “El del
huerto”, y las señoras daban la sensación de que no podían con la pesada
carga y que iban arrastrando su alma por el suelo.
Sus
cuerpos formaban un solo elemento con las cubas de latón o de aluminio y la
losa de madera unidas a su cuerpo. Aquellas volvían, llenas de ropa lavada y
bien estrujada para que pesara menos, apoyadas sobre una de sus caderas o
colgando de uno de sus brazos, y con el otro llevaban la pesada losa de madera. Ésta la llevaban por si
no había pilas libres pues entonces tenían que lavar en el pilón que había al
final y ahí era necesaria porque sólo podían restregar los trapos en la losa.
Me
contaba este invierno una señora, casada con un primo mío y ahora ya viuda, que
aquellas escenas en las que las mujeres bajaban a lavar eran aprovechadas por
los mozos que las rondaban para ganar méritos antes ellas. Ocurría cuando
acababan y regresaban ya cargadas con las pesadas cubas, entonces ellos se les
acercaban para ofrecerse a llevarles la colada.
¡¡¡Cómo cambian los tiempos!!!
Si
a nuestros jóvenes les comentáramos estas historias… ¿Qué nos dirían?
A
algunos es posible que esta simpleza les suene a chino y a otros, tal vez, les
encante saber que en el pasado el poder llegar a una mujer era muy complicado,
mantener un diálogo con ella mucho más y que entonces no era como ahora, llegar
y pegar… ¡¡¡No señor, entonces eso era
imposible!!!
A
los pilares iban a beber agua las piaras con sus porqueros y las manadas de
cabras y ovejas con sus pastores. Todos iban por la mañana y por la
tarde, las últimas después regresaban de nuevo al campo para seguir buscando la
comida. También iban los burros, los mulos, los caballos y las vacas del señor Pedro “Cototo”. Recuerdo verlo bajar
con ellas por la “Cañailla” para
darles de beber y me transmitían, cuando me las encontraba, un respeto bárbaro
porque no me fiaba de su mansedumbre.
En
verano era una estampa diaria ver sestear a las manadas de ovejas en la calle Miguel Torres, donde habito, mientras
esperaban su turno para acercarse a los pilares… ¡¡¡Eran tantas que tenían que sacar número para poder beber sus frescas
aguas!!!
Esa
circunstancia llevaba consigo unas acciones inevitables:
1.-
Depositaban sus excrementos, sólidos y líquidos, en el lugar donde esperaban.
2.-
La calle olía después de manera bárbara, por culpa de lo anterior, y esas
condiciones higiénicas deplorables teníamos que soportarlas los vecinos.
3.-
Los pastores consideraban que era un derecho y que ellos no eran culpables de
lo que ocurría.
4.-
El Ayuntamiento, durante años, nunca
puso orden en ese abuso.
Cuando
entró la democracia y Pascual Angulo
Fernández fue elegido alcalde, los vecinos le visitamos para exponerle lo
que venía ocurriendo en nuestra calle. El escuchó nuestras quejas y entonces ya
se ordenó, desde el Ayuntamiento, a
los pastores que entraran y salieran a los pilares por la calle Ramón y Cajal “El Pilar”… ¿Sabéis lo que
ocurrió?
Al
día siguiente, las mujeres de esa calle salieron con las escobas y se liaron a
escobazos con los animales… ¡¡¡Menudo
gazpacho armaron!!!
¿Se imaginan
lo que es barrer las cagadas de esos animales en una calle con calzada de
piedras?
Un
tiempo después el Ayuntamiento
construyó un pilar en el “Ejido Moya”,
al final de la calle Miguel Torres,
allí ya no se molestó a nadie porque estaba junto al campo y los animales no
tenían que entrar al pueblo.
El
beber agua en los pilares acarreaba a las personas y a los animales un problema,
algunos recibieron la visita inesperada de una sanguijuela en sus gargantas. Un tiempo después de haber entrado el
parásito en sus cuerpos las víctimas sentían molestias cuando ésta les chupaba
la sangre y crecían de tamaño pues la acumulaban en su interior. Después la
vertían en la boca de sus víctimas y entonces ya iban al médico porque el
origen de su problema ya había sido descubierto. A los animales les ocurría
algo similar.
Guardo
otro recuerdo imborrable de aquellos años infantiles y que también está asociado
a los pilares. Éste tuvo como protagonista a un muchacho de la familia de “Los serios”, cuyos padres tenían el
domicilio en el “Pecho de la ermita”.
Ocurrió a finales de junio o primeros de julio, los agricultores hacían la
recolección de la cosecha de cereales, el calor era tremendo en esas fechas, él
regresaba a casa y se acercó a uno de los pilares para beber agua y
refrescarse. Cuando acabó siguió caminando pero no llegó a su casa porque
frente al Cementerio se derrumbó ya
sin vida.
Hacía
poco tiempo que el cortijero “Miguelón”
se había suicidado y parece ser que D.
Tomás, el médico titular de
Villargordo entonces, después de reconocerle firmó en el documento oficial que
su muerte fue por causas naturales. Como los hechos ocurridos fueron
denunciados a las autoridades pues intervino la Justicia y D. Tomás
entró en la prisión de Baeza porque nuestro pueblo pertenecía en esas fechas a
ese “Partido Judicial”, aunque fue
por poco tiempo. No sé cómo se cerraría el caso pero sí afirmo que él se
reintegró a su trabajo y se jubiló en nuestro pueblo, siendo sustituido por D. Ramiro Aguilera Vaquero.
Al
morir el hijo de “Los serios” en
esas condiciones, D. Tomás ya no se
fió y en su informe solicitó que se investigaran las causas de su muerte.
Cuando vinieron los forenses para practicarle al cadáver la autopsia en el Cementerio la familia se opuso, el
pueblo se congregó en las inmediaciones amotinado para impedirlo, la Guardia Civil local solicitó ayuda y vinieron
vehículos con guardias civiles desde otros cuarteles para hacer cumplir la ley.
Natalia estaba casada
con el inolvidable enterrador-pregonero
conocido popularmente como “El cojillo”
y cuidaba de “Las pilas”, por cuyo
trabajo cobraba algo a quienes hacían uso de ellas. Pues bien, este matrimonio
tuvo una hija que se llama Rosalía, vive en un pueblo de Toledo.
La
casualidad hizo que un día, en mis indagaciones para conseguir una foto de “Las pilas”, hablaba con una persona en Nerja, le expuse ese interés y resultó
que era primo de ella. Inmediatamente la llamó y no surtió efecto el esfuerzo
porque no tenía fotos del lugar. Ahí se esfumó mi ilusión por recuperar algún
día una foto con ese inolvidable lugar de nuestra niñez.
ANTES DE LA REFORMA
Comencé
a tomar imágenes de nuestro entorno y pueblo en el 2011, desde entonces puedo
asegurar que hormiga que se mueve con algo en la boca o en procesión allí estoy
yo para grabarla y llevarla hasta los discos duros de mis ordenadores. Pues,
cuando comprobé que grabar imágenes de hormigas en movimiento era difícil,
entonces decidí tomarla con lo que no se moviera. Así como empecé a tomarla con
los parajes que nos circundan, los amaneceres y atardeceres, las plantas y sus
flores, el pueblo y sus vecinos.
Así
fue como un día, al pasar por los
pilares, comencé a grabarlos. Veamos una pequeña muestra de su evolución en
estos últimos años:
DESPUÉS DE LA REFORMA
Ambos
recintos han sufrido una reciente remodelación como fruto de unos presupuestos
oficiales y, la verdad, nadie ha quedado satisfecho con lo realizado… ¡¡¡Ni pueblo ni autoridades!!!
Tenemos
que ser comprensivos y admitir que la política es así, se nos concedió dinero y
había que tomarlo o rechazarlo… ¿Qué habríamos
hecho nosotros si hubiéramos tenido que decidir?
Pues
igual que ellos, aceptar el proyecto remodelador y el dinero para que unos
villargordeños necesitados tuvieran trabajo durante un poco tiempo. Así han
quedado ambos recintos:
Los
textos que se han incorporado han sido un acierto, hacen alusión a la historia
de ambos recintos y son fruto de la mente creadora de una gran persona, Paco Anguita…
¡¡¡Amigo, nos
has regalado dos textos geniales y yo te lo reconozco publicamente!!!
Despues de mis vacaciones al volver a mi ordenador y a mi costumbre de contactar con Villargordo nos reune he tenido la grata sorpresa de ver mi nombre y recordar lo que realmente pedía yo aquel 6 de junio.
ResponderEliminarEfectivamente una de las primeras cosas que hicimos mi marido y yo fue ir al pilar, y quede francamente sorprendida de lo remozado que está. los poemas me hicieron meditar en el buen servicio que sin duda en el pasado hicieron sus aguas y el reconocimiento a las mujeres me emocionó hasta el punto que mis ojos brillaron sin poder contener alguna lágrima, la sensibilidad del autor merece la gratitud de todas las villargordeñas ya sean residentes o como yo foránea. Realmente vi a mi madre en mi imaginación, no se si canturreando pero si con tristeza, fuera de su pueblo pues mamá era cordobesa.
Gracias por ese homenaje tan merecido.
He de decir que yo soy nieta de Juana López Berrio (que trabajo como asistenta con en mentado Don Tomas) y además casé con Pedro Jiménez hermano de Juanito " el sastre" conocido por todos en el pueblo.
A pesar de estar fuera de andalucía desde los tres años, la primera vez que pisé el paseo fue en 1964, este año hemos celebrado nuestras bodas de oro con la familia en Villargordo, y debo decir que durante esos años el pueblo entero ha cambiado para bien,cada vez está mas remozado al contrario de nosotros que ya nos adornan las canas y no sirven de nada las cremas quita arrugas,que por otra parte yo voy aceptando pues no dejan de ser producto de haber vivido bastantes años.
Así que queridos paisanos muchas gracias, otra vez por la atención, seguir cuidando el pueblo, seguir uniéndonos desde la distancia y hasta otra.