Colaboración de José Martínez Ramírez
Capítulo IV
LOS SEGADORES DE SUEÑOS
En el Cortijo
Piletas, cuidando ganado,
jugaba mirando las nubes, pues vivía del viento.
Un niño alegre y pequeño, de ojos muy claros,
cantaba y bailaba pero sonreía muy lento.
Su corta vida le ofrecía y quedaba ensimismado
del paisaje de Jaén, al fondo de los cientos
en continuo movimiento, con sus olivos plateados.
Y, en su soledad y apenas sin aliento,
soñaba con viajar hacia sus sueños y sin descuento…
¡Qué lejos mi tierra y de este mar trovado!
Barcelona, Jaén y Villargordo, al lado.
Y quedó este niño, salido de este cuento,
prendado de su arboleda y ensimismado,
pero cantaba, bailaba y sonreía muy lento.
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