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viernes, 9 de septiembre de 2016

“EL LELO”, UN BUEN HOMBRE

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo III
SU AFICIÓN POR EL ARTE FLAMENCO
Era muy pequeño y ya mostraba una pasión poco común para el arte,  el “baile flamenco” era su pasión. Cuando iba con su madre a Jaén y pasaba por un escaparate con trajes de “estilo flamenco” se le iban los ojos detrás de ellos y también hacia las “castañuelas” pero la penuria económica de entonces le impedía a su madre poder hacer esas compras y regalarle el equipo de baile completo. Esta circunstancia hizo a Luís agudizar su ingenio y por esa actitud encontró una forma única para tener unas castañuelas originales. 

Cuando se le rompía a su madre o a una vecina un cántaro, algo frecuente en aquellos tiempos, él recogía de entre los tejoletos que se originaban los trozos adecuados y los pulía sobre una piedra para darles forma de castañuelas. Para tocar, se ponía cada parte entre dos dedos y les hacía chocar. Así fue como se inició en ese arte, no fácil, y sin maestro. Más adelante ya tuvo unas castañuelas de verdad y llegó a manejarlas muy bien, según me contó él… ¡¡¡Les hacía hablar!!!
María, la madre de Luís, cuando venían los “cantaores flamencos” o los “circos” acudía hasta los dirigentes de esos espectáculos y les pedía una oportunidad para su hijo y así fue como consiguió que él bailara al final de sus espectáculos, su número cerraba las actuaciones.
En una ocasión bailó en un “circo” que vino para las “Fiestas de Santiago”. En aquellas fechas su madre había sufrido la pérdida de un ser querido y por ello vestía de negro pero, a pesar de ello, se olvidó de las costumbres que imponían los lutos entonces y dio prioridad a llevar a su hijo al “circo”. Sacaron las entradas y pasaron al espectáculo, los acompañaba uno de los artistas con los que habían hablado y los acompañaba al lugar que debían ocupar para que Luís pudiera salir pronto para actuar cuando le llegara su turno.
El “circo” mostraba al público números con animales adiestrados, entre ellos había un mono de un tamaño aceptable y éste estaba recluido en una jaula. María y su hijo pasaron cerca de ella y el mono debió de confundirla con una mona, Luís supone que la confusión debió producirse por el color de su vestimenta. Lo cree por la actitud inesperada que tuvo el mono con ella: La agarró y la atrajo hacia él y la abrazó. María, sin esperarlo, se encontró atrapada entre los brazos del mono y los barrotes de la jaula, comenzó a gritar y eso hizo que la rápida intervención de los cuidadores y del personal empleado del espectáculo acudieran pronto en su ayuda y abortaran que el mono le hubiera hecho daño.
Según Luís, aquel desgraciado acto hizo que su madre decidiera después que ya no lo llevaría nunca más a otros espectáculos y esa decisión hizo que él abandonara de manera prematura su gran pasión… ¡¡¡El baile flamenco!!!
NUNCA SE OLVIDÓ DE SU PUEBLO
En las vacaciones de verano regresaba a Villargordo para pasar unos días de descanso entre sus familiares y amigos, que eran muchos. Él tenía con la “Familia Mendoza Moral” una gran amistad y, de manera especial con “Quico”, por eso cuando venía se lo pasaban bomba recordando juntos los viejos tiempos y con las ocurrencias del momento.
A mediados de la década de los setenta vino en el mes de Julio y los marchosos de entonces: Alonso, Quico, JuanitoTropezón” y  Sebastián MoralGalgo Viejo” organizaron un día de juerga en el río. También fueron invitados Sebastián Aranda y su esposa María Mendoza, LuísEl Lelo” y yo.
El lugar elegido fue la casilla que había en la huerta de los padres de Sebastián, la tenían en “Él Llano” de Las Infantas y el río Guadalbullón que pasaba muy cerca la regaba.
En aquellos años casi nadie tenía vehículo y para desplazarnos hasta el lugar el grupo se repartió, unos acompañaron al Quico en el tractor Ebro de color azul que tenían sus padres y los otros en taxis.
Los del tractor viajaron por el camino de Almenara y cruzaron el río. La ida se hizo de manera racional pero la vuelta estuvo plagada de anécdotas risueñas pues los niveles de líquido inflamable ingerido durante la jornada sobrepasaban un pelín el nivel normalizado y eso propició que la tropa que ocupaba el alzamiento del tractor y los guardabarros tuviera el puntillo adecuado para que las ocurrencias saltaran al ambiente con más frecuencia que los saltos que daba el tractor circulando por medio  de las olivas, viajaban tan alegres y despreocupados que nada les importaba y por eso el regreso se les hizo cortísimo.
Fue una comida típica en la que los pocos años y las ocurrencias la convirtieron en inmejorable pues todo lo que se comía estaba buenísimo, lo que se bebía refrescaba el gaznate y no preocupaba a los conductores la prueba del globo porque no se hacía y, además, porque todo lo que se decía causaba gracia. Acabado el refrigerio decidimos ir hasta el restaurante que estaba próximo, y que después se convirtió en “El Juleca”, para tomar café.
María nos tenía reservada una sorpresa pues antes de marcharnos, desde el interior de la casilla, llamó a Luís y éste entró. Esperamos y unos minutos después éste salió transformado… ¡¡¡María se había llevado su vestido de novia y se lo puso a Luís!!!
Cuando superamos la primera impresión nos expusieron sus planes antes de salir en busca del café, Sebastían Moral sería el novio y el resto formaríamos el acompañamiento de los novios. Así nos encaminamos en plena siesta por la carretera hacía el restaurante. Luís, con su originalidad habitual y gracia, cuando divisaba un camión se levantaba el vestido y le enseñaba las piernas, esta circunstancia hacía que desde lejos nadie reconociera la falsa escenificada y los conductores, al pasar junto al cortejo, se mostraban alborozados, nos saludaban y hacían sonar con energía el claxon. Cuando llegamos al restaurante nos instalamos en la piscina y el ambiente se revolucionó con la alegría que les transmitíamos.
Después de tomar lo previsto y algo más regresamos a nuestro refugio, nos cambiamos al bañador y nos fuimos al río para bañarnos. Algunos se sorprenderán pero en aquellos años el Guadalbullón bajaba con un nivel de agua aceptable y sus aguas eran transparentes.
Al atardecer dimos por concluida la jornada y ya sabéis cómo fue la vuelta al pueblo.
REGRESA A VILLARGORDO
Cuando se jubiló tomó la decisión de regresar al pueblo, lo hizo acompañado de su hija, ésta se casó aquí y tiene dos hijos. Antes de instalarse entre nosotros vendió el piso que tenía en Barcelona y edificó la casa en la que vive, la que os he mostrado.
EL LIMPIAFONDOS PUDO CAUSAR UNA DESGRACIA
Una mañana del mes de enero, ese día había caído en el pueblo un escarchazo tremendo y el ambiente de la calle era muy gélido, Luís llevó al nieto pequeño al Colegio en el coche y ese día iba muy abrigado con el plumón, al dejar al niño en clase regresó a la casa.
Una particularidad que está muy manifestada en este hombre es que todo lo quiere en perfecto estado de revista y por eso no puede estar parado.
Por ser así, a pesar del frío que hacía esa mañana, se dio una vuelta por el patio y como observó algo en el agua decidió pasarle a la piscina el limpiafondos, no se quitó para hacerlo ni el “pluma” (así llama él al plumón). Durante la faena se dio una de sus revolainas típicas y, sin saber la causa, perdió el equilibrio y se fue al agua.
En el Colegio coincidía con Ana Serrano CastilloLa Cotota” y, como dejó algunos días de llevar al nieto a clase, cuando retomó la costumbre fue inevitable que Ana le preguntara:
- Llevas muchos días sin venir… ¿Qué te ha pasado?
Luís, dándole unos cuantos palmotazos en el brazo le dijo:
- ¡¡¡Caaalla, chiquilla, caaalla!!! ¡¡¡He estado a puntico de palmar!!!
- ¡¡¡No me digas eso Luís!!! ¿Qué te ha pasado?
– El día del famoso escarchazo, sin quitarme el “pluma”, me puse a limpiar el agua de la piscina con el limpiafondos y acabé en el agua. El “pluma” empezó a empaparse de agua, me hundía y no me podía salir, cada vez pesaba más el dichoso abrigo y ya me veía en la caja.
- Luís… ¿Tan mal estuvo la cosa?
– Ana, estuvo peor. Yo braceaba, no lograba flotar y no sabía ni donde estaba pero, de pronto, una de mis manos rozó con una de las paredes y esa fue mi salvación porque me agarré al borde y así fue como me pude ir hacia las escalerillas para salir pues estaba muy agotado.
- Luís… ¡¡¡El plumón te iba a cargar!!!
- ¡¡¡Sííí. El “pluma” cabronazo no me ahogó de milagro pero me hizo pillar un resfriado de muerte!!!
– Cuando limpies otra vez el agua con el limpiafondos te lo pones de nuevo.
- ¡¡¡Cuando haga frío ya no me pondré más a ese asesino, me escapé de ahogarme y después me iba a ir con los ángeles por culpa del catarro que me regaló!!!
No hace mucho se encontraron por la calle, recordaron la historia y Luís le dijo:
- Lo que ocurrió me dejó traumatizado y ahora, cuando uso el limpiafondos, me pongo el flotador que me compré por si me caigo de nuevo.

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