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lunes, 22 de febrero de 2016

EL CUERPO HUMANO

Colaboración de D. Ramiro Aguilera Vaquero
EL ORIGEN DE LA VIDA
Nuestra vida comienza con una sola célula. La primera célula se divide para convertirse en dos, estas dos se dividen en cuatro y así sucesivamente. Después de 42 duplicaciones, tenemos 10.000 billones de células  en el cuerpo y estamos listos para aflorar como un ser humano. Cada una de estas células sabe perfectamente qué es lo que tiene que hacer para preservarte y nutrirte desde la concepción hasta nuestro último aliento. Cada una de esas células lleva una copia del código genético completo (el manual de instrucciones de nuestro cuerpo), por lo que sabe hacer no sólo su trabajo sino también todos los demás trabajos del cuerpo. Hace todo eso y además, reproducirse.

Una célula humana tiene como media una anchura de 29 micras (dos centésimas de milímetro), por lo que es demasiado pequeña para que pueda verse, pero lo bastante espaciosa para albergar miles de complicadas estructuras como las mitocóndrias y millones y millones de moléculas.
La mayoría de las células vivas raras veces duran más de un mes, pero hay excepciones. Las del hígado pueden sobrevivir años y las neuronas duran toda la vida. Al nacer hay unos 100.000 millones de neuronas, habiéndose calculado que se pierden 500 cada hora. En cambio, los componentes de las células hepáticas y de las neuronas se renuevan cada pocos días, por lo que es probable que ninguno de sus componentes tenga más de un mes de vida.
En cada célula hay un mínimo de 100 millones de moléculas de proteínas y cada una realiza una o varias funciones. Para mantener esas células bien oxigenadas, el corazón ha de bombear 343 litros de sangre por hora, unos 8.000 litros al día, 3 millones de litros al año (lo suficiente para llenar cuatro piscinas olímpicas). Todo ello es en reposo. Durante el ejercicio puede llegar a ser hasta seis veces más. La comida y el oxígeno son absorbidos por las mitocóndrias y transformados en electricidad. Las mitocóndrias actúan como centrales eléctricas y suele haber unas mil por célula.
Dentro de cada célula de nuestro organismo hay un núcleo y dentro del núcleo están los 46 cromosomas que son hacecillos de ADN, de los que 23 proceden de tu madre y 23 de tu padre. Casi todas las células de tu cuerpo llevan la misma dotación de cromosomas, excepto algunas como son los hematíes de la sangre, algunas del sistema inmune y las células del óvulo y del esperma, que, por diversas razones, no portan el bagaje genético completo.
Los cromosomas están formados por largas hebras de esa maravilla química llamada ácido desoxirribonucléico o ADN, al que se ha calificado como “la molécula más extraordinaria de la Tierra”. Sólo existe para crear más ADN y hay casi dos metros de él, apretujado dentro de cada célula. Si se juntara todo tu ADN en una sola fina hebra, habría suficiente para estirarlo desde la Tierra hasta la Luna y volver, hasta tres veces. Unos 20 millones de kilómetros de ADN.
Esas cadenas de ADN en forma de hélice están formadas por cuatro componentes químicos que son los aminoácidos: adenina, guanina, citosina y tiamina. Los genes constituyen y forman parte de los cromosomas, y no son nada más que instrucciones para que cada célula fabrique determinadas proteínas, siempre las mismas. Igual que las teclas de un piano que cada una da sólo una nota, pero si las combinas bien, puedes crear melodías de infinita variedad. Por ello, todos los genes que forman el genoma humano, crean la gran sinfonía de la existencia. Esos cuatro aminoácidos sólo pueden combinarse de dos modos: la guanina siempre está emparejada con la citosina y la tiamina con la adenina.
El 60% de los genes humanos son iguales a los de las moscas de la fruta. El 90% son iguales a los de los ratones. Los humanos tenemos aproximadamente entre 35.000 y 40.000 genes, casi el mismo número que tiene la hierba. Un gusano tiene 18.000 y una mosca, 13.000. Los humanos nos diferenciamos unos de otros en ADN, en un 0’2% y con un mono, en un 2%.
Nosotros tenemos 46 cromosomas, algunos helechos tienen más de 600, el pez pulmonado (uno de los animales menos evolucionados) tiene 40 veces más ADN que nosotros.
El ADN es el principal componente genético de la célula y se encuentra en el núcleo, en forma de cadenas de cromatina. Cuando la célula entra en fase de división esas cadenas se empaquetan y se duplican formando los cromosomas. Por tanto, los cromosomas son estructuras altamente organizadas que se forman solo cuando la célula entra en fase de división y están constituidos por ADN y proteínas que contienen la mayor parte de la información genética de cada individuo, ya que el ADN es el material que contiene los genes. Los cromosomas solo son visibles durante la división celular.
Cada célula de nuestro cuerpo contiene 23 pares de cromosomas (46 en total), de los que la mitad provienen de la madre y la otra mitad, del padre. Los genes se localizan en los cromosomas y constituyen las unidades de herencia molecular. Son los responsables de la transmisión de los caracteres de una generación a la siguiente. Los genes son segmentos de ADN que ordenan al organismo como producir proteínas específicas. En cada célula hay aproximadamente 30.000 genes que constituyen el material hereditario, lo que se denomina genotipo. Los cromosomas contienen copias pares de cada gen y el gen ocupa la misma posición en cada cromosoma.
La información genética contenida en los genes y en el ADN se transmite del núcleo celular al ribosoma a través del ácido ribonucléico (ARN), del que existen tres tipos, tanto en su estructura como en su función y se sintetizan sobre una hebra de ADN. Uno es el ARN mensajero (ARNm), cuya función es la de transportar la información genética del núcleo a los ribosomas, determinando el orden de los aminoácidos que debe tener la nueva proteína. Otro es el ARN de transferencia (ARNt) que se encarga de llevar los aminoácidos necesarios para crear la proteína codificada por el ARNm. El tercero es el ARN ribosomal (ARNr) que se encarga de hacer las proteínas que forman parte de los ribosomas.
Por tanto, el ARN es como un mensaje escrito en lenguaje ADN que debe traducirse en síntesis de proteínas.
Los rasgos genéticos como el color de los ojos pueden ser dominantes o recesivos. Los rasgos dominantes son controlados por un gen en el par de cromosomas. Los rasgos recesivos requieren que ambos genes trabajen juntos. Otras características como la estatura, son determinadas por más de un gen. Algunas enfermedades son ocasionadas por un cambio de un solo gen.



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