miércoles, 20 de junio de 2018

MADRID


Colaboración de José Martínez Ramírez
I
Hoy…

Hoy, como es el día más feliz de mi vida,
te llamaré Madrid.
Con algún nombre tenía que llamarte,
pues tus calles han sido más mías
aunque sólo tengo la certeza
de ser un gusano aplastado por tu pie
y, como sólo soy apenas el resultado, Madrid,
de tu existencia, me entrego en ofrenda
para que hagas conmigo lo que quieras,
así que mátame, miénteme, escúpeme en la cara
pero, por favor, no dejes de amarme.


Es cierto que la Plaza Mayor me está pequeña,
pero porque tú sola la llenas,
y que en el mercado de San Miguel,
ese hormiguero donde tú nadas bien,
me confundieron algunos con un perrillo.
Madrid, has cambiado para mejor,
tus calles me anulan y me sumergen
en el anonimato, eres única e irrepetible,
tienes mucha clase y señorío,
por eso me entrego a ti, sin condiciones,
y te regalo mis viejas llaves.

Ya sabes que no tengo metas de reinos,
me conformo con mirarte
y que tú me mires, si quieres.
Amo tus trenes, traen a mi corazón en primera
y también lo alejan, pues lo hacen como nadie.
Sus fríos pasillos de madrugada
no tienen prisa y esperan, por eso vencen
a quien se desespera. La vida es larga, Madrid,
para todo aquel que permanece esperando
pues al final, Madrid, tú ya bien lo sabes…

La ansiedad aflige a la noche y pasa
del júbilo a la tristeza dulcemente,
del resplandor al ocaso,
Madrid, tu sabes, que hay sólo un paso.
No olvido el sudor de la noche
de la verdad que vivimos
cuando el silencio llegó a mi boca
y mis ojos no veían los autobuses alejándose,
entre el humo lívido, como cristales sucios
de la ciudad inmensa.

Estuve vivo un día en mi mundo imposible
de increíble lentitud, pero palpitante,
y el brillo feroz de la nube fue una sonrisa
pero no me dañó los ojos.
La espuma del almendro que habitamos,
Madrid estará ocupada por otras cabezas.
Mientras la locas palomas que soltamos
sé que no pararán en ningún tejado
porque tienen brasas de antracita.

La vida, hasta entonces, era un sueño
ensordecido por el tiempo.
La mañana fue de angustia y nostalgia
de grises años gastados en soledad
bajo la sombra de unos cipreses prisioneros
en estaciones abandonadas de tren.
Imágenes hermosas de una historia
de fuego encendido y de dulzura.
Madrid, con los ojos cerrados también ve
la belleza de mi mundo imposible
en la eternidad de un corazón anónimo.

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