Colaboración de Juan Manuel Moral Moreno “Juanche”
En
mi pueblo, Villargordo (Jaén), tenemos pocos monumentos que ofrecer al visitante pero
si hubiera que guiar a una expedición de turistas con deseos de ver algo típico
de aquí no nos quedaría otra solución que llevarlos a la Ermita, a los Pilares,
al Paseo y a la Iglesia.
Al
edificio del templo parroquial,
desde que yo era un mozalbete, se le han hecho varias reformas y, la verdad, no
hace falta ser un entendido para descubrir que ha perdido con ellas lo poco bello
que tenía por fuera, sus paredes de
piedra vista.
Las
estropearon cuando éstas fueron revestidas
con cemento y blanqueadas. También
se reformó, muchos años antes, el campanario
y se le quitaron parte de ellas para poner en su lugar ladrillo rojo.
Recuerdo
muy bien esta reforma que se le hizo al campanario
porque participé como albañil en ella cuando volví de la guerra de SIDI IFNI y me licencié. Durante un
tiempo, estuve trabajando de peón con Gilico
que, en aquellos años, era un gran maestro albañil. Recuerdo que en esa obra
pasamos muchas calamidades pues hay que tener en cuenta que entonces no había
la maquinaria de ahora. Los materiales se subían con una soga y una carrucha y,
si nos fijamos en la altura que tiene, pues ya nos podemos hacer una idea aproximada
de cómo teníamos las manos de tanto tirar de ella en toda la jornada, nos
sangraban. Esta faena la hacíamos Antonio
“El Potro” y yo, los otros compañeros
eran los que hacían la mezcla en medio de la plaza.
Colocar
la “veleta” de hierro en el pico más
alto del campanario fue un aventura que no puedo olvidar porque la pusimos Gilico y yo, él como maestro y yo sujetándola
mientras él le ponía el cemento, fue una experiencia inolvidable por el peligro
que pasamos. Este trabajo no fue nada fácil si tenemos en cuenta que no había
donde agarrarse, el andamio estaba en la parte interior y, en la parte que daba
a la plaza, no había nada y por eso tuvimos que hacerlo sentados sobre la pared
y espatarrados, con una pierna en el interior y la otra dando a la plaza, y sin
tener quitamiedos ni estar atados.
También
quiero que se conozca la relación de todos los paisanos que trabajábamos allí
porque creo que está bien saber los que fueron. En primer lugar, como maestro, Gilico; sus dos cuñados, Manuel “El Pelantre” y Bartolomé
“Victor”; Miguel “El Rey”; Francisco “Alegre”; Antonio “El Potro” y yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario