Colaboración de Paco Pérez
Capítulo XI
PERSONAJES INOLVIDABLES-I
El
“Cine Cervantes” fue el que más
recuerdos inolvidables me dejó y, tal vez, la única razón que puede explicar el
origen de ellos esté en que, desde pequeño, lo frecuenté bastante. Esta realidad
generaba en los peques una ilusión muy grande pues no había en el pueblo otros
espectáculos.
Por
ello, los días que había cine, me acercaba hasta él para ver las carteleras con el fin de conocer qué
película se proyectaría esa noche y una vez informado, si me gustaba y decidía
ir, pues ya tenía que comenzar a buscar los fondos que me permitieran comprar
la entrada.
Para
exponer esta conclusión he viajado retrospectivamente hasta el recuerdo y,
después de revisar con la mente lo que había y hacía, he llegado a ella porque
las imágenes que recordé de aquella etapa de mi vida me confirmaban que ellas fueron
quienes me dejaron ese poso de cariño hacia él.
Recuerdo
que mi presencia en este cine fue, en muy pocas ocasiones y siempre en la sala
de verano, con mi padre; la mayoría
de ellas solo, en las dos salas, y
en contadas ocasiones invitado por mi
tío Pascual, con él siempre en
la de invierno.
Ya
dije que el enemigo más grande que
teníamos entonces los niños para ir al cine era la financiación, por la situación económica de aquellos años, y esa
era la razón insalvable por la que unas veces lograba ir y otras no.
Los
domingos tenía que pasar el cepillo a la familia, además de mis padres, tenía
que visitar las casas de los abuelos para reclamarles la paga de la semana. La
más pequeña era la de mis padres, UNA peseta; la abuela Rosa Antonia me daba una moneda de DIEZ reales=DOS pesetas y CINCUENTA
céntimos, me la asignó con el compromiso previo de que debía realizarle cada
semana algunos trabajillos en la tienda (moler
el café en el molinillo de manubrio y hacer tapaderas para las orzas de las
aceitunas con las tabletas de las cajas de las sardinas arenques); el abuelo Paco
“Pérez” era el que menos
posibilidades económicas tenía pero siempre fue el más generoso con mi causa,
aunque no me tenía adjudicada una cantidad fija, y el tito Pascual fue un soltero camastrón que se lo pasaba bomba conmigo
mientras me quemaba la sangre hasta que me daba UNA peseta.
Con
el paso de los años supe valorar la enseñanza que pretendía darme la abuela Rosa Antonia pues, sin explicarme la
razón por la que me pedía hacerle aquellas cosas, luego comprendí que sólo buscaba
que supiera valorar la importancia del trabajo para ganarse el dinero. De esta
realidad me di cuenta demasiado tarde, cuando yo trataba de inculcar a mis
hijos esos valores.
La
generosidad del abuelo Paco “Pérez” fue una constante desde que tuve
conciencia y lo traigo hoy a este relato porque cuando más apurado me
encontraba para ir al cine él me solucionaba la papeleta. Tengo el recuerdo
imborrable de un día de invierno y estaba con el presupuesto muy bajo. Fui a su
casa pero no estaba, lo busqué en el bar que visitaba por las tardes para
echarse la partida de tute y tampoco lo encontré, ya estaba haciéndome a la
idea de que esa noche no podría ir al cine porque había anochecido y, cuando
iba cabizbajo por “El Paseo” porque
ya quedaba poco para que empezara la película, lo localicé a lo lejos caminando
por la acera que había a la altura de la casa de “Romanones”, salí corriendo hasta él, le conté mi problema y le
faltó tiempo para meterse la mano en el bolsillo del pantalón… ¡¡¡Me dio DIEZ pesetas, cuando la entrada costaba
SEIS!!!
Recibir
de mi abuelo este trato fue un hecho puntual pero hubo muchos más gestos
únicos: Viajar hasta Jaén y Linares para presenciar corridas de toros, llevarme
a Jaén para comprarme una bicicleta roja de dos ruedas cuando era muy pequeño,
subirnos los dos en la borriquilla negra y pasarnos las mañanas o las tardes
rodeados de olivos, meterse una noche en la cocina y preparar para los dos unos
pimientos verdes revueltos con huevos riquísimos… Sesenta años después aún sigo
comiendo los pimientos así, lo hago cada quince días, y rara es la vez que no
lo recuerdo mientras los saboreo.
¿Es
justo olvidar a un abuelo/a si, además, se tienen tan buenos recuerdos de
ellos?
El
tito Pascual tuvo un gran amigo, Francisco “El Chirivito”, ambos estaban solterones y él fue quien me contó,
muchos años después y muchas veces, lo bien que se lo pasaban los dos cuando me
hacía rabiar hasta que me la daba. Después de haberse divertido escuchando lo
que yo le decía ya me la daba y, si aquella noche iban al cine, esperaba que me
despidiera y entonces me llamaba para hacerme regresar y decirme:
-
Esta noche vamos al cine… ¿Quieres ir?
Yo,
como es lógico, le contestaba afirmativamente y entonces me decía:
-
Sube a tu casa para que sepan tus padres que vas a ir al cine conmigo.
Yo
salía corriendo hasta mi casa, comunicaba la noticia, regresaba de igual manera
hasta “El Paseo” y allí estaban dando vueltas hasta que yo
regresaba.
Estas
escenas siempre me las contó Francisco
“El Chirivito” en el bar, cuando
jugábamos al tute, y lo hacía porque la muerte temprana de mi tío Pascual y las ocurrencias graciosas que
tenía lo llevaban a recordarlo con mucho cariño.
Un
día me habló de un tema de mi tío que nació a la edad propia de la juventud, él
lo maduró bien, elaboró el proyecto para ponerlo en marcha, lo pasó a la fase
de declaración de intenciones y después, como quedó en nada el asunto, lo trató
como hacían en RENFE con los trenes viejos… ¡¡¡Lo aparcó en una “vía muerta”!!!
Mi
tío se enamoró de Magdalena Agudo y
como entonces no era fácil pretender a una mujer, lo sabemos muy bien los que
ya tenemos algunos años, pues le comentó a Francisco
sus temores de que no llegaran a tener sus buenas intenciones un final feliz
para él. Para acabar esta conversación, según me comentó Francisco, él remató la conversación diciéndole:
-
¡¡¡Si no me quiere Magdalena, te prometo
que me quedó de palanca!!!
La
sentencia que anunció se cumplió porque, después de acudir a la cita que había
concertado con Magdalena para
visitarla en su casa y declararle su amor, como era la costumbre de aquellos
tiempos, ella lo escuchó y después de agradecerle su visita le comunicó que no
tenía intención de ponerse novia todavía. La verdad es que en su respuesta le
mostró un NO pero también es verdad
que no fue un rechazo radical, ella procedió siguiendo el guión de la primera
vez.
Cuando
acabó se fue en busca de Francisco y
éste le preguntó:
-
¿Qué te ha dicho?
–
Que no piensa ponerse novia todavía – le contestó Pascual.
–
Bueno, ya verás como la próxima vez es que SÍ
–le afirmó su amigo.
Pascual, después de escucharlo,
le comunicó su estado de ánimo así:
-
Ya te dije, antes de ir a su casa, lo que haría si me daba “calabazas” y como me las ha dado pues
lo pienso cumplir… ¡¡¡Me voy a quedar de
palanca!!!
Unos
años antes de morir Magdalena, Mari y yo coincidimos con ella, una
noche, en el domicilio de una familia de nuestro pueblo y en el transcurso de
la conversación ella, sin esperarlo nosotros, me dijo:
-
Paco… ¿Sabías que tu tío Pascual me pretendió?
Yo,
antes de responderle, me sonreí y después le dije:
-
¡¡¡Por supuesto, lo sabe todo el pueblo!!!
Ella
se mostró sorprendida por mi respuesta y me preguntó de nuevo:
-
¿Por qué lo sabía todo el mundo?
–
Porque él dijo a su amigo Francisco
“El Chirivito”, después de que lo
rechazaras esta frase que se hizo famosa:
-
¡¡¡Me voy a quedar de palanca!!!
Y,
ya sabes que cumplió su palabra.
Entonces,
ella retomó el tema y nos dijo:
-
Él no tuvo paciencia pues en aquellos años eso es lo que se hacía y si la
hubiera tenido pues es posible que la respuesta hubiera sido otra.
Ahí
quedó zanjado el tema que hoy he recordado gracias al “Cine Cervantes” y lo he expuesto aquí porque he considerado que era
el momento oportuno por la conexión de los protagonistas con él.
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