Colaboración de José Martínez Ramírez
III
La
inmemorial pobreza del adiós
se
escondía detrás de la puerta,
pero
le besé los labios a la desierta
boca
de la Cibeles, disfrazado de señor
de
aquella madrugada encubierta.
Más
tarde fui a regar la huerta
de
sus flores amarillas de no fumador.
Las
gentes me miraban en la incierta
noche
de Madrid, bajo la cubierta
del
Wizinkcenter, enlazado a mi amor,
entonces
dije… ¡Pepe, vamos, despierta!
El
corazón sólo se regala, y se acierta,
una
vez, las demás son parches al dolor.
Y
Sabina le dijo a Madrid y a su Puerta
de Alcalá, que me
vendían allí en oferta.
Y
yo le dije al oído, escondido en la fiesta,
cuando
beses a otro acuérdate de mí, por favor.
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