Colaboración de Paco Pérez
Capítulo III
SU AFICIÓN POR EL ARTE FLAMENCO
Era
muy pequeño y ya mostraba una pasión poco común para el arte, el “baile
flamenco” era su pasión. Cuando iba con su madre a Jaén y pasaba por un escaparate
con trajes de “estilo flamenco” se
le iban los ojos detrás de ellos y también hacia las “castañuelas” pero la penuria económica de entonces le impedía a su
madre poder hacer esas compras y regalarle el equipo de baile completo. Esta
circunstancia hizo a Luís agudizar
su ingenio y por esa actitud encontró una forma única para tener unas castañuelas originales.
Cuando se le
rompía a su madre o a una vecina un cántaro, algo frecuente en aquellos
tiempos, él recogía de entre los tejoletos que se originaban los trozos
adecuados y los pulía sobre una piedra para darles forma de castañuelas. Para tocar, se ponía cada
parte entre dos dedos y les hacía chocar. Así fue como se inició en ese arte,
no fácil, y sin maestro. Más adelante ya tuvo unas castañuelas de verdad y
llegó a manejarlas muy bien, según me contó él… ¡¡¡Les hacía hablar!!!
María, la madre de Luís, cuando venían los “cantaores flamencos” o los “circos”
acudía hasta los dirigentes de esos espectáculos y les pedía una oportunidad para
su hijo y así fue como consiguió que él bailara al final de sus espectáculos, su
número cerraba las actuaciones.
En
una ocasión bailó en un “circo” que
vino para las “Fiestas de Santiago”.
En aquellas fechas su madre había sufrido la pérdida de un ser querido y por
ello vestía de negro pero, a pesar de ello, se olvidó de las costumbres que
imponían los lutos entonces y dio prioridad a llevar a su hijo al “circo”. Sacaron las entradas y pasaron
al espectáculo, los acompañaba uno de los artistas con los que habían hablado y
los acompañaba al lugar que debían ocupar para que Luís pudiera salir pronto para actuar cuando le llegara su turno.
El
“circo” mostraba al público números
con animales adiestrados, entre ellos había un mono de un tamaño aceptable y
éste estaba recluido en una jaula. María
y su hijo pasaron cerca de ella y el mono
debió de confundirla con una mona, Luís
supone que la confusión debió producirse
por el color de su vestimenta. Lo cree por la actitud inesperada que tuvo
el mono con ella: La agarró y la atrajo hacia él y la abrazó. María, sin esperarlo, se encontró atrapada entre los brazos del mono y
los barrotes de la jaula, comenzó a gritar y eso hizo que la rápida
intervención de los cuidadores y del personal empleado del espectáculo acudieran
pronto en su ayuda y abortaran que el mono le hubiera hecho daño.
Según
Luís, aquel desgraciado acto hizo
que su madre decidiera después que ya no lo llevaría nunca más a otros
espectáculos y esa decisión hizo que él abandonara de manera prematura su gran pasión…
¡¡¡El baile flamenco!!!
NUNCA SE OLVIDÓ DE SU PUEBLO
En
las vacaciones de verano regresaba a Villargordo para pasar unos días de
descanso entre sus familiares y amigos, que eran muchos. Él tenía con la “Familia Mendoza Moral” una gran amistad
y, de manera especial con “Quico”,
por eso cuando venía se lo pasaban bomba recordando juntos los viejos tiempos y
con las ocurrencias del momento.
A
mediados de la década de los setenta vino en el mes de Julio y los marchosos de
entonces: Alonso, Quico, Juanito “Tropezón”
y Sebastián
Moral “Galgo Viejo” organizaron
un día de juerga en el río. También fueron invitados Sebastián Aranda y su esposa María
Mendoza, Luís “El Lelo” y yo.
El
lugar elegido fue la casilla que había en la huerta de los padres de Sebastián, la tenían en “Él Llano” de Las Infantas y el río Guadalbullón
que pasaba muy cerca la regaba.
En
aquellos años casi nadie tenía vehículo y para desplazarnos hasta el lugar el
grupo se repartió, unos acompañaron al Quico
en el tractor Ebro de color azul que
tenían sus padres y los otros en taxis.
Los del tractor viajaron
por el camino de Almenara y cruzaron
el río. La ida se hizo de manera racional pero la vuelta estuvo plagada de
anécdotas risueñas pues los niveles de líquido inflamable ingerido durante la
jornada sobrepasaban un pelín el nivel normalizado y eso propició que la tropa
que ocupaba el alzamiento del tractor y los guardabarros tuviera el puntillo
adecuado para que las ocurrencias saltaran al ambiente con más frecuencia que
los saltos que daba el tractor circulando por medio de
las olivas, viajaban tan alegres y despreocupados que nada les importaba y por
eso el regreso se les hizo cortísimo.
Fue
una comida típica en la que los pocos años y las ocurrencias la convirtieron en
inmejorable pues todo lo que se comía estaba buenísimo, lo que se bebía
refrescaba el gaznate y no preocupaba a los conductores la prueba del globo
porque no se hacía y, además, porque todo lo que se decía causaba gracia. Acabado
el refrigerio decidimos ir hasta el restaurante que estaba próximo, y que después
se convirtió en “El Juleca”, para
tomar café.
María nos tenía
reservada una sorpresa pues antes de marcharnos, desde el interior de la
casilla, llamó a Luís y éste entró.
Esperamos y unos minutos después éste salió transformado… ¡¡¡María se había llevado su vestido de novia
y se lo puso a Luís!!!
Cuando
superamos la primera impresión nos expusieron sus planes antes de salir en
busca del café, Sebastían Moral sería
el novio y el resto formaríamos el acompañamiento de los novios. Así nos
encaminamos en plena siesta por la carretera hacía el restaurante. Luís, con su originalidad habitual y
gracia, cuando divisaba un camión se levantaba el vestido y le enseñaba las
piernas, esta circunstancia hacía que desde lejos nadie reconociera la falsa
escenificada y los conductores, al pasar junto al cortejo, se mostraban
alborozados, nos saludaban y hacían sonar con energía el claxon. Cuando
llegamos al restaurante nos instalamos en la piscina y el ambiente se
revolucionó con la alegría que les transmitíamos.
Después
de tomar lo previsto y algo más regresamos a nuestro refugio, nos cambiamos al
bañador y nos fuimos al río para bañarnos. Algunos se sorprenderán pero en
aquellos años el Guadalbullón bajaba
con un nivel de agua aceptable y sus aguas eran transparentes.
Al
atardecer dimos por concluida la jornada y ya sabéis cómo fue la vuelta al
pueblo.
REGRESA A VILLARGORDO
Cuando
se jubiló tomó la decisión de regresar al pueblo, lo hizo acompañado de su
hija, ésta se casó aquí y tiene dos hijos. Antes de instalarse entre nosotros vendió
el piso que tenía en Barcelona y edificó la casa en la que vive, la que os he
mostrado.
EL LIMPIAFONDOS PUDO CAUSAR UNA DESGRACIA
Una
mañana del mes de enero, ese día había caído en el pueblo un escarchazo
tremendo y el ambiente de la calle era muy gélido, Luís llevó al nieto pequeño al Colegio en el coche y ese día iba
muy abrigado con el plumón, al dejar al niño en clase regresó a la casa.
Una
particularidad que está muy manifestada en este hombre es que todo lo quiere en
perfecto estado de revista y por eso no puede estar parado.
Por
ser así, a pesar del frío que hacía esa mañana, se dio una vuelta por el patio
y como observó algo en el agua decidió pasarle a la piscina el limpiafondos, no
se quitó para hacerlo ni el “pluma”
(así llama él al plumón). Durante la
faena se dio una de sus revolainas típicas y, sin saber la causa, perdió el
equilibrio y se fue al agua.
En
el Colegio coincidía con Ana Serrano
Castillo “La Cotota” y, como
dejó algunos días de llevar al nieto a clase, cuando retomó la costumbre fue
inevitable que Ana le preguntara:
-
Llevas muchos días sin venir… ¿Qué te ha pasado?
Luís,
dándole unos cuantos palmotazos en el brazo le dijo:
-
¡¡¡Caaalla, chiquilla, caaalla!!! ¡¡¡He estado a puntico de palmar!!!
-
¡¡¡No me digas eso Luís!!! ¿Qué te
ha pasado?
–
El día del famoso escarchazo, sin quitarme el “pluma”, me puse a limpiar el agua de la piscina con el limpiafondos
y acabé en el agua. El “pluma”
empezó a empaparse de agua, me hundía y no me podía salir, cada vez pesaba más
el dichoso abrigo y ya me veía en la caja.
-
Luís… ¿Tan mal estuvo la cosa?
–
Ana, estuvo peor. Yo braceaba, no lograba flotar y no sabía ni donde estaba
pero, de pronto, una de mis manos rozó con una de las paredes y esa fue mi
salvación porque me agarré al borde y así fue como me pude ir hacia las
escalerillas para salir pues estaba muy agotado.
-
Luís… ¡¡¡El plumón te iba a cargar!!!
-
¡¡¡Sííí. El “pluma” cabronazo no me
ahogó de milagro pero me hizo pillar un resfriado de muerte!!!
–
Cuando limpies otra vez el agua con el limpiafondos te lo pones de nuevo.
-
¡¡¡Cuando haga frío ya no me pondré más a ese asesino, me escapé de ahogarme y
después me iba a ir con los ángeles por culpa del catarro que me regaló!!!
No
hace mucho se encontraron por la calle, recordaron la historia y Luís le dijo:
-
Lo que ocurrió me dejó traumatizado y ahora, cuando uso el limpiafondos, me
pongo el flotador que me compré por
si me caigo de nuevo.
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