Colaboración de Paco Pérez
JESÚS CONFIRMA LA PROFECÍA
Unos
500 años antes de Jesús el pueblo
judío estuvo cautivo en Babilonia y cuando
regresó, como la ciudad y el Templo estaban destruidos, necesitaban levantarlo
todo de nuevo. También debían regirse por unas normas, no las tenían y por esa
razón Esdras les leyó el Libro de la Ley, conocido como Pentateuco y para los judíos "Torah" o “Ley”.
Después
de leerlo y explicarle al pueblo su contenido éste lo aceptó y él lo proclamó
como la “Santa Ley de Dios”, con
ella se guiarían.
Pasan
los años y a la cristiandad le ocurre como al pueblo de Dios cuando regresó del cautiverio, se comporta como si no tuviera
leyes con las que guiarse pero la realidad es otra, no conoce la “Ley de Dios”… ¿Por qué procedemos así?
Porque
quienes decimos ser cristianos hemos sido educados en una religión sustentada
en tradiciones y no en el conocimiento de Dios
mediante la lectura del libro donde podemos encontrar nuestra “LEY”, la BIBLIA. Debemos recordar que hubo un tiempo en el que la misma Iglesia no recomendaba su lectura pues
quería evitar que las publicaciones que había de ella en vez de ayudar
perjudicaran, el Concilio Vaticano II
ya puso orden y recomendó su lectura. Fue un error enfriar su lectura mediante
la toma de medidas preventivas pues así se nos forjó un espíritu no lector de
ella, se hizo lo contrario de lo que se debe hacer. Opino así porque para
hablar de algo lo primero que debemos hacer es comenzar por la fase de
información previa… ¿Lo hacemos con los
temas de Dios?
Si
retrocedemos en el tiempo y exploramos en la Biblia, como Jesús es
nuestro “camino”, entonces
comprobaremos que hoy se nos presenta en sociedad pues hasta ese momento
histórico sólo conocíamos de Él dos
hechos que forman parte de la historia del cristianismo:
Su presentación en el Templo y
cuando a los doce años subió por primera vez hasta Jerusalén para cumplir con el judaísmo.
Hasta
que llegó ese momento, lo que Jesús
hizo fue vivir con total naturalidad en el seno de su familia, en el trabajo y
en la sociedad pero eso no quiere decir que viviera al margen de lo que sucedía
en su entorno.
Por
las costumbres del lugar las familias construían las casas alrededor de un
patio central y en él guardaban los útiles del trabajo, tenían el molino,
amasaban los panes, los cocían en el horno, se reunían en tertulia, jugaban los
niños… Esta convivencia diaria les permitía sufrir y alegrarse de lo que
sucedía a los demás, se ayudaban, compartían lo poco que tenían, respetaban a
los mayores, aprendían de las plantas y de los animales… Todo era sencillo y
por esa razón cuando Jesús comenzó
su ministerio los ejemplos que les ponía estaban tomados de esos aprendizajes
que Él tuvo en Nazaret durante sus años de vida
silenciosa.
Jesús visitaba la sinagoga y en ella leían y comentaban
los textos. Un día lo hizo Él, su intervención
la encontramos en Lucas 4,17-19: [Le entregaron
el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba
escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha
enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos
la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para
anunciar el año de gracia del Señor.].
Lo
que ocurrió después de acabar la lectura está en Lucas 4,20-21: [Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se
sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
- Hoy se cumple esta Escritura que
acabáis de oír.].
En
ese momento se manifestó como el “ungido”.
Durante
su predicación nos enseñó el camino que debíamos recorrer y para ello, entre
otras cosas, les habló de que daría prioridad a los "pobres", los "cautivos", los "ciegos"
y los "oprimidos"… ¿Coinciden
nuestras preocupaciones con las de Él?
En
nuestros tiempos la sociedad tiene un problema con la inmigración, rechaza la llegada de las personas que arriesgan su
vida para encontrar en otros países un puesto de trabajo que les permita acabar
con su desesperación personal o familiar. Si estas personas no encuentran una
acogida favorable de lo lugareños es porque el conjunto social no tiene aún
asimiladas las palabras con las que Jesús
marcaba sus prioridades.
Pablo nos recuerda
que las diferentes nacionalidades o razas de las personas no deben ser un
obstáculo para la inclusión y que la
doctrina del cristianismo que nos mostró Jesús
debe ser una realidad en nuestras vidas, preocupándonos por convertir en
realidad su preocupación por los problemas del prójimo.
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