martes, 26 de junio de 2018

MADRID


Colaboración de José Martínez Ramírez
III 
La inmemorial pobreza del adiós
se escondía detrás de la puerta,
pero le besé los labios a la desierta
boca de la Cibeles, disfrazado de señor
de aquella madrugada encubierta.

Más tarde fui a regar la huerta
de sus flores amarillas de no fumador.
Las gentes me miraban en la incierta
noche de Madrid, bajo la cubierta
del Wizinkcenter, enlazado a mi amor,
entonces dije… ¡Pepe, vamos, despierta!
El corazón sólo se regala, y se acierta,
una vez, las demás son parches al dolor.
Y Sabina le dijo a Madrid y a su Puerta
de Alcalá, que me vendían allí en oferta.
Y yo le dije al oído, escondido en la fiesta,
cuando beses a otro acuérdate de mí, por favor.

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