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lunes, 5 de septiembre de 2016

“EL LELO”, UN BUEN HOMBRE

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo I
El 26 de septiembre de 2011 salí por la mañana con mi esposa para mover el cuerpo durante el paseo que cada día damos a esas horas. Transitábamos por la calle Cristo de la Salud y nos topamos con nuestro buen amigo Luís Moreno CoboEl Lelo” que estaba en la puerta de su vivienda haciendo labores de jardinería.

Desde lejos lo divisamos muy ocupado cuando estaba en plena faena podadora, en esos momentos subía y bajaba las escaleras metálicas y lo hacía de tal manera que nos dio la sensación de que estaba metiendo fuego, quienes lo conocemos bien sabemos que esa es su forma habitual de moverse.
Subido en ellas manejaba con gran pericia las tijeras de poda mientras eliminaba las greñas deterioradas de las plantas, lo hacía con un arte fuera de lo común y cuando dio la faena por acabada quedaron las plantas tan bien peinadas que un barbero no hubiera dejado la cabeza de su cliente mejor arreglada.


Cuando llegamos hasta él y lo saludamos desde lejos abandonó los tijeretazos, se bajó y vino hasta nosotros. Nos atendió con su habitual amabilidad y después de charlar en la acera un rato nos abrió las puertas de su “mansión” para que la visitáramos.



Pasó a la vivienda para mostrársela a Mari, ella disfruta con estas cosas y yo me dediqué a tomar algunas fotos de los exteriores.
Después de aquel día hemos mantenido con Luís infinidad de encuentros y en más de uno, durante la conversación, salieron a la superficie los aspectos biográficos de su vida, los más relevantes, y también algunas historias que le ocurrieron en su etapa villargordeña.
Yo recordaba de aquella época que Luís tenía una gran pasión por el arte flamenco y en una conversación con Tomás García JiménezZamorita”, unos años mayor que yo, me relató algunas de las anécdotas que vivió Luís cuando intentó abrirse camino en mundo del baile con sus actuaciones artísticas en los espectáculos de cante flamenco que venían entonces por nuestro pueblo cuando la recolección de la aceituna estaba en marcha y a la finalización o de circo en las fiestas de Santiago. La verdad, no me creí lo que contó Tomás porque consideré su relato muy fantástico pero este día desfiló por mi mente el recuerdo de lo que me contó aquel día y me vino a lamente ese recuerdo cuando vi, a la entrada de su vivienda, el rótulo de “Villa María”. Se lo comenté a Luís y me confirmó que Tomás había dicho la verdad.
LOS PATIOS Y JARDINES DE “VILLA MARÍA”
Los desvelos que su madre tuvo siempre con él, los caprichos que le permitió cumplir y los muchos años de convivencia que tuvieron, tanto en Villargordo como en Barcelona, forjaron en Luís un sentimiento de amor hacía ella muy cargado de verdad y la muestra palpable de ello estuvo en la atención que le dio en su vejez hasta que falleció.
A veces, las personas no somos capaces de exteriorizar lo que sentimos por otras personas y nos lo llevamos a la tumba. En Luís no ocurrió ese comportamiento con María, su madre, porque he comentado antes cómo la trató y, además, porque ese amor hacía ella lo hizo público poniéndole a su casa “Villa María”.


















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