Colaboración de Paco Pérez
Capítulo IX
EL MARRANILLO DEL PAPA DE MARÍA "LA GRANDE"
En
aquellos tiempos todas las casas tenían una construcción parecida o igual, dos
cuerpos de casa y una cámara a “teja
vana”, es decir, sin acondicionar y por eso se veían los palos y las cañas
que soportaban las tejas.
Entrando, en el primer cuerpo y a la derecha, había
una habitación que era el dormitorio de los padres y a la izquierda una
habitación con una mesa camilla y unas cuantas sillas. En el segundo cuerpo, a
la izquierda, estaba la amplia cocina con la chimenea, escoltada por una
alacena a cada lado, y como muebles el típico sofá de madera y unas cuantas
sillas de enea; a la derecha las escaleras para subir a la cámara, utilizada
como dormitorio de los hijos y almacén; debajo de ellas estaba la cantarera de
tres cántaros y, finalmente, al frente había una puerta que daba paso al
corral, en el que solían tener la cuadra y la cochinera.
Pues
en estos espacios se velaba a los difuntos antes del entierro y se celebraban
los nueve rosarios. En una casa de características similares se veló a la abuela paterna de María y se le rezaron los rosarios de rigor. En aquellas
fechas, en la casa de los padres de María,
se estaba criando un marranillo para cuando llegara la matanza y, cuando
llegaba la noche, lo metían en una caja de cartón y lo ponían junto a la
chimenea para que no pasara el frío de la noche en la cochinera.
Unos
vecinos, Juan “Ceporrillo” y su esposa Marina,
no pudieron ir al entierro y a los rosarios y una noche fueron a la casa de los
padres de María para darles el
pésame. Llamaron a la puerta y les abrió el hijo de la difunta, Francisco “El Potro”, se saludaron y después los invitó a pasar hasta la cocina.
Salió Manuela, le dieron el pésame
de la suegra y se sentaron junto a la lumbre. Después de llevar un buen rato
junto al fuego, Manuela sintió los
efectos de las llamas y decidió quitarse el “chal” de lana negra. Como ya había entrado el padre de María el marranillo, colocado en
su caja y puesto junto a la lumbre pues el lechón se echó a roncar. Manuela después de quitarse el “chal” no tuvo que encontrar otro sitio
mejor para colocarlo que encima de la caja del marranillo y éste, en sus
movimientos, se lió en dicha prenda de vestir y, por el murmullo de la
conversación, decidió salirse de su caja para que le vieran su nueva
vestimenta.
El
padre de María, con el rabillo
del ojo, vio pasar junto a él un bulto negro, giró la cabeza, miró, lo vio en
movimiento, se levantó de la silla y exclamó:
-
¡¡¡Me cago en mis muelas!!!
¡¡¡Hace nueve días que se fue y ya está aquí
de vuelta!!!
Los
otros se quedaron sorprendidos al escucharlo pero pronto todo quedó aclarado
cuando vieron como al animal se le caía el “chal”.
Entonces
el respiró aliviado y les dijo:
-
Al ver el bulto negro creí que era mi mama de nuevo y ya sabéis las historias
que se cuentan de los muertos. Yo no quiero líos con ellos.
Después,
una vez tranquilo, el asunto termino en cachondeo para no perder la costumbre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario