Colaboración de Ramón Albao Carmona
A
los que no regresaron y a los que sí,
a
los que echaron raíces
y,
al consuelo de su retoños,
viven
el placer de ellos.
A
los que se fueron en silencio,
con
los ojos preñados de lágrimas muchas,
a
lugares de sombras y soledades,
dejando
a sus espaldas pensamientos, alegrías,
hijos,
esposas, amores y su compañía.
Una
maleta perseverante, pero triste,
que
tal vez se perdiera por los caminos de los tiempos,
si
vosotros, emigrantes villargordeños nobles y altivos,
que
aquel día partisteis por un camino cruel
de
hierros y anchas traviesas.
Era
largo e interminable, pero lleno de esperanza;
ibais
cansados, creyendo en la verdad de vuestros sueños,
deciéndole
a los vientos que volveríais a las campiñas,
a
los rugosos olivares, a las noches de luna clara y a Villargordo.
Donde
la Luna se baña en un mar de olivos,
se
mira en los espejos de sus noches plateadas
a
las plácidas sombras de “El Paseo”,
allí
oiréis los susurros de las brisas
que
bajan de la Ermita, la charla de los paisanos,
y
los gratificantes recuerdos jóvenes y limpios.
Vosotros,
emigrantes,
motivo
de mis nublados ojos,
no
perdáis nada del pasado
porque
allá donde os llevara el viento,
siempre
sembrasteis patria,
porque
vuestros pasos fueron los mejores,
nadie
derrotó vuestro entusiasmo
y
siempre disteis en el clavo de la sabiduría y la cordura.
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