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jueves, 7 de diciembre de 2017

TOMANDO EL FRESCO EN LAS NOCHES DE VERANO

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo IX
EL MARRANILLO DEL PAPA DE MARÍA "LA GRANDE"
En aquellos tiempos todas las casas tenían una construcción parecida o igual, dos cuerpos de casa y una cámara a “teja vana”, es decir, sin acondicionar y por eso se veían los palos y las cañas que soportaban las tejas. 

Entrando, en el primer cuerpo y a la derecha, había una habitación que era el dormitorio de los padres y a la izquierda una habitación con una mesa camilla y unas cuantas sillas. En el segundo cuerpo, a la izquierda, estaba la amplia cocina con la chimenea, escoltada por una alacena a cada lado, y como muebles el típico sofá de madera y unas cuantas sillas de enea; a la derecha las escaleras para subir a la cámara, utilizada como dormitorio de los hijos y almacén; debajo de ellas estaba la cantarera de tres cántaros y, finalmente, al frente había una puerta que daba paso al corral, en el que solían tener la cuadra y la cochinera.
Pues en estos espacios se velaba a los difuntos antes del entierro y se celebraban los nueve rosarios. En una casa de características similares se veló a la abuela paterna de María y se le rezaron los rosarios de rigor. En aquellas fechas, en la casa de los padres de María, se estaba criando un marranillo para cuando llegara la matanza y, cuando llegaba la noche, lo metían en una caja de cartón y lo ponían junto a la chimenea para que no pasara el frío de la noche en la cochinera.
Unos vecinos, JuanCeporrillo” y su esposa Marina, no pudieron ir al entierro y a los rosarios y una noche fueron a la casa de los padres de María para darles el pésame. Llamaron a la puerta y les abrió el hijo de la difunta, FranciscoEl Potro”, se saludaron y después los invitó a pasar hasta la cocina. Salió Manuela, le dieron el pésame de la suegra y se sentaron junto a la lumbre. Después de llevar un buen rato junto al fuego, Manuela sintió los efectos de las llamas y decidió quitarse el “chal” de lana negra. Como ya había entrado el padre de María el marranillo, colocado en su caja y puesto junto a la lumbre pues el lechón se echó a roncar. Manuela después de quitarse el “chal” no tuvo que encontrar otro sitio mejor para colocarlo que encima de la caja del marranillo y éste, en sus movimientos, se lió en dicha prenda de vestir y, por el murmullo de la conversación, decidió salirse de su caja para que le vieran su nueva vestimenta.
El padre de María, con el rabillo del ojo, vio pasar junto a él un bulto negro, giró la cabeza, miró, lo vio en movimiento, se levantó de la silla y exclamó:
- ¡¡¡Me cago en mis muelas!!!
¡¡¡Hace nueve días que se fue y ya está aquí de vuelta!!!
Los otros se quedaron sorprendidos al escucharlo pero pronto todo quedó aclarado cuando vieron como al animal se le caía el “chal”.
Entonces el respiró aliviado y les dijo:
- Al ver el bulto negro creí que era mi mama de nuevo y ya sabéis las historias que se cuentan de los muertos. Yo no quiero líos con ellos.
Después, una vez tranquilo, el asunto termino en cachondeo para no perder la costumbre.





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