sábado, 16 de enero de 2016

LOS SIGNOS EN EL MENSAJE DE JESÚS

Colaboración de Paco Pérez
La Biblia es “camino” y la mayoría no sabemos valorar su grandeza. Si la conociéramos mejor comprobaríamos que en ella están los “signos” que nos fue regalando Jesús, es decir, ayudas para entender con más facilidad lo que Dios desea que hagamos.
Si el hombre se acostumbra a pasar de puntillas por el mensaje de las lecturas pues difícilmente encontrará la luz pero si se esfuerza en profundizar en ellas, con la ayuda de quienes las han estudiado a fondo, pues probablemente veamos algo más de lo que habíamos visto antes.

Los “hechos prodigiosos” que hacía Jesús los hemos recibido como “milagros”, es decir, acciones extraordinarias que sólo podían ser realizadas con la intervención de Él. A lo largo del tiempo nos ha quedado este concepto pero… ¿Nos hemos parado a pensar en lo que fueron realmente los milagros que hacía?
Cuando Dios realiza un “milagro” en las personas debemos pensar que son “signos” que usa para liberar al hombre de la enfermedad, el miedo, la tristeza, la muerte... Cuando se nos presente un relato milagroso de Jesús deberemos acostumbrarnos a descubrir de qué es señal, de qué liberación es portador y qué actualización puede tener en estos tiempos para las personas.
Lo que no debemos hacer es hablar sobre si pasó o no pasó algo extraordinario, eso no tiene valor, deberemos dar prioridad a lo que sí tiene, las enseñanzas que nos regaló.
Por la cultura errónea que hemos adquirido a lo largor del tiempo  sobre los milagros las personas viajan a los lugares de peregrinación atraídos por los relatos de los hechos que allí suceden o han sucedido. Quienes van lo hacen para pedir, a la virgen o al santo que tiene atribuidos los portentos, que les conceda su ayuda para algún problema personal.
Considero que pedir no es un error; si lo hacemos por las necesidades de todos, en primer lugar, y por las personales de manera particular, después. Respeto que los humanos pidan a las advocaciones de María y a los santos pero no lo comparto porque entiendo que si Dios es el que nos concede el milagro… ¿No será mejor dirigirnos a Él directamente? ¿Para qué hacerlo mediante intermediarios ?
Guiémonos por la lectura de hoy y reflexionemos, aunque nos equivoquemos:
En Caná, María y Jesús, asisten a una boda. Estos actos familiares tenían una gran importancia en la tradición del pueblo de Israel y la presencia de ambos en ella la interpreto como la acción de dos personas normales, Jesús y María, que acompañan a unos familiares en un día único para ellos. Lo que sucedió lo entiendo en esa dimensión y por eso opino que a María, mujer normal, sólo le preocupó que no tuvieran vino y de ahí que le pidiera a su hijo, hombre normal y a su vez hijo de Dios, que les resolviera el problema que se había presentado a los novios. Para mí, este hecho es el reflejo de lo que es un comportamiento totalmente humanizado de ambos.
Ella lo hace convencida de que Él tiene poder para resolverlo y, para mí, es un “signo” claro de lo que debe ser la “fe” como motor que empuje a las personas en sus actos responsables, la petición de ella. Él le respondió como cualquier hombre de nuestros días a su madre pero con una gran diferencia… ¡¡¡No podía hacerlo!!!
Jesús tenía sus razones de peso para contestarle así pero reflexionó como todo buen hombre que ama a sus padres y los respeta, por ello le debió de conceder el milagro.
¿Procedemos con nuestros padres así?
Lo que sucedió en la boda es, para mí, un ejemplo de “fe”, en María, y de “humanidad”, en Jesús.
Con el paso del tiempo nos hemos desviado del verdadero sentido de las cosas y, basándonos en los hechos milagrosos, pedimos a María que nos solucione nuestras necesidades porque consideramos que ella actuará de intermediaria entre nosotros y su Hijo para que Éste, a su vez, se lo pida al Padre… ¿Nos han informado mal de estas prácticas o es que nosotros las hemos hecho a nuestra medida?
Yo me he limitado a exponer lo que se argumenta como justificación para lo que hacemos pero también existe otra versión y nos la aporta la creencia que había en las primitivas comunidades c
ristianas: [El único mediador entre Dios y los hombres es Jesús.].
La escena de la boda nos muestra otra realidad: [Para encontrar a Dios no hay que ir al templo o a un lugar silencioso. Dios está en medio del bullicio, del banquete y del baile. Jesús lo estaba y en ese ambiente escuchó la petición de María.].
¿Hemos pensado sobre esta realidad alguna vez? 



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