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jueves, 8 de diciembre de 2016

EL CAMPANARIO DE MI PUEBLO

Colaboración de Juan Manuel Moral Moreno “Juanche”
En mi pueblo, Villargordo (Jaén), tenemos  pocos monumentos que ofrecer al visitante pero si hubiera que guiar a una expedición de turistas con deseos de ver algo típico de aquí no nos quedaría otra solución que llevarlos a la Ermita, a los Pilares, al Paseo y a la Iglesia.
Al edificio del templo parroquial, desde que yo era un mozalbete, se le han hecho varias reformas y, la verdad, no hace falta ser un entendido para descubrir que ha perdido con ellas lo poco bello que tenía por fuera, sus paredes de piedra vista.

Las estropearon cuando éstas fueron revestidas con cemento y blanqueadas. También se reformó, muchos años antes, el campanario y se le quitaron parte de ellas para poner en su lugar ladrillo rojo.
Recuerdo muy bien esta reforma que se le hizo al campanario porque participé como albañil en ella cuando volví de la guerra de SIDI IFNI y me licencié. Durante un tiempo, estuve trabajando de peón con Gilico que, en aquellos años, era un gran maestro albañil. Recuerdo que en esa obra pasamos muchas calamidades pues hay que tener en cuenta que entonces no había la maquinaria de ahora. Los materiales se subían con una soga y una carrucha y, si nos fijamos en la altura que tiene, pues ya nos podemos hacer una idea aproximada de cómo teníamos las manos de tanto tirar de ella en toda la jornada, nos sangraban. Esta faena la hacíamos AntonioEl Potro” y yo, los otros compañeros eran los que hacían la mezcla en medio de la plaza.
Colocar la “veleta” de hierro en el pico más alto del campanario fue un aventura que no puedo olvidar porque la pusimos Gilico y yo, él como maestro y yo sujetándola mientras él le ponía el cemento, fue una experiencia inolvidable por el peligro que pasamos. Este trabajo no fue nada fácil si tenemos en cuenta que no había donde agarrarse, el andamio estaba en la parte interior y, en la parte que daba a la plaza, no había nada y por eso tuvimos que hacerlo sentados sobre la pared y espatarrados, con una pierna en el interior y la otra dando a la plaza, y sin tener quitamiedos ni estar atados.
También quiero que se conozca la relación de todos los paisanos que trabajábamos allí porque creo que está bien saber los que fueron. En primer lugar, como maestro, Gilico; sus dos cuñados, Manuel El Pelantre” y BartoloméVictor”; MiguelEl Rey”; Francisco Alegre”; AntonioEl Potro” y yo.


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