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sábado, 17 de junio de 2017

CORPUS CHRISTI

Colaboración de Paco Pérez
Hoy tenemos dos textos que dan base a esta festividad:
1.- Jesús, cuando hablaba a sus discípulos, lo hacía con un lenguaje especial, enigmático, y al hacerlo así éstos no lo entendían… ¿Nos vamos a sorprender ahora nosotros de no entender sus palabras, sobre todo si no se nos explican bien por los encargados de hacerlo?
Lo que Él les dijo está en JUAN 6, 51-59:  
[Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.
Los discípulos se pusieron a discutir: ¿Cómo puede este darnos de comer su carne?
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.» Esto dijo enseñando en la sinagoga de Cafarnaum.].
2.- Un tiempo después, Jesús ya había muerto y las comunidades cristianas necesitaban ser orientadas, Pablo retomó el tema y lo hizo para sacarlos de sus ideas equivocadas y mostrarles las que correspondían a la realidad de aquel momento.
Lo encontramos en 1ª CORINTIOS 10, 16-17:
[Hermanos: El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.].
En este texto de la Biblia es posible que esté el origen de la Eucaristía, uno de los misterios más grandes de nuestra creencia, como celebración y debemos considerarla los cristianos como la oportunidad de practicar la unión sincera con Cristo y entre sí, durante el acto profundizaremos en su mensaje y después, fortalecidos en la fe, pondremos en marcha la práctica de sus enseñanzas.
Antes de Cristo, comer en los actos religiosos del templo era una práctica que se hacía cuando daban culto a los dioses pues creían que así se unían a ellos. Después de Él, con el cristianismo, se siguió esa costumbre pero Pablo tuvo que aclararles que la práctica pagana de entonces se hacía con dioses que no existían y la que se comenzó a practicar después de Jesús ya no era igual que aquella porque ésta tenía como referencia al Dios verdadero y único de los hombres.
La realidad de nuestra religión es que la Eucaristía no es entendida así por muchos cristianos… ¿Por qué?
Doctores tenemos para diagnosticar y aplicar los remedios pero lo que sí debemos entender bien es que si no vivimos como cristianos no podremos conseguir que nuestras prácticas den los frutos que Dios espera de nosotros. Por esta realidad considero que no debemos tener prisa al hacer un plan de larga duración en el que la formación personal y familiar sea el sostén del futuro. Los parches sólo sirven para salir del paso y para enmascarar nuestra verdad, mucho ruido y poca nueces… ¿Así nos sentimos satisfechos?
Los problemas que acechan al hombre, en nuestros días, le nacen cuando no mira al pasado, está en la Biblia, para conocer la historia de su religión, así se olvida de Dios, entonces ya no tiene frenos al actuar y los logros que consigue le hacen creerse que es autosuficiente para salir adelante si su ayuda.
Hoy, esta realidad, encuentra respuesta en DEUTERONOMIO 8, 2-3.14b-16ª:
[Moisés habló al pueblo, diciendo:
- El camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no. Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres.].
Su autor recoge unas palabras de Moisés a su pueblo y me han hecho comprender como, aunque pasen los años, la historia del hombre en sus relaciones con Dios sigue mostrándonos cómo aquel insiste en repetir los mismos deslices… En los años de su marcha por el desierto no comprendía que aquel deambular después de salir de Egipto fuera una prueba que le ponía para que se diera cuenta que Él nunca abandona a quienes permanecen en la fe, por eso les ayudó proporcionándoles alimentos y agua en un lugar inhóspito.
Ahora os voy a proponer un texto que puede ayudar mucho a los cristianos que esté dispuestos a profundizar en este misterio. Su autoría queda reseñada a continuación. Gracias.

Texto publicado en “Escucha de la Palabra” por Juan Muñoz García
siendo su autor José A. PAGOLA.
CELEBRAR LA EUCARISTÍA COMO FUENTE DE JUSTICIA Y DE AMOR
LA LITURGIA DEL PERDÓN
Pedimos perdón para poder acercarnos purificados al Señor. Nos pone en contacto con nuestra vida real de injusticia, desamor e insolidaridad y nos recuerda las contradicciones que se dan entre nuestra celebración cristiana y nuestro comportamiento real. Los que nos acercamos a la Eucaristía somos pecadores e injustos y vamos a celebrar la Cena del Señor, que se sentaba a la mesa con publicanos y pecadores.
LITURGIA DE LA PALABRA
Es el momento de escuchar, no nuestros intereses egoístas, nuestras justificaciones o nuestra indiferencia, sino la Palabra de Dios, que interpela nuestra apatía e insolidaridad y puede introducir un profundo cambio en nuestras vidas. Esta liturgia de la Palabra culmina siempre con la lectura del Evangelio, donde se nos recuerda el mensaje y la praxis de Jesús que nos invita al seguimiento. En la escucha sincera de esta Palabra se juega en gran parte la posibilidad de que la Eucaristía sea verdadero “memorial” de Cristo, recuerdo vivo de su persona y su mensaje, acogida de su Espíritu, llamada al seguimiento… o se reduzca más bien al culto vacío y carente de fuerza transformadora.
LA ORACIÓN DE LOS FIELES
Esta oración de toda la comunidad creyente nos permite evocar las injusticias, abusos, conflictos, marginaciones y miserias que deshumanizan a las personas y a los pueblos. No es Dios el que necesita ser informado de todo ese sufrimiento sino que somos nosotros los que tenemos que tomar conciencia del mismo. No es Dios el que tiene que cambiar, reaccionar y “hacer algo” por esos hombres y mujeres; somos nosotros –la comunidad allí reunida- los que hemos de cambiar y acercarnos a ese sufrimiento en actitud amorosa y solidaria.
LA PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Antiguamente, éste era el momento en que los creyentes presentaban sus ofrendas y aportaban los bienes que más tarde serían compartidos o servirían para ayudar a los más pobres y necesitados. Hoy ofrecemos ritualmente el pan y el vino, “fruto del trabajo de los hombres”, pero también “signos” que evocan los conflictos, las luchas y los enfrentamientos entre ellos. Los hombres luchan y compiten por el pan y el trabajo. Los pueblos se enfrentan por su bienestar. Los más fuertes y poderosos explotan a los más débiles. Son muchos los que se quedan sin pan y sin medios para obtenerlo.
LA PLEGARIA EUCARÍSTICA
La plegaria está transida toda ella de acción de gracias y de alabanza al Padre. Pero esta actitud solo es posible cuando se descubre la vida y la tierra entera como don del Creador y gracia del Redentor. Esto exige una disponibilidad y un esfuerzo real para lograr una redistribución más justa de los bienes de la tierra. No podemos “levantar el corazón” a Dios y unirnos a toda la creación en un canto de alabanza y acción de gracias desde una actitud egoísta y acaparadora. En la plegaria hacemos memoria de Jesús y de su gesto de entrega radical: “Este es mi cuerpo, que será entregado…” “Esta es mi sangre que será derramada…” El núcleo de la Eucaristía lo constituye esta donación de Jesús, cuyo compromiso con los últimos, los pecadores y los humillados fue tan concreto e incondicional que vio comprometida su propia vida. Jesús da la vida por el establecimiento del Reino de Dios, es decir, por la construcción de un mundo donde se imponga la justicia de ese Dios que no puede reinar entre los hombres si no es haciendo justicia a aquellos a quienes nadie se la hace. Celebrar el “memorial” del Crucificado es recordar y actualizar este compromiso radical por el Reino. Por eso hemos de preguntarnos hasta qué punto podemos decir con él: “Esta es mi vida entregada por los demás”.
LA COMUNIÓN
La comunión queda vacía de contenido si no es exigencia concreta de amor y de justicia. El rito comienza con la oración del “Padre nuestro”, recomendada por Jesús. Toda la comunidad invoca a Dios como Padre desde una actitud de fraternidad y reconciliación, pidiendo a Dios la venida del Reino y la realización de su voluntad entre los hombres. Desde esta actitud fraterna nos acercamos a la mesa del Señor. El “gesto de la paz” viene a hacer más visible esa actitud fraterna exigida por la comunión. Nos intercambiamos la paz del Señor. Paz que solo es posible en la justicia, la solidaridad y el amor. Si nos damos la mano, es porque estamos dispuestos a echar una mano a todo el que nos pueda necesitar. Levantarnos de nuestro lugar, acercarnos a compartir el mismo pan y el mismo cáliz y comulgar todos con el mismo Señor es un gesto vacío si no es expresión de nuestra voluntad de construir una “humanidad nueva”, más justa y reconciliada. El silencio y la oración después de la comunión han de servir para que el misterio de la celebración cale hondamente entre nosotros y nos impulse a seguir más fielmente a Jesucristo.
EL DOMINGO, DÍA DEL AMOR Y LA ESPERANZA
Ya desde los primeros tiempos, los cristianos se reúnen para celebrar la Resurrección del Señor. Más que una obligación privada e individual de cada cristiano, el celebrar el domingo es deber y misión de toda la Iglesia, que está llamada a ser testigo de la esperanza que el Señor ha abierto para toda la humanidad. Sin esta celebración semanal la esperanza de la Iglesia podría debilitarse. Cada domingo, los cristianos alimentamos nuestra fe y gritamos obstinadamente nuestra incansable e indestructible esperanza en medio de una sociedad a veces tan triste y desencantada. Es el día de la asamblea cristiana. Durante la semana vivimos dispersados, atendiendo cada cual a sus trabajos, ocupaciones y problemas. Pero el domingo lo dejamos todo para encontrarnos, reunirnos y formar juntos la Iglesia que celebra a Jesucristo. 
Por eso, estas reuniones dominicales no deberían ser un conglomerado de cristianos que acuden a cumplir cada cual sus deberes religiosos, sino una verdadera asamblea creyente en la que, semanalmente, la comunidad se renueva y crece. Las comunidades necesitan alimentar su fe, crecer en fraternidad y anunciar su esperanza en Cristo resucitado.

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