Colaboración de Paco Pérez
INCOMPRENSIÓN E INJUSTICIA POR EL AMOR DE UNA
MUJER
Los
hechos que os voy a relatar hoy ocurrieron hace tantos años que no recuerdo con
precisión cuando tuvieron lugar pero lo
que sí recuerdo bien es que sucedieron en verano. Para contrastar mis
datos, tomados de lo que presencié y escuché entonces de los paisanos, entré en
contacto con algunos amigos algo mayores que yo que también vivían en mi barrio
y con otros que no.
Comencé
la investigación mandando la foto que me regaló Tomás Lendínez, por WhatApp, a mi buen amigo Juan Valero Cañas “El
Pelotas” y le adjunté este comentario:
-
Juanito, esta foto tiene muy mala
calidad pero a pesar de ello, al verla, mi mente ha volado hasta nuestra niñez
y me ha regalado el recuerdo imborrable de un hecho muy lamentable que sonó
mucho entonces. Mírala bien y me dices los recuerdos que te ha regalado a ti. Hazlo
pronto porque en estos momentos estoy escribiendo el relato de lo que sucedió ese
día pero quiero confirmar lo ocurrido bien y hacerlo antes de publicarlo, para
ello hablaré también con otras personas.
Cuando
me contestó coincidimos en lo importante: Que fue un hecho bochornoso ocurrido
en Villargordo cuando teníamos muy
pocos años, que impresionó a mucha gente y que en aquellos tiempos no era
posible manifestarse ni posicionarse contra quienes lo hicieron… ¡¡¡Los Guardias Civiles, los municipales y
algunos paisanos que colaboraron con ellos!!!
Entonces
no se comprendió muy bien la que montaron estos funcionarios para apresar al
señor Mateillo pero en su descargo
hay que reconocer, en honor a la verdad, que ellos obedecieron órdenes y para
situaciones como estas siempre se dijo que donde mandaba el patrón no mandaba
el marinero. Esa expresión es verdadera pero… ¿Qué pintaban allí los paisanos que también intervinieron? ¿Quisieron hacerse los graciosos con las
autoridades o fue porque tenían muy poca personalidad?
Cuando
el amigo Tomás me mostró hace unas
fechas esa foto de antaño con esas jovencitas bailando, en la explanada que hay
frente a la puerta del “campanillo”
de nuestra Ermita, un “bolero” antiguo de nuestro pueblo que
les había enseñado Paquito Jiménez
Delgado “El Chapiro” mi mente
viajó al pasado.
Lo
hizo porque al fondo de ella se puede ver una casa deteriorada por el paso de los años y por no estar habitada, entonces
era la última vivienda de la calle que en aquellos años era conocida
popularmente como “El Centro”, hoy Pablo Iglesias. Pues bien, al ver la foto
recordé de inmediato la historia que ahora voy a mostrarles.
En
aquellas fechas yo vivía en la calle Queipo
de Llano, hoy 14 de Abril, y por
esa razón lo normal era que estuviera jugando por las tardes en los alrededores
de la Ermita o del Cementerio y el día de autos, estando por allí, alguien
comentó lo que estaba pasando en esos momentos en esa casa que había junto a la
Ermita, salimos corriendo y, al
llegar, entonces vi que había mucha gente observando desde la distancia lo que
sucedía en esa vivienda y los alrededores… ¡¡¡Estaba rodeada por los Guardias Civiles del pueblo y los Municipales!!!
Preguntamos
por lo que ocurría y alguien dijo que el señor Mateillo estaba muy trastornado y que cuando habían intentado
conducirlo al Centro Psiquiátrico de
Jaén él se había puesto muy violento y que por eso habían tenido que venir
las autoridades, en unos días he aprendido que esa historia fue falsa y que el
daño moral que le hicieron a esa familia ya no se puede restituir.
Recuerdo
que Mateo padre vivía con su hijo en
aquella casa, yo lo veía como un señor ya mayor, creía que vivían solos porque perdió
a su esposa y la realidad era otra, que estaba el matrimonio roto y vivían
separados, que el hijo se quedó en casa con el padre y que la esposa vivía en
la calle La Luna con su madre cuando
ocurrieron aquellos sucesos.
De
Mateo padre guardo una imagen clara, pues era frecuente verlo visitando las casas y los bares para hacer un sorteo
entre quienes le compraran una carta de la baraja española, el premio siempre
era el mismo… ¡¡¡Un conejo de corral!!!
La
razón era bien sencilla, en aquellos años en los corrales de las casas se
criaban animales de varías clases: En las cochineras los marranos; los pavos y
las gallinas estaban sueltos en el corral, teniendo su cobijo en las leñeras, y
los conejos vivían en las madrigueras que éstos excavaban en el suelo. Para
poderlos pillar tenían que ayudarse de unos lazos que ponían en las bocas de
éstas, eran cuerdas o alambres finos que pendían del extremo de una caña o vara
larga. Con estas industrias se buscaban estos dos hombres un dinero extra para
vivir, además de los jornales que podían dar en la agricultura.
Mateillo no era un
hombre abierto, más bien poco extrovertido, pero eso no le impidió sentirse acosado
injustamente por las autoridades porque no había hecho nada y ese sentimiento
le dio impulso para subirse a la cámara de la casa y hacerse fuerte en ella. La
vivienda no tenía piso superior y la cámara era el pequeño espacio bajo que
quedaba entre el tejado y el entresuelo, a ella subían por un agujero que había
abierto en una bovedilla del entresuelo y ayudándose de unas escaleras móviles
de madera. Allí guardaban algunos trastes inservibles.
Él
se subió allí cuando se enteró de que iban a detenerlo, no atendió las palabras
de quienes se acercaban para disuadirlo y les respondía lanzándoles por el
agujero del entresuelo los trastes viejos que tenían guardados en ella. Por esa
actitud violenta nadie osó subirse a unas escaleras y asomar la cabeza por el
agujero, ni los valientes funcionarios de las Fuerzas de Seguridad del Estado y
del Municipio.
Como
no encontraban la fórmula mágica que les permitiera resolver aquella situación
tan embarazosa pues algún listillo les alumbró una brillante idea, según él, para
hacerle bajar del escondite a prisa y sin paracaídas… ¡¡¡La ocurrencia fue una salvajada y, en nuestros días, los paisanos y
autoridades que actuaron hubieran ido a la cárcel!!!
Uno
de esos asesores fue “El Pavillo de los
Ojos Chicos”, estaba casado con una hermana de Juan José “El Bendito”.
Parece ser que este señor se subió al tejado de la casa con una maquinilla que se usaba entonces para
fumigar con polvos los olivos y, por la chimenea y un agujero que abrieron en
el tejado, le llenaron las dependencias de la casa con ese producto para que al
encontrar él dificultades respiratorias no tuviera más solución que entregarse.
Los
hechos ocurrieron por la tarde, había bastante sol, el señor Mateillo no daba señales de rendición,
el temor de que hubiera ocurrido lo peor se comenzó a comentar, llegó la noche
y nos marchamos a casa los curiosos, las fuerzas militares se quedaron allí
toda la noche de guardia, amaneció y, con la luz del nuevo día, tomaron la
decisión de entrar en la casa.
¿Qué se encontraron allí?
La
sorpresa de que el señor Mateillo
había abandonado el lugar sano y salvo, los dejó en ridículo y cada vecino
elaboró una historia personal sobre cómo evitó no morir con la fumigación.
También se habló mucho sobre cómo se escapó sin que se percataran sus valientes
verdugos.
En
mi labor investigadora tuve la suerte de encontrarme con Juan José “El Espartero”,
le recordé aquella historia y le pregunté si él recordaba lo que sucedió por
ser también vecino de aquel barrio. Llamé a la puerta justa porque él fue quien
me alumbró lo que le faltaba a la historia para completarse y, sobre todo, para
que la verdad triunfara sobre la mentira difundida entonces.
En
aquellas fechas los padres de Juan José
tenían un melonar cerca de Almenara,
él se encontraba entonces de “melonero”
y, como Mateillo se había perdido
del mapa local pues una tarde se presentó en el melonar y Juan José, al verlo llegar, temió que le hiciera algo por la fama
de “loco” que le habían adjudicado.
El huido comprendió que, como era joven, al verlo se asustara y por eso rápidamente
lo tranquilizó diciéndole:
-
Juan José, tú tranquilo, que yo no
te voy a causar problemas, sólo quiero que me des de comer.
Mientras
lo hacían hablaron de lo que sucedió y Mateillo
le contó que el verdadero problema que él tuvo para estar así fue que se había
enamorado de una muchacha del pueblo, voy a omitir el nombre porque aún vive,
que cuando la veía la piropeaba y le decía que la quería como novia y que ella
no le correspondía. Él, a pesar de que sabía que no lo quería, siguió
insistiendo y, tal vez, esa insistencia enfermiza ocasionara que ella se
sintiera agobiada con su proceder. Cómo llegó esa noticia a las autoridades no
lo sabía él pero la verdad es que como sí sabía que no había cometido más
delito que pretenderla, lo que hacían
los hombres entonces para empezar las relaciones del noviaje, pues decidió
resistirse a las autoridades.
También
le comentó a Juan José que cuando le
echaron los polvos él vio que en la cámara había unas orzas y en una de ellas
fue donde encontró la ayuda necesaria para salir vivo del acoso a que lo
sometieron pues metió parte del cuerpo dentro de una hasta que pudo respirar
bien y, cuando llegó la noche, por el agujero que le abrieron en el tejado para
echarle los polvos huyó hasta los tejados de las casas colindantes.
Después
de conocer estas nuevas noticias de aquellos hechos me pregunté… ¿Quién estaba más loco? ¿A quién debieron de detener después? ¿Pudo ser la huida una estrategia de las
autoridades para tapar la injusticia tan grande que cometieron con esa familia?
Me
he planteado esta última interrogante porque Juan José, el de más edad de los contemporáneos consultados, me
informó de que Mateillo regresó un
tiempo después al pueblo y no lo molestaron, finalmente se marchó y ya nadie
supo más de él… ¿Por qué se fue?
Juan
José no lo sabe pero si queremos descubrirlo nosotros, es posible, deberemos
hacer un clic en… ¡¡¡PARA MATEILLO, ALLÁ DONDE ESTÉ!!!
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