Colaboración de Paco Pérez
Capítulo I
DISFRUTEMOS CON LAS ANÉCDOTAS DE ALGUNOS VILLARGORDEÑOS
No
es bueno enterrar los hechos que dieron forma a nuestra historia familiar, local
o nacional porque el día que nos ocurra eso ya no tendremos la posibilidad de comparar
otros periodos con el actual y entonces no podremos conocer si lo que ahora se
hace está bien o mal; si es bueno, o no, que nos sentemos delante de la caja
tonta para no aburrirnos; si es lógico, o una barbaridad, que cojamos el móvil
para sentirnos felices visionando vídeos, leyendo textos o escribiéndolos,
reenviando lo recibido y que esta sea la única posibilidad que tenemos para conseguir
reírnos cuando estamos solos o acompañados; si es natural que no nos percatemos
de que estamos rodeados de otras personas que nos observan y que, mientras lo
hacen, se sorprenden cuando ven que estamos tan abstraídos con lo que se nos
ofrece que nuestra cara experimenta unos cambios brutales mientras manipulamos
con gran destreza nuestro celular de última generación.
No
valoramos la forma actual tan rara que tenemos cuando nos reunimos en familia con
nuestros cónyuges, padres o hijos pues comenzamos saludándonos y a los pocos
minutos más de uno ya está enganchado al móvil… ¿No sería estupendo que tomáramos conciencia de ello, que comenzáramos
ya a apagar los aparatos cuando estemos reunidos para que así retornáramos a la
vieja costumbre de hablar más y que, mientras lo hiciéramos, algún mayor tomara
el protagonismo y nos recordara nuestra historia familiar para que así conociéramos
a nuestros antepasados?
Si
este fuera el camino elegido, tal vez, podría ocurrir que al conocerla pudiéramos
comparar nuestro pasado con el presente y que esta acción nos señalara qué rama
de nuestro árbol genealógico creció fuerte y derecha, cuál torcida y qué causas
determinaron la situación presente. De proceder así… ¿No tendríamos los argumentos necesarios para mantener lo bueno y eliminar
lo malo?
Si
hiciéramos este ejercicio, a lo mejor, a la familia le mejoraría su afectividad colectiva e individual por
los ratos que todos pasarían juntos recordando las historietas familiares
vividas. En estas sesiones, los mayores serían los protagonistas principales al ser ellos quienes contarían los
hechos que ocurrieron por haberlos protagonizado o escuchado repetidas veces de
sus antepasados fallecidos. Esta actividad les haría perder el complejo, tan
extendido entre ellos, de no acordarse de nada, de creer que pronto van a
recibir la visita del señor Alzhéimer
y, por último, ya no tendrían tan acentuado el sentimiento de abandono que
ahora los invade con tanta frecuencia.
Yo
creo que con estas sencillas prácticas podríamos mejorar la situación actual de
idiotez individual en que estamos sumidos y que algo diferente tendremos que
hacer para cambiar las cosas pues, aunque doctores tiene la sociedad para
aprobar leyes que cambien los comportamientos que actualmente nos están
llevando lentamente a la destrucción, si no nos lo curramos nosotros nadie
tomará medidas.
En Finlandia, hace años, se dieron cuenta
de que sus jóvenes estaban muy enganchados al tabaco y al alcohol, estudiaron
la situación de manera institucional mediante el diagnóstico del problema, después
redactaron un informe en el que se contemplaban las acciones que se debían
poner en marcha para intentar solucionar la situación y, finalmente, aprobaron las
medidas oficiales necesarias. El ejemplo de este pequeño país debe ser conocido
y aplicado en cualquier lugar para cualquier problema que se presente, ellos
empezaron hace años a tomar medidas y, como no se precipitaron, ahora ya están
recogiendo la cosecha de su siembra.
En
España, a nivel personal, pasamos de
largo si no nos afecta el problema; no abrimos la puerta al cartero si éste no
llama en ella más de dos veces; cuando descubrimos que nos afecta, nos
lamentamos. A niveles institucionales, no se actúa con rapidez para tomar
medidas y ayudar, así damos lugar a que el árbol se seque antes de aplicarle
cualquier remedio corrector. Ejemplo… ¡¡¡No
es lamentable que en otros tiempos, por no perder votos, nuestros políticos
consintieran que se construyera en sitios no autorizados o antinaturales y que años
más tarde se inundaran las viviendas!!!
Pues
a pesar de los avances alcanzados y de las posibilidades que se nos brindan por
ello para todo es una realidad que por culpa de las conductas sociales de la
población no se consigue hacer a las personas, jóvenes o mayores, más felices que
lo eran en el pasado nuestros antepasados. Ahora se necesitan los móviles, en la
mayoría de los usuarios, para perder el tiempo hablando de temas innecesarios
porque nos estamos aburriendo y antes vivíamos tan tranquilos sin teléfono porque…
¡¡¡Ya iría Faustino “El de Teléfonos” a
nuestra casa con el aviso de conferencia o el telegrama!!!
Aunque
hay mucha gente que ya se está dando cuenta de esta realidad también es verdad
que no están dispuestos a dejar a un lado sus hábitos actuales y, mucho menos, tampoco
desean dejarlos para pasar de pronto a practicar las costumbres que en el
pasado reciente eran lo cotidiano en las familias de nuestro pueblo.
Hace
ya algún tiempo, en varias ocasiones y siempre en casa de Josefita Párraga
Guijarro, nos reunimos algunas personas de su familia y de la mía
alrededor de la mesa camilla y calentados por un buen brasero de ascuas y picón.
Hablando de muchas cosas se nos calentó también la lengua y entonces viajamos
al pasado familiar y local. Puedo afirmar que lo pasamos muy bien y, como
siempre llevo lápiz y papel, pues fui anotándolo todo para que esta temática
aflorara y no se olvidara.
Lo
primero que hizo Josefita fue
abrirnos la puerta, nos invitó a pasar, saludamos a los familiares que allí
había y, antes de sentarse, cogió el mando del televisor y lo apagó.
Acordamos
que todas las historias que se recordaran en esas reuniones serían redactadas y
publicadas en “Villargordo nos reúne”.
He tardado más de un año en darles forma y una mañana volvimos a su casa para
que viera cómo habían quedado y les dio su aprobación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario