Colaboración de José Martínez Ramírez
I
Hoy…
Hoy,
como es el día más feliz de mi vida,
te
llamaré Madrid.
Con
algún nombre tenía que llamarte,
pues
tus calles han sido más mías
aunque
sólo tengo la certeza
de
ser un gusano aplastado por tu pie
y,
como sólo soy apenas el resultado, Madrid,
de
tu existencia, me entrego en ofrenda
para
que hagas conmigo lo que quieras,
así
que mátame, miénteme, escúpeme en la cara
pero,
por favor, no dejes de amarme.
Es
cierto que la Plaza Mayor me está
pequeña,
pero
porque tú sola la llenas,
y
que en el mercado de San Miguel,
ese
hormiguero donde tú nadas bien,
me
confundieron algunos con un perrillo.
Madrid, has cambiado
para mejor,
tus
calles me anulan y me sumergen
en
el anonimato, eres única e irrepetible,
tienes
mucha clase y señorío,
por
eso me entrego a ti, sin condiciones,
y
te regalo mis viejas llaves.
Ya
sabes que no tengo metas de reinos,
me
conformo con mirarte
y
que tú me mires, si quieres.
Amo
tus trenes, traen a mi corazón en primera
y
también lo alejan, pues lo hacen como nadie.
Sus
fríos pasillos de madrugada
no
tienen prisa y esperan, por eso vencen
a
quien se desespera. La vida es larga, Madrid,
para
todo aquel que permanece esperando
pues
al final, Madrid, tú ya bien lo sabes…
La
ansiedad aflige a la noche y pasa
del
júbilo a la tristeza dulcemente,
del
resplandor al ocaso,
Madrid, tu sabes,
que hay sólo un paso.
No
olvido el sudor de la noche
de
la verdad que vivimos
cuando
el silencio llegó a mi boca
y
mis ojos no veían los autobuses alejándose,
entre
el humo lívido, como cristales sucios
de
la ciudad inmensa.
Estuve
vivo un día en mi mundo imposible
de
increíble lentitud, pero palpitante,
y
el brillo feroz de la nube fue una sonrisa
pero
no me dañó los ojos.
La
espuma del almendro que habitamos,
Madrid estará
ocupada por otras cabezas.
Mientras
la locas palomas que soltamos
sé
que no pararán en ningún tejado
porque
tienen brasas de antracita.
La
vida, hasta entonces, era un sueño
ensordecido
por el tiempo.
La
mañana fue de angustia y nostalgia
de
grises años gastados en soledad
bajo
la sombra de unos cipreses prisioneros
en
estaciones abandonadas de tren.
Imágenes
hermosas de una historia
de
fuego encendido y de dulzura.
Madrid, con los ojos
cerrados también ve
la
belleza de mi mundo imposible
en
la eternidad de un corazón anónimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario