Colaboración de Paco Pérez
Hoy tenemos dos
textos que dan base a esta festividad:
1.-
Jesús, cuando hablaba a sus
discípulos, lo hacía con un lenguaje especial, enigmático, y al hacerlo así
éstos no lo entendían… ¿Nos vamos a
sorprender ahora nosotros de no entender sus palabras, sobre todo si no se nos
explican bien por los encargados de hacerlo?
Lo
que Él les dijo está en JUAN 6, 51-59:
[Yo soy el pan vivo,
bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo
le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.
Jesús les dijo: En
verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
El que come mi carne
y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive,
me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
Este es el pan
bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que
coma este pan vivirá para siempre.» Esto dijo enseñando en la sinagoga de
Cafarnaum.].
2.-
Un tiempo después, Jesús ya había
muerto y las comunidades cristianas necesitaban ser orientadas, Pablo retomó el tema y lo hizo
para sacarlos de sus ideas equivocadas y mostrarles las que correspondían a la
realidad de aquel momento.
Lo
encontramos en 1ª CORINTIOS 10, 16-17:
[Hermanos: El cáliz de la bendición
que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos,
¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque
somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.].
En
este texto de la Biblia es posible que
esté el origen de la Eucaristía, uno
de los misterios más grandes de nuestra creencia, como celebración y debemos considerarla
los cristianos como la oportunidad de practicar la unión sincera con Cristo
y entre sí, durante el acto
profundizaremos en su mensaje y después, fortalecidos en la fe, pondremos en
marcha la práctica de sus enseñanzas.
Antes de Cristo, comer en los actos religiosos del
templo era una práctica que se hacía cuando daban culto a los dioses pues
creían que así se unían a ellos. Después
de Él, con el cristianismo, se siguió
esa costumbre pero Pablo tuvo que
aclararles que la práctica pagana de entonces se hacía con dioses que no
existían y la que se comenzó a practicar después de Jesús ya no era igual que aquella porque ésta tenía como referencia
al Dios verdadero y único de los
hombres.
La
realidad de nuestra religión es que la Eucaristía
no es entendida así por muchos cristianos… ¿Por qué?
Doctores
tenemos para diagnosticar y aplicar los remedios pero lo que sí debemos
entender bien es que si no vivimos como cristianos no podremos conseguir que
nuestras prácticas den los frutos que Dios espera de nosotros. Por esta
realidad considero que no debemos tener prisa al hacer un plan de larga
duración en el que la formación personal y familiar sea el sostén del futuro. Los
parches sólo sirven para salir del paso y para enmascarar nuestra verdad, mucho
ruido y poca nueces… ¿Así nos sentimos
satisfechos?
Los
problemas que acechan al hombre, en nuestros días, le nacen cuando no mira al
pasado, está en la Biblia, para
conocer la historia de su religión, así se olvida de Dios, entonces ya no tiene frenos al actuar y los logros que consigue
le hacen creerse que es autosuficiente para salir adelante si su ayuda.
Hoy,
esta realidad, encuentra respuesta en DEUTERONOMIO
8, 2-3.14b-16ª:
[Moisés habló al
pueblo, diciendo:
- El camino que el Señor,
tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para
afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus
preceptos o no. Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó
con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no
sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No te
olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te
hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un
sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal;
que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres.].
Su
autor recoge unas palabras de Moisés
a su pueblo y me han hecho comprender como, aunque pasen los años, la historia
del hombre en sus relaciones con Dios
sigue mostrándonos cómo aquel insiste en repetir los mismos deslices… En los
años de su marcha por el desierto no comprendía que aquel deambular después de
salir de Egipto fuera una prueba que le ponía para que se diera cuenta que Él
nunca abandona a quienes permanecen en la fe, por eso les ayudó proporcionándoles alimentos
y agua en un lugar inhóspito.
Ahora os voy a proponer un texto que puede ayudar mucho a los
cristianos que esté dispuestos a profundizar en este misterio. Su autoría queda
reseñada a continuación. Gracias.
Texto publicado en “Escucha de la Palabra” por Juan
Muñoz García,
siendo su autor José A. PAGOLA.
siendo su autor José A. PAGOLA.
CELEBRAR LA
EUCARISTÍA COMO FUENTE DE JUSTICIA Y DE AMOR
LA LITURGIA DEL PERDÓN
Pedimos
perdón para poder acercarnos purificados al Señor. Nos pone en contacto con
nuestra vida real de injusticia, desamor e insolidaridad y nos recuerda las
contradicciones que se dan entre nuestra celebración cristiana y nuestro
comportamiento real. Los que nos acercamos a la Eucaristía somos pecadores e
injustos y vamos a celebrar la Cena del Señor, que se sentaba a la mesa con
publicanos y pecadores.
LITURGIA DE LA PALABRA
Es
el momento de escuchar, no nuestros intereses egoístas, nuestras justificaciones
o nuestra indiferencia, sino la Palabra de Dios, que interpela nuestra apatía e
insolidaridad y puede introducir un profundo cambio en nuestras vidas. Esta
liturgia de la Palabra culmina siempre con la lectura del Evangelio, donde se
nos recuerda el mensaje y la praxis de Jesús que nos invita al seguimiento. En
la escucha sincera de esta Palabra se juega en gran parte la posibilidad de que
la Eucaristía sea verdadero “memorial” de Cristo, recuerdo vivo de su persona y
su mensaje, acogida de su Espíritu, llamada al seguimiento… o se reduzca más
bien al culto vacío y carente de fuerza transformadora.
LA ORACIÓN DE LOS FIELES
Esta
oración de toda la comunidad creyente nos permite evocar las injusticias,
abusos, conflictos, marginaciones y miserias que deshumanizan a las personas y
a los pueblos. No es Dios el que necesita ser informado de todo ese sufrimiento
sino que somos nosotros los que tenemos que tomar conciencia del mismo. No es
Dios el que tiene que cambiar, reaccionar y “hacer algo” por esos hombres y
mujeres; somos nosotros –la comunidad allí reunida- los que hemos de cambiar y
acercarnos a ese sufrimiento en actitud amorosa y solidaria.
LA PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Antiguamente,
éste era el momento en que los creyentes presentaban sus ofrendas y aportaban
los bienes que más tarde serían compartidos o servirían para ayudar a los más
pobres y necesitados. Hoy ofrecemos ritualmente el pan y el vino, “fruto del
trabajo de los hombres”, pero también “signos” que evocan los conflictos, las
luchas y los enfrentamientos entre ellos. Los hombres luchan y compiten por el
pan y el trabajo. Los pueblos se enfrentan por su bienestar. Los más fuertes y
poderosos explotan a los más débiles. Son muchos los que se quedan sin pan y
sin medios para obtenerlo.
LA PLEGARIA EUCARÍSTICA
La
plegaria está transida toda ella de acción de gracias y de alabanza al Padre.
Pero esta actitud solo es posible cuando se descubre la vida y la tierra entera
como don del Creador y gracia del Redentor. Esto exige una disponibilidad y un
esfuerzo real para lograr una redistribución más justa de los bienes de la
tierra. No podemos “levantar el corazón” a Dios y unirnos a toda la creación en
un canto de alabanza y acción de gracias desde una actitud egoísta y
acaparadora. En la plegaria hacemos memoria de Jesús y de su gesto de entrega
radical: “Este es mi cuerpo, que será entregado…” “Esta es mi sangre que será
derramada…” El núcleo de la Eucaristía lo constituye esta donación de Jesús,
cuyo compromiso con los últimos, los pecadores y los humillados fue tan
concreto e incondicional que vio comprometida su propia vida. Jesús da la vida
por el establecimiento del Reino de Dios, es decir, por la construcción de un
mundo donde se imponga la justicia de ese Dios que no puede reinar entre los
hombres si no es haciendo justicia a aquellos a quienes nadie se la hace.
Celebrar el “memorial” del Crucificado es recordar y actualizar este compromiso
radical por el Reino. Por eso hemos de preguntarnos hasta qué punto podemos
decir con él: “Esta es mi vida entregada por los demás”.
LA COMUNIÓN
La
comunión queda vacía de contenido si no es exigencia concreta de amor y de justicia.
El rito comienza con la oración del “Padre nuestro”, recomendada por Jesús.
Toda la comunidad invoca a Dios como Padre desde una actitud de fraternidad y
reconciliación, pidiendo a Dios la venida del Reino y la realización de su
voluntad entre los hombres. Desde esta actitud fraterna nos acercamos a la mesa
del Señor. El “gesto de la paz” viene a hacer más visible esa actitud fraterna
exigida por la comunión. Nos intercambiamos la paz del Señor. Paz que solo es
posible en la justicia, la solidaridad y el amor. Si nos damos la mano, es porque estamos dispuestos a echar una mano a
todo el que nos pueda necesitar. Levantarnos de nuestro lugar, acercarnos a
compartir el mismo pan y el mismo cáliz y comulgar todos con el mismo Señor es
un gesto vacío si no es expresión de nuestra voluntad de construir una
“humanidad nueva”, más justa y reconciliada. El silencio y la oración después
de la comunión han de servir para que el misterio de la celebración cale
hondamente entre nosotros y nos impulse a seguir más fielmente a Jesucristo.
EL DOMINGO, DÍA DEL AMOR Y LA ESPERANZA
Ya
desde los primeros tiempos, los cristianos se reúnen para celebrar la
Resurrección del Señor. Más que una obligación privada e individual de cada
cristiano, el celebrar el domingo es deber y misión de toda la Iglesia, que
está llamada a ser testigo de la esperanza que el Señor ha abierto para toda la
humanidad. Sin esta celebración semanal la esperanza de la Iglesia podría
debilitarse. Cada domingo, los cristianos alimentamos nuestra fe y gritamos
obstinadamente nuestra incansable e indestructible esperanza en medio de una
sociedad a veces tan triste y desencantada. Es el día de la asamblea cristiana.
Durante la semana vivimos dispersados, atendiendo cada cual a sus trabajos,
ocupaciones y problemas. Pero el domingo lo dejamos todo para encontrarnos,
reunirnos y formar juntos la Iglesia que celebra a Jesucristo.
Por
eso, estas reuniones dominicales no deberían ser un conglomerado de
cristianos que acuden a cumplir cada cual sus deberes religiosos, sino una verdadera asamblea creyente en la
que, semanalmente, la comunidad se renueva y crece. Las
comunidades necesitan alimentar su fe, crecer en fraternidad y anunciar su
esperanza en Cristo resucitado.
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