domingo, 27 de enero de 2019

JESÚS Y LA ESCUELA FAMILIAR


Colaboración de Paco Pérez
JESÚS CONFIRMA LA PROFECÍA
Unos 500 años antes de Jesús el pueblo judío estuvo cautivo en Babilonia y cuando regresó, como la ciudad y el Templo estaban destruidos, necesitaban levantarlo todo de nuevo. También debían regirse por unas normas, no las tenían y por esa razón Esdras les leyó el Libro de la Ley, conocido como Pentateuco y para los judíos "Torah" o “Ley”.
Después de leerlo y explicarle al pueblo su contenido éste lo aceptó y él lo proclamó como la “Santa Ley de Dios”, con ella se guiarían.
Pasan los años y a la cristiandad le ocurre como al pueblo de Dios cuando regresó del cautiverio, se comporta como si no tuviera leyes con las que guiarse pero la realidad es otra, no conoce la “Ley de Dios”… ¿Por qué procedemos así?

Porque quienes decimos ser cristianos hemos sido educados en una religión sustentada en tradiciones y no en el conocimiento de Dios mediante la lectura del libro donde podemos encontrar nuestra “LEY”, la BIBLIA. Debemos recordar que hubo un tiempo en el que la misma Iglesia no recomendaba su lectura pues quería evitar que las publicaciones que había de ella en vez de ayudar perjudicaran, el Concilio Vaticano II ya puso orden y recomendó su lectura. Fue un error enfriar su lectura mediante la toma de medidas preventivas pues así se nos forjó un espíritu no lector de ella, se hizo lo contrario de lo que se debe hacer. Opino así porque para hablar de algo lo primero que debemos hacer es comenzar por la fase de información previa… ¿Lo hacemos con los temas de Dios?
Si retrocedemos en el tiempo y exploramos en la Biblia, como Jesús es nuestro “camino”, entonces comprobaremos que hoy se nos presenta en sociedad pues hasta ese momento histórico sólo conocíamos de Él dos hechos que forman parte de la historia del cristianismo: Su presentación en el Templo y cuando a los doce años subió por primera vez hasta Jerusalén para cumplir con el judaísmo.
Hasta que llegó ese momento, lo que Jesús hizo fue vivir con total naturalidad en el seno de su familia, en el trabajo y en la sociedad pero eso no quiere decir que viviera al margen de lo que sucedía en su entorno.
Por las costumbres del lugar las familias construían las casas alrededor de un patio central y en él guardaban los útiles del trabajo, tenían el molino, amasaban los panes, los cocían en el horno, se reunían en tertulia, jugaban los niños… Esta convivencia diaria les permitía sufrir y alegrarse de lo que sucedía a los demás, se ayudaban, compartían lo poco que tenían, respetaban a los mayores, aprendían de las plantas y de los animales… Todo era sencillo y por esa razón cuando Jesús comenzó su ministerio los ejemplos que les ponía estaban tomados de esos aprendizajes que Él tuvo en Nazaret durante sus años de vida silenciosa.
Jesús visitaba la sinagoga y en ella leían y comentaban los textos. Un día lo hizo Él, su intervención la encontramos en Lucas 4,17-19: [Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.].
Lo que ocurrió después de acabar la lectura está en Lucas 4,20-21: [Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
- Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.].
En ese momento se manifestó como el “ungido”.
Durante su predicación nos enseñó el camino que debíamos recorrer y para ello, entre otras cosas, les habló de que daría prioridad a los "pobres", los "cautivos", los "ciegos" y los "oprimidos"… ¿Coinciden nuestras preocupaciones con las de Él?
En nuestros tiempos la sociedad tiene un problema con la inmigración, rechaza la llegada de las personas que arriesgan su vida para encontrar en otros países un puesto de trabajo que les permita acabar con su desesperación personal o familiar. Si estas personas no encuentran una acogida favorable de lo lugareños es porque el conjunto social no tiene aún asimiladas las palabras con las que Jesús marcaba sus prioridades.
Pablo nos recuerda que las diferentes nacionalidades o razas de las personas no deben ser un obstáculo para la inclusión y que la doctrina del cristianismo que nos mostró Jesús debe ser una realidad en nuestras vidas, preocupándonos por convertir en realidad su preocupación por los problemas del prójimo.


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