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lunes, 19 de junio de 2017

PAISANOS EN LA MILI

Colaboración de Juan Manuel Moral Moreno “Juanche”
Capítulo VI
VIVENCIAS DE UN SOLDADO EN LA GUERRA DE IFNI
Cuando conté los anteriores relatos sólo me centré en la muerte del teniente Santiago Cristos Astray pero debo recordar que cuando llegamos a esa posición, el día 11 de Diciembre, nos recibieron a tiros y así continuaron hasta que llegamos a lo más alto de la montaña. Algunos compañeros se dejaron parte del macuto y las mantas para ir más ligeros y por eso aquella noche tuvieron que dormir al raso y sin ellas.
¡Menuda noche de frío pasaron!

Al día siguiente tuvimos otro combate para recuperar las mantas.
En esa posición, llamada el Gullorife, pasamos mucha hambre porque estábamos en lo más alto de la cima, allí no había  carreteras, ni caminos y el medio que tenían para llevarnos la comida era la caballería. Nos daban un chusco y una lata de sardinas cada día, eso era todo, pero es que además teníamos que estar todo el día, con pico y pala, haciendo trincheras y caminos para que con el tiempo pudieran llegar los camiones a llevarnos la comida pero esto sólo ocurrió cuando ya llevábamos cuatro o cinco meses.
Un día vimos una casa en el campo que debía estar abandonada por alguna cabila, a unos 2 kilómetros aproximadamente. Esas casas eran como los cortijos en Villargordo y decidimos ir a ver si había comida, sin saber si el enemigo podía estar allí o no. Así que los cinco de mi escuadra nos lanzamos y fuimos, con todas la precaución, hasta allá aunque sabíamos que eso no se podía hacer pero el hambre te llevaba a eso y a más. Cuando llegamos nos pusimos manos a la obra, tres rodearon la casa y, Máximo y yo, entramos dentro después de dar una patada en la puerta, yo con el subfusil y él con una granada de mano y la pistola, tuvimos la suerte de que no había nadie pero si había un montón de trigo, otro de maíz, un bidón de higos chumbos secos y miel. Fue una gran sorpresa lo que encontramos, llenamos los macutos y nos fuimos rápidos de allí.
Cuando llegamos a la posición donde estaban los compañeros lo escondimos todo detrás de unos matorrales, sólo se lo dijimos a algunos de los compañeros para que también pudieran comer. Al cabo primero no nos atrevimos a decírselo, a pesar de ser muy buena persona, hasta que un día yo me atreví y así que ya éramos uno más. Los que conocíamos el escondite estábamos todo el día yendo al escondite y comiendo de lo que habíamos sustraído…
¡Cuánta hambre nos quitó aquello!
En esos días llegamos a comer la cebada cuando está en la mata verde, no se imaginan lo áspera que está cuando te da en la lengua.
El día 22 de Diciembre nos trasladaron al pueblo de SIDI IFNI y dormimos en unos pabellones de los paracaidistas, al día siguiente nos llevaron a la montaña del Mulalán, muy cerquita del pueblo, allí estábamos más tranquilos y sin peligro porque estábamos en segunda línea y el enemigo era difícil que llegara pero, de vez en cuando, hacíamos exploraciones de terreno y esto sí que tenía mucho peligro pues teníamos que meternos a explorar en terreno enemigo.
El día cinco de Enero de 1958 salimos a hacer una de esas exploraciones, llegó el teniente Aguirre y nos dijo:
- Dejaros todos los recuerdos que tengáis: joyas, relojes, dinero o fotos. Lo aconsejó para que, en caso de que nos pasara algo, se lo pudieran mandar a nuestras familias.
Dicho así, parecía muy fácil de entender pero esto nos dejó pasmados y, cuando yo sacaba todo eso del bolsillo se me lio una pena muy grande porque pensé que podía no ver más a mi familia y esa realidad era muy triste.
Salimos a la salida del sol y regresamos muy de noche, no sé la hora porque no tenía el reloj. Durante todo el día no comimos ni bebimos nada, fueron diez o doce horas terribles trepando montañas. Llegamos hasta unas casas que estaban abandonadas en las que había una alberca llena de agua y unos pocos rábanos sembrados, inmediatamente nos metimos a coger rábanos y otros a beber agua, cuando el teniente nos vio tiró dos tiros al aire y no veas como salimos de los rábanos pues creíamos que era el enemigo, él tenía razón pues allí estábamos todos apelotonados y el enemigo lo hubiese tenido muy fácil. Yo cogí tres rábanos, me los comí con las hojas y sin lavar pues sólo les limpié la tierra, eso fue todo lo que comí durante ese día.
Cuando veníamos de regreso mi compañero Máximo ya no podía andar porque padecía de una pierna desde niño pues tuvo un accidente y se quedó con esa discapacidad, le dijo al teniente que se quedaba y que llegaría cuando pudiese pues que ya no podía con su alma. Cuando escuché lo que dijo yo me presté a quedarme con él porque era uno de los mejores amigos que tenía, hasta el punto de que cuando nos licenciamos nos escribíamos y me buscó trabajo para que me fuera a Madrid. Nos quedamos los dos solos por aquellas montañas, ya era de noche y casi dos horas después pudimos llegar sin novedad. En el 2014, con motivo de mis bodas de oro, fui a Madrid y lo vi en persona después de más de cincuenta años.
A mediados de Marzo nos trasladaron al pueblo de SIDI IFNI para hacer guardia al aljibe del agua del que todo el pueblo se abastecía pues había el temor de que fuese envenenada el agua y nosotros poníamos el orden entre las moras que venían a por agua. Aquello me hizo recordar que pasaba allí igual que en Villargordo cuando iban las personas a la fuente del Paseo, allá por los años cincuenta. Fue un mes muy tranquilo pero siempre estábamos con mucho cuidado pues nos decían que de noche teníamos que estar muy atentos ya que desde cualquier ventana nos podían hacer fuego, los moros vivían en todas las casas de alrededor.
Estando en esta posición, un día fuimos unos cuantos a visitar el cementerio del pueblo y cuál fue nuestra sorpresa cuando vimos que los enterraban fuera de él. Preguntamos, nos dijeron que era porque estaban llenos los nichos y que ya no cabían más dentro del mismo. En ese momento nos dimos cuenta de la cantidad de españoles que habían dado su vida por defender allí a nuestra Patria. Fue una visita muy triste para todos, todavía recuerdo aquellas tumbas, pues se quedaron grabadas en nuestras retinas.
El 17 de Abril nos llevaron a unas posición llamada “Cola de Camello”, estaba a unos 6 kilómetros del pueblo, estábamos llegando a esa posición y estuvimos a punto de saltar por los aires. Resulta que España había puesto minas contra carros en medio de la carrera para que si venía el enemigo por allí saltara por los aires pero los que íbamos a saltar fuimos nosotros porque no lo sabíamos. Nos salvamos gracias al capitán de la primera compañía del Regimiento de Infantería Cádiz 41, él nos vio desde lo alto de la “Cola de Camello” y mando fuego delante del camión, lo hicieron con una ametralladora para que el chófer del camión se diera cuenta y parara el vehículo, así ocurrió y después oímos una voz que decía:
- Soy el capitán de la primera compañía, no se muevan hasta que yo baje.
Cuando bajó le echó una bronca tremenda al brigada que venía al mando y le dijo:
- Por su culpa podían haber muerto sus hombres. 
Después nos explicó lo de la minas contra carros, nos habíamos quedado a unos 100 metros de ella, es decir, si hubiéramos caminado esos metros más el resultado hubiese sido otro muy distinto.
Esta posición estaba muy cerca de la playa, a unos 200 metros, y aquí sí que estábamos muy bien pues las trincheras estaban hechas por el Regimiento de Infantería Cádiz 41, al que fuimos a relevar. Yo recordé el sitio porque un día vine en busca de mi primo Juan Miguel. En este sitio estábamos muy bien porque teníamos nuestra propia cocina, comíamos caliente y, además, teníamos la playa muy cerquita; no la usábamos para bañarnos porque era toda de rocas pero sí para coger mejillones y toda clase de pescados. Cuando bajaba la marea se quedaban muchos charcos de agua entre las rocas y allí había toda clase de pescado. También lo conseguíamos con facilidad cuando tirábamos un tiro al agua y por unos segundos los peces se mareaban y los cogíamos, así que de pescado y mejillones disfrutamos mucho. En aquel lugar había un inconveniente muy desagradable, que había muchas pulgas, había tantas que si te quedabas mirando unos segundos al suelo las veías saltar, el cuerpo lo teníamos como s tuviéramos sarampión. Sin darnos cuenta dimos con la tecla para hacerlas desaparecer pues, como ya estábamos en el mes de Mayo y allí hacía mucha calor, nos dio por regar las trincheras para refrescarlas y así dimos con el remedio pues resultó que con el agua salada desaparecieron todas… ¡Qué a gusto nos quedamos!
También debo decir que SIDI IFNI es un territorio muy seco y que escaseaba mucho el agua, no podíamos lavar la ropa y nos tiramos así cinco meses sin lavarnos las camisas, los pantalones y nada. Tampoco nos podíamos asear pues nos daban una cantimplora de agua cada día, así estuvimos hasta que llegamos el 17 de Abril a esa posición que de la playa y ahí ya si nos podíamos lavar cada día la ropa y todo, aunque con agua salada.
El día 20 de Junio nos trasladaron al pueblo pues teníamos que hacer un desfile el día 22, participaríamos todas las tropas que estábamos allí y sería como despedida.
¡Qué bonito fue, 3000 soldados desfilando con todas las armas de guerra!
El día 24 embarcamos con destino a España, ya lo expliqué en artículos anteriores. Esta foto es del barco que nos llevó desde Algeciras a SIDI IFNI.




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