Colaboración de José Martínez Ramírez
Un
cirro en este cielo buscando amor,
subida
en una escalera lo abrazó
y
llegó a coger el hielo de la desesperación.
Ven
a mi vida, llámame un día
y
no me digas nunca que no.
Un
vaso de ginebra y una gabardina
juntas
te abrazan y te dan calor,
flores
y brisa, mar y caricias
en
las arenas, se les perdió el amor.
Un
atardecer de cualquier verano,
un
silencio en lo oscuro de un fusil,
la
soledad se quedó, no quiso huir
y
llora el pentagrama en un piano.
Ven
a mi vida, llámame un día
y
no me digas nunca que no.
Tus
labios son como mecedoras
que
van y vienen a todas horas,
con
largas caricias y frescas brisas,
en
el olvido de esta canción.
Ven
a mi vida, llámame un día
y
no me digas nunca que no.
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